POESÍA
Tachas 567 • Frente al agua, el caballo está quieto • Clyo Mendoza
Clyo Mendoza

La muerte no turba su mirada.
Raúl Zurita, Purgatorio
Frente al agua, el caballo está quieto como una cruz apretada en la tierra. Ha llovido estos días y sus patas están sucias hasta los corvejones. El soldado le lava y le soba las sacras de color isabelo.
Se hace el aseo general de un caballo con todo esmero,
quitándole el barro,
el polvo,
cualquier sustancia que sulfure la piel y ocasione enfermedades.
En ese caballo había andado por las noches al acecho, un caballo que no se derribaba ante la muerte, un caballo aclimatado como él a los balazos.
Siempre que ensille, el soldado revisará previamente montura y arreos cuidando que la parte que apoya en el dorso del caballo no tenga alteraciones o arrugas o cuerpos extraños que puedan lastimarlo. Le lavará diariamente los cascos cerciorándose de que está bien herrado, de que no falsea, reconociéndole la boca para ver si sufre.
En la noche repleta de vértebras de este caballo va un río oscuro. En la noche mental de este caballo hay un recuerdo, permanece ahí como algo inaugural y hace que caiga sin ruido el llanto en sus pulmones. Vive con la sensación de esa noche helada en la que un niño cayó cerca de él y lo vio abrirse, desenvainándose algo, un vapor claro, de su cuerpo.
El soldado ve al caballo mirar al vacío en el que atisban algo también los gatos. El soldado no pone atención, sigue buscando en el dorso del caballo alteraciones, busca arrugas, cuerpos extraños.
El soldado se acompaña con su propia voz, su voz está plagada de instrucciones:
Tratándose de su caballo, el soldado no omitirá esfuerzo alguno para conservarlo en buen estado de salud, teniendo presente que en la guerra será su incondicional e indispensable compañero y que compartirá con él los peligros y fatigas.
El caballo mastica hierba, interfieren con su bocado dientes vestigiales. Mira al fondo, al fondo de todo huele, y el animal oscuro que habita en el espacio de la Muerte, un animal sin forma que cabalga, también lo encuentra. El caballo mira de frente a esa bestia de aliento sin lengua y sin garganta, mira a la multitud que cuelga de su montura. Los animales no son como los hombres. Los animales no se fían de las imágenes, reconocen algo más en lo que miran y sienten; por eso el caballo encuentra al niño, el niño que no podía cerrar nunca los ojos, ahora con los ojos cerrados, descansa. El caballo se acerca, le lame una herida profunda, granate. Y en la herida se escucha un braceo, raudales de agua, aves alcanzando a su presa sobre el agua del mar.
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Clyo Mendoza (Oaxaca, México, 1993). Su obsesión por diseñar su propia memoria la obligan a escribir y a tomar fotos. Es autora de los poemarios Anamnesis (Cuadrivio, 2016) y Silencio (FOEM, 2018), libro por el cual obtuvo el Premio Internacional Sor Juana Inés de la Cruz (2017). Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de México (Jóvenes creadores, 2015-2016) y de la Fundación Antonio Gala, en Córdoba España (2018-2019).