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Tachas 543 • Carla Bley: una escalera para andar por el tiempo • Fernando Cuevas

Carla Bley

Fernando Cuevas

Cerebral e irónica, discreta y efervescente, tradicional e innovadora: de inconfundible y aguerrida melena, y con un sentido del humor que contrastaba con algunas de sus composiciones e interpretaciones al piano y en la dirección de orquestas jazzeras, esta mujer terminó por ser una de las figuras esenciales de las exploraciones sonoras a partir de los años sesenta, igual abrazando el avant-garde que el free jazz, la música de nutridas orquestas que la intimidad del trío, las herencias de los géneros afroamericanos que otras músicas como el modernismo francés, el tango y ecos caribeños.

Nacida en Oakland, California como Lovella May Borg, de orígenes suecos, la compositora, pianista y directora de banda Carla Bley (2023) creció en un hogar inmerso en el mundo de la música. Empezó muy pronto a cantar y a tocar el piano impulsada por su padre, al tiempo que perdía a su madre apenas a los ocho años. A los 17 decidió mudarse a Nueva York y entró al afamado club de jazz Birdland como cigarrera, donde conoció a Paul Bley, hombre clave en su vida que la apoyó para desarrollar su capacidad compositiva, con quien se casó y, a pesar de divorciarse, conservó su vínculo y apellido, pasando de Karen Borg a Carla Borg y finalmente a su nombre artístico definitivo.

Sus intrincadas y brillantes piezas empezaron a ver la luz a principios de los sesenta, gracias a las grabaciones de gente notable como George Russell, Jimmy Giuffre y el propio Paul Bley. Continuó involucrándose en la escena a través de su participación en la Jazz Composers Guild y fundando sellos discográficos independientes junto con el trompetista Michael Mantler, su segundo esposo, con quien codirigió la Jazz Composers’ Orchestra, a través de la que entregaron una serie de grabaciones de otros músicos y algunas propias como la inicial y boyante Communication (1965), con multitudinaria participación. 

Ahora en formato de quinteto con el saxofonista Steve Lacy y el propio Mantler como cómplices consumados, presentó Jazz Realities (1966) y mostró su talento compositivo puesto al servicio de un colega en el deslumbrante A Genuine Tong Funeral (1968), firmado por el vibrafonista Gary Burton y en el que participa también como pianista y directora, al igual que en Liberation  Music Orchestra (1969), álbum liderado por el contrabajista Charlie Haden, y en el que además arregló algunas piezas tradicionales de rebeldía pura, al tiempo que coordinaba los esfuerzos de varios notables como Don Cherry, Dewey Redman, Perry Robinson y Andrew Cyrille, entre varios más.

Muy pronto llegó la cumbre Escalator Over the Hill (1971), triple LP con letras de Paul Haines que discurren en una lógica de ópera jazz en la que en efecto es posible asomarse desde lo alto tras subir por una fascinante, riesgosa y festiva escalera al cielo. En formato de octeto con la presencia de Dave Holland, Paul Motian y Gato Barbieri, compuso Tropic Appetites (1974), bien acompañado por las letras de Haines sobre sus viajes por la India e Indonesia, entre otros recorrido, seguido por Dinner Music (1977), ocho platillos sazonados con ciertos acentos funkies para disfrutarse solo o en festiva compañía. Sus colaboraciones incluyeron a gente como Robert Wyatt y Jack Bruce, entre otros notables más allá del circuito del jazz.

La vida sigue también para los caídos

European Tour 1977 (1978), grabado en Berlín, el desternillante Musique Mecanique (1978), en lógica de Big Band, y la contribución en las composiciones para Nick Mason’s Fictitios Sports (1979), debut en solitario del baterista de Pink Floyd, cerraron esta fructífera década. Social Studies (1981) abrió los ochenta con brillantez, transcurriendo analítica y pausadamente entre tangos reaccionarios y valses siniestros, volviendo a colaborar con Haden desde una perspectiva de protesta en The Ballad of the Fallen (1983), una de sus participaciones más relevantes en plan de notable arreglista, en Dream Keeper (1990) y en Not In Our Name (2005) de la gira final de la orquesta libertaria.

Tras Live! (1981) I Hate to Sing (1984), captura de las presentaciones en el Great American Music Hall, presentó el fluido Heavy Heart (1984) con sus respectivos claroscuros, seguido del reposado Sextet (1987), encargándose de los sonidos del órgano, y Fleur Carnivore (1989), grabado en Copenhague con texturas post-bop y un sólido equipo de acompañamiento que incluyó a Lew Soloff (Blood, Sweat & Tears). Por estos años, cuando terminó su vínculo con Mantler, empezó una relación sentimental y creativa con el bajista Steve Swallow, misma que además de múltiples colaboraciones mutuas, produjo los álbumes Night-Glo (1985), Duets (1988), ya en plena compenetración, Go Together (1993) y Are We There Yet? (1999), para cerrar el siglo en tono interrogativo entre un piano contundente y un punzante bajo eléctrico. 

También en los noventas produjo The Very Big Carla Bley Band (1991), impulsada por innumerables alientos organizados armónicamente que alcanzó para Big Band Theory (1993) e incluso para el reflexivo The Carla Bley Big Band Goes to Church (1996), grabado en vivo en Perugia y de tono más sosegado; entre ellos, presentó Songs With Legs (1994), en compañía del sax de Andy Sheppard y de su cómplice Swallow durante una gira por Europa y compusoFancy Chamber Music (1998), desarrollando con desparpajo un ambiente barroco con cuerdas y armonías propias de la música clásica.

Arrancó el nuevo siglo con el relajante 4 X 4 (2000), en alineación de octeto, al que le siguió el vivaz Looking for America (2003), para de ahí empezar una búsqueda incesante de acordes con el doblete The Lost Chords (2004), grabado en vivo a partir del impulso conversacional del formato de cuarteto, y el sutil, sofisticado y accesible The Lost Chords Finds Paolo Fresu (2007), incluyendo la trompeta y fliscorno del afamado músico italiano. Esta primera década del nuevo milenio terminó con el directo Appearing Nightly (2008), desarrollado con su burbujeante Big Band, y Carla’s Christmas Carols (2009), disco integrado por sugerentes adaptaciones de villancicos. 

Terminó su trayectoria discográfica con tres álbumes sensibles sin dejar de lado el tono celebratorio, ahora de manera más discreta pero igual de penetrante con el melódico bajo de Swallow y el luminoso sax de Sheppard: Trios (2013), Andando el Tiempo (2016) y Life Goes On (2020) denotan una sabiduría para entender temporalidades y secuencias, avances y pausas, énfasis y soportes para confeccionar piezas de caminar despacio, sabiendo que, en efecto, la vida sigue acompañada por ese tiempo transcurrir cíclico del tiempo. 

Carla Bley falleció en Willow, Nueva York el 17 de octubre del 2023, dejando un imponente legado musical que nutrió el jazz desde una perspectiva política pero también lúdica y experimental: como en su adolescencia, fue capaz de patinar por diversos estilos y hacer deslizamientos que fueron incorporados por muchos de sus colegas con quienes compartió composiciones, momentos de creación conjunta y afectos plasmados en los sonidos y las complicidades.

 

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