DISFRUTES COTIDIANOS
Tachas 538 • De cine y teatro: Comedias del 27º Tour de Cine Francés • Fernando Cuevas
Fernando Cuevas

Llega a León esta ya tradicional fiesta cinéfila proveniente de una de las principales naciones en materia fílmica con sólida y dinámica industria, desde aquella primera exhibición pública en 1895, hasta la fecha. Siete filmes que van rolando por tres de los complejos de nuestra ciudad, conforman el cartel de la vigésimo séptima edición. Un par de ellos, enclavados en el ámbito de la comedia y dirigidos por conocidos realizadores con amplia trayectoria, exploran con imaginación las vicisitudes de sus personajes alrededor del mundo del teatro y de la creación cinematográfica.
A mediados de la década de los treintas del siglo pasado, una actriz en ciernes (Nadia Tereszkiewicz, entre ingenua y astuta) busca abrirse paso para conseguir algún papel; tras visitar a un productor que intentó abusar de ella, regresa con su compañera de departamento, una joven abogada (Rebecca Marder), para enterarse poco después que el hombre ha sido asesinado, convirtiéndose ella en la principal sospechosa y acusada por un inspector de rápidas conclusiones, además de tener la presión de varios meses de renta sin pagar, solicitados infructuosamente por el sofocado casero.
El interrogatorio y las pesquisas irán tomando rumbos inesperados con la intervención de una serie de personas que van de un juez a punto del retiro (Fabrice Luchini) junto con su cuestionador asistente (Régis Laspalès) a un melodramático fiscal arriesgando el cuello; del junior pretendiente bueno para poco y su padre empresario (André Dussollier), al beneficiario involuntario del crimen (Dany Boon); de la colega actriz con amante empalagoso a la intrigosa conserje del edificio y de ahí, por supuesto, a la afamada actriz cuyos mejores tiempos siguen presentes, a pesar de lo que parezca (Isabelle Huppert, deslumbrantemente brujeril).
Con base en la obra de Berr y Verneuil, François Ozon coescibe y dirige Mi crimen (Francia, 2023), elaborada comedia de enredos, asesinato incluido, con la reconocible soltura para que el guion se despliegue con la gracia y sinuosidad suficientes, apoyado por un detallado diseño de producción y una reflexión de aliento feminista que mantiene vigencia, dadas las prácticas todavía presentes en el medio artístico respecto al abuso de la posición de poder de ciertos productores.
Los intereses y motivaciones de los distintos participantes de la trama, estableciendo relaciones y complicidades inesperadas, cambian conforme los acontecimientos presentan nuevas oportunidades para alcanzar objetivos personales, a partir de los giros inesperados y con ese delicioso sabor de las comedias retro entre las que se inserta este filme, propuesta de un director a prueba de versatilidad y con prolífico ímpetu para regalarnos continuas obras con temáticas y abordajes diversos
Por otra parte, un joven depresivo y ansioso director de cine con cierto reconocimiento (Pierre Niney, al borde), presenta ante ejecutivos un previo de su película, y ante la decepción e incluso traición de uno de ellos, decide llevarse todo el material junto con su editora (Blanche Gardin, expectante) y asistentes, y así huir a la campiña en donde vive su paciente, sencilla y sabia tía (Françoise Lebrun, adorable), quien recibe a todos en el pequeño pueblo para que ahí puedan hacer la edición final del filme y alguna escena faltante, al estilo de Originalmente pirata (2008).
Michel Gondry escribe y dirige, quizá con dejos que refieren a su propio proceso creativo y las dificultades inherentes a él, El libro de las soluciones (Francia, 2023), un relato acerca de la obstinación y convencimiento por abrazar la obra artística como expresión personal y colectiva, más allá de imposiciones de estudios o sugerencias sensatas, rayando en una necedad que obliga a la disculpa constante y al conflicto por cualquier circunstancia que se desvíe mínimamente de lo planteado en la mente del protagonista, si bien con la disposición de rectificar, acaso cuando ya es demasiado tarde.
Si bien alguna subtrama no se integra del todo a la historia central (como ejemplo la del interés romántico con la asistente, o la compra de una casa abandonada que pudo haberse evitado más allá de señalar la personalidad del director), la cinta consigue involucrarnos en la travesía de este hombre capaz de hilar sucesos en su cabeza con verosimilitud, o ver el mundo distinto a través del hoyo de una hoja en el bosque mientras funge como alcalde, cumple ideas estrafalarias como conseguir a Sting, o escribe un libro para resolver todos los problemas a los que se enfrenta, varios de ellos creados por él mismo.