Tachas 543 • Acapulco como futuro • Alejandro Badillo
Alejandro Badillo
A raíz de los desastrosos efectos ocasionados por el huracán Otis en el puerto de Acapulco y zonas aledañas, se ha reavivado el debate sobre las energías llamadas “limpias” y el uso de los combustibles fósiles en México y el mundo. Algunos urgen a que se acelere la transición a la tecnología renovable y, de esta forma, revertir la crisis climática que convirtió, en escasas horas, una tormenta tropical en un huracán categoría 5. Hay malas noticias: desde hace tiempo el consenso científico es que ya no hay vuelta atrás en muchos de los efectos de las perturbaciones en la naturaleza por la acción del ser humano y, sobre todo, por la era industrial que inició en el siglo XIX y se potenció en el XX y lo que llevamos del XXI. El informe –que no tuvo repercusión en los medios de comunicación masivos– más reciente del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de la ONU respalda esto.
Acapulco es, en el imaginario popular, un mito que será recordado como emblema de una época próspera, años en los cuales las clases medias y altas podían aprovechar sus playas y centros recreativos para sus vacaciones. Sin embargo, el puerto se convirtió, con el tiempo, en un espejo de un futuro que se está adelantando. En primer lugar, la aparición de huracanes cada vez más destructivos se cebará en las costas de varios países del mundo. No sólo es la fuerza de los vientos y las tormentas; el aumento en el nivel del mar comenzará a erosionar las ciudades ubicadas a nivel del mar antes de que se sumerjan casi por completo, como indican los estudios realizados hasta la fecha. No hay receta mágica para revertir eso. La única opción –en el mejor de los casos– es limitar el aumento de la temperatura global en 1.5 grados. Hasta el momento, los datos disponibles indican que eso no sucederá.
El otro futuro adelantado que vemos en Acapulco es el de una ciudad que funciona a partir del aislamiento del turismo –el motor económico de la entidad– de la realidad violenta que la rodea. Esto, por supuesto, se puede aplicar a muchos destinos turísticos del país. México, en el 2022, generó 3 mil 447 millones de dólares de ingresos gracias a este sector, y está entre los diez destinos más visitados en el mundo. Mientras en las calles de la periferia los asesinatos son cosa de todos los días, los turistas permanecen ajenos a esta realidad tras los muros de los edificios de lujo y resorts de playa. De vez en cuando la violencia afecta a algún visitante, sin que esto afecte las ganancias de los empresarios de Acapulco que llenan sus arcas en las temporadas altas.
Las calles devastadas del puerto de Acapulco también nos adelantan varios escenarios del futuro: la élite usando a los medios para narrar su tragedia y, por otro lado, estigmatizando a los damnificados de los sectores populares por saquear los centros comerciales. El huracán también ha hecho que muchos periodistas y opinadores en los medios de comunicación conozcan, por primera vez, algunas historias de los habitantes de la ciudad. Indignados por la lentitud en la respuesta gubernamental –algunos explotando sin pudor un sentimentalismo que vende muy bien para su público–, no dicen que las personas que se quedaron sin nada son las que mueven la economía del puerto recibiendo, a cambio, informalidad, bajos salarios y explotación infantil. Ya en el 2018, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), indicaba que Acapulco está en los primeros lugares del mercado laboral del país. Por supuesto, sólo cuando ocurre un desastre natural se evidencia la precariedad de los habitantes, sus viviendas endebles y las zonas de riesgo en donde viven. Los mismos personajes que ahora se conduelen por su suerte, festejan cada vez que un paraíso turístico inaugura un nuevo desarrollo sin importar los costos humanos y naturales que hay atrás. Acapulco, su historia reciente y el desastre de hace unos días, es un buen resumen de lo que se avecina para los próximos años.
***
Alejandro Badillo (CDMX, 1977) es narrador, ha publicado tres libros de cuentos: Ella sigue dormida (Fondo Editorial Tierra Adentro/ Conaculta), Tolvaneras (Secretaría de Cultura de Puebla) y Vidas volátiles (Universidad Autónoma de Puebla); y la novela La mujer de los macacos (Libros Magenta, 2013).
Ir a la portada de Tachas 543]