Es lo Cotidiano

Las diez y sereno

Yara Imelda Ortega Bribiesca

Las diez y sereno

La injusticia de las diez
se anuncia catorce veces.
Es tarde, y las negras piedras
repiten haciendo eco
de la cauda del pecado.

Tengo que inventar historias
que no hagan mal, porque
la verdad siempre duele.

Quiero inocularte las ansias de vivir
que hacen imposible el sueño,
pero tu delicada cabeza está llena
de cajones para los que no tengo llave.
Y sin embargo, cualquiera abre. Menos yo.

Ambiciono tu cuerpo sorpresivo
como mueble-objeto de Dalí.
Inverosímiles curvas anuncian
placeres insospechados...
Adoro estar viva.

La ponzoña que emana de tu boca
apresa el iridiscente baccarat de tu voz,
consecuentando el incalmo
donde se reúne el cielo con el mar,
míos si me besas.

Las diez y sereno.
Dejan las vides que tengo por manos
de escalar el sarmiento de tu cuerpo.
Ahora, subirán al lagar para obtener el mosto
con que me regalo por la fiesta
de tu presencia.

Deja la cama de ser para dormir,
y metamorfosea a un campo de sueños
donde con un soplo
impides el paso del tiempo.

Ahora es oportuno.
Extingamos nuestras velas
invocando a la amiga noche. Sopla.
Ocupa el sitial que te corresponde,
un nicho formado por el brazo y el costado
abierto a dentelladas por tus celos.
De ahí fluye leche y miel, y será
como el retorno a la Tierra Dada.
Comience el rito.

Quince campanadas....
Un silbato alerta al barrio de
la inutilidad de mi conjuro. 

Sólo queda una pregunta:
¿Cómo se explica a un marido
la pasión por Eva?

Esperando que siga sereno,
aun si pasa de las diez.