Experimental

Tachas 548 • Escribir en días fríos y húmedos • Jeanne Karen

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Jeanne Karen

¿Por qué será que a los poetas se les asocia con los días lluviosos? Me imagino a mí misma con un libro en la mano mientras miro por la ventana, mientras que el agua no deja de resbalar por los vidrios hacia el piso rojo del balcón.

Sin embargo, a pesar de que puede parecerles un momento idílico, casi una postal de algún país de tiempos nublados, duendes o hadas, realmente no disfruto para nada las fechas así, si hace frío todavía es peor. 

No sé quizá me estoy convirtiendo en una ermitaña y cascarrabias, hasta me falta poco para comenzar a hablar sola, si siguen así las cosas, en un año ya estaré sosteniendo interesantes conversaciones conmigo misma, sin mirar por la ventana y obviamente quejándome del clima. Por otro lado, el tiempo cálido y húmedo me parece maravilloso, me imagino al lado de un río o una laguna, disfrutando del buen sol y la comida.

Lo que puedo pensar como un aspecto positivo es que hay espacios para beber algo caliente, de preferencia café; hace un par de horas me preparé uno, por cierto, con un rico sabor a avellanas, muy cargado, para que me mantenga alerta y así pueda terminar alguna de las tareas que ya aplacé demasiado: por ejemplo, las lecturas que he guardado para fin de año, pensando en las dos semanas en que parece que todo irá más lento, por lo menos en mi vida, en casa; ahora empiezo a darme cuenta que será un fin de año largo y difícil. 

Después de la pandemia, comenzamos a notar un cambio en el orden establecido, de pronto lo que era importante dejó de serlo. Fue como un borrón y cuenta nueva para muchísimas personas alrededor del mundo, un replantearse la existencia. Todavía no alcanzo a vislumbrar lo que pasó, de qué manera afectó mi experiencia de vivir, pero creo que al igual que muchas personas, sí me doy cuenta que estoy haciendo las cosas de forma diferente y me estoy preocupando por otras que antes no tenía en mente. 

Hay días que una densa bruma se apodera de nuestras mentes, igual que la que sobrevuela la ciudad, las ciudades. Una pesadez extraña, un deseo de mirar más lejos, pero hay algo que nos lo impide. Para mí esos momentos aparecen más con el frío, quizá por eso soy renuente a salir, a reunirme, hasta a hablar con alguien. 

No solamente es la sensación de entumecimiento, sino que también siento que mis ideas corren más pesadas y lentas, como si estuvieran congelándose. Me da por sentir tristeza por las cosas que no comprendo o por las que no podré cambiar. 

Sigo esperando el momento para abrir un buen libro, para encontrar en las palabras de otras escritoras y escritores algo que me salve, que me empiece a dar calor desde dentro, desde la conciencia, desde la poesía, desde la palabra, un arrullo ligero, un susurro, algo que calme el frío.

Cuando regresan los meses soleados, el campo en todo su esplendor, recobro la fuerza, el deseo de hacerlo todo de una vez.

Por ahora cuento las horas, sé que me espera mi gran consuelo: la lectura de un libro, la taza de café, las manos que poco a poco entran en calor, la tibieza de una casa, que aunque sola la mayor parte del tiempo, todavía es un sitio para cobijar mis dudas, los sueños, el trabajo que nunca termina. 

Quiero repasar poco a poco cada mes de 2023, guardar lo mejor, para mí se trata de hacer una especie de lista de mi escritura, de lecturas, talleres, actividades relacionadas con la literatura y sobre todo los poemas que terminé, lo que pude escribir y que de alguna forma me parece que formarán parte de otro poemario; ya tengo dos en mente, algo nuevo, algo distinto como acostumbro. 

No me gusta que mis libros se parezcan entre sí o a nada en particular, para mí son una especie de declaración, de bitácora entre un descubrimiento y otro. La poesía como un puente.

Quedan más preguntas no resueltas para este año 2023, pero también queda el impulso de buscar las respuestas, por lo menos de intentar armar nuevos vuelos, encontrar nuevas posibilidades. Sigamos indagando, que el mal clima no nos atormente, que no nos detenga. 




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Jeanne Karen 
(San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).

 

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