Tachas 570 • Dos poemas sobre la madre • Jeanne Karen
Jeanne Karen
Dentro del mundo de la poesía hay un tema que es universal, que es más bien un tema derivado de uno de los grandes pilares que sostienen a la palabra poética: es la figura de la madre. en algunos trabajos es esencia, en otros presencia, dolor, voluntad, belleza, misterio, misticismo, locura, muerte.
Hoy quiero recordar dos poemas enormes en donde se explora esa ausencia de la madre, en uno por muerte y en otro por enfermedad e imposibilidad. En ambos textos hay versos tan poderosos como, por ejemplo:
Vino la gente a mirar a
mi madre camino de la
muerte, camino de la
muerte.
Del poema Muere mi madre de Saito Mokichi, la traducción es del poeta cubano José Kózer y el libro en español se publicó por Verdehalago en 1994.
Cuando leí por primera vez el poema, aunque bello, solamente la musicalidad irrumpió en mí, el ritmo, las imágenes y todo lo relacionado con su perfección; sin embargo no podía relacionarme con el texto de otra manera, no podía sentir el dolor, el cuerpo de una madre desvaneciéndose, yéndose de la vida, dejando de existir, hasta que perdí a mi madre. Llevo apenas algunos meses y su ausencia es agotadora, hay días en que necesito llamarla, nombrarla, contarle cómo va el mundo en el que vivo, en el que ha dejado de cobijarme, y lloro, pero el llanto no es suficiente. Luego trato de tranquilizarme, de no recordar ese camino, ese andar hacia la despedida, hacia el adiós sin retorno, que en realidad es un adiós que ni siquiera tiene nombre.
Después tengo en mi mente otro poema enorme, capital: Hospital Británico del poeta argentino Viel Temperley, cuyos primeros versos dicen:
Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura
de mariposas: Mi madre vino al cielo a visitarme.
Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de
la Luz horas y horas. Soy feliz. Me han sacado del mundo.
Mi madre es la risa, la libertad, el verano.
A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.
Se nos presenta lo imposible, la locura. Un estado en el que el poeta delira y en su dolor también está perdiendo a su madre. No sabe de ella, la presiente como un pozo sin fondo, sin luz, un sitio al final de un largo pasillo, pero también desea tener una última esperanza o tal vez una última y poderosa imagen como si fuera la mejor fotografía de ella, cuando la mira al cerrar los ojos y la describe como: Mi madre es la risa, la libertad, el verano; ¿acaso no son eso todas las madres que han sido amadas?
Y podría seguir escribiendo horas y horas, ya sin sol, sin fuerza, sin el día, pero por ahora solamente deseé compartir con ustedes un detalle, una pequeña mirada a dos grandes poetas y dos poemas fundamentales para comprender que las palabras a veces no alcanzan cuando se trata de volver a ver a nuestra mamá, aunque sea un instante, verla pasar de nuevo con su risa, con sus flores y su amor.
***
Jeanne Karen (San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).
Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).
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