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Tachas 577 • La selección mexicana de futbol y sus representaciones • Fernando Cuevas

Selección mexicana de futbol

Fernando Cuevas

 

Pocos objetos culturales generan tantos sentimientos y afectos colectivos como los equipos de fútbol y en particular las selecciones nacionales: y el caso de México es particularmente enigmático por ese extraño y en apariencia contradictorio vínculo entre el constante seguimiento que hace la afición y los resultados que termina ofreciendo el conjunto nacional. La selección es mucho más que un conjunto de personas que practica un deporte: es un factor de identidad y de atención grupal que igual genera pasión, decepción, enojo y orgullo, que motivos para el humor negro y la capacidad de reírnos de nosotros mismos. 

Pero también se ha convertido en un producto comercial y esta vertiente ha predominado con las peligrosas consecuencias que estamos viendo: por más que siga brindando muy poco en la cancha, nuestros compatriotas en Estados Unidos siguen asistiendo a los numerosos partidos que se celebran allá, más que en nuestro país, acaso por esa nostalgia envuelta en la necesidad de gritar por la patria que se dejó y sentirse parte de un espectáculo identitario. Las representaciones sociales que genera la selección nacional son múltiples y dinámicas, pero siempre están en la mirada de la comunidad. Quizá seamos el país con mayor distancia entre el nivel de afición y el desempeño del equipo en cuestión.

Hoy tenemos uno de los peores representativos nacionales en al menos los últimos 30 años. Un poco de historia: el primer partido que disputamos (caigo en cuenta que me incluyo por aquello de los significados) fue ante Guatemala en 1923 en el Parque España de la Ciudad de México con triunfo 2 a1. Vendrían los Mundiales: en Uruguay 1930 y Brasil 1950, perdimos los tres; no fuimos a Italia 1934 por una desclasificación de último momento en un partido contra Estados Unidos que no estaba incluido; en Suiza 1954, fuimos derrotados en los dos partidos disputados. Fue hasta Suecia 1958 cuando logramos nuestro primer punto; en Chile 1962 ganamos nuestro primer partido y dimos buena pelea en los otros dos, y en Inglaterra 1966 obtuvimos dos empates.

Vendría un fenómeno interesante: fuimos anfitriones en los Mundiales de 1970 y 1986 alcanzando los cuartos de final, pero en los años subsiguientes nos sumimos en sendas crisis, como si el hecho de ser locales hubiera tenido repercusiones negativas para las siguientes competencias. Así fue que no calificamos para Alemania 1974 ni para España 1982, cuando el torneo de la región se jugaba en un solo país, y fuimos el peor equipo en Argentina 1978, proponiendo un sistema totalmente rebasado. No asistimos a Italia 1990 por el vergonzoso caso de los cachirules: jugadores alineados que sobrepasaban la edad permitida en los clasificatorios para la Copa Juvenil de Arabia en 1989. Años de abrumadora oscuridad.

Después vino Menotti y una buena generación de seleccionados y entrenadores; participamos en la Copa América de Ecuador 1993, llegando a la final, y logramos 4 puntos en Estados Unidos 1994 para avanzar a la siguiente fase, situación que se repitió en Francia 1998 (5 puntos), Corea-Japón 2002 (7 puntos), Alemania 2006 (4 puntos), Sudáfrica 2010 (4 puntos), Brasil 2014 (7 puntos) y Rusia 2018 (6 puntos). Algunos procesos clasificatorios estuvieron llenos de angustia y se vivieron fuertes crisis a mitad del camino, incluyendo un repechaje; eso sí, un fantasma habitó en todos los certámenes mundialistas, bien conocido bajo el aterrador nombre de El Quinto Partido. Se mantuvo, por otro lado, la participación en las Copas América, Confederaciones y Oro, y cierta regularidad en los Juegos Olímpicos.

En el Mundial de Catar 2022 se alcanzaron 4 puntos pero por la diferencia de un gol no clasificamos, rompiendo una larga racha de conseguirlo: el desempeño fue más o menos parecido al de otras ediciones, pero las circunstancias no favorecieron, aunque este hecho llevó a la prensa y a buena parte de la afición a decir que bajamos mucho el nivel logrado. No estoy muy seguro, pero lo cierto es que a partir de ese episodio la crisis se ha hecho evidente y habrá que entenderla desde una perspectiva multifactorial, como bien se ha señalado, misma que genera, otra vez, diversas representaciones sociales por parte de los diferentes sectores del público, prensa, federativos, entrenadores y jugadores, que van coincidiendo o confrontando ideas y emociones, significados y discursos. 

Ahí están algunas de las causas: equipos de la LIga MX que no trabajan con fuerzas básicas y privilegian contrataciones a la “segura”; pocas oportunidades para jugadores nacionales jóvenes; dueños poco comprometidos que básicamente se orientan al negocio; restricciones hacia los futbolistas para buscar aires en ligas más competitivas, además de las propias decisiones personales de mantenerse en zona cómoda; sistema de competencia local que no favorece el desempeño constante (ahora sin descenso); prolongada ausencia en Copa Libertadores y pleito con CONMEBOL que excluyó a México de la Copa América 2019 y 2021, ahora ya de regreso.  

Sabemos que los resultados importan, pero no nada más: las formas también son muy relevantes y en estos años no hemos encontrado ni unos ni otras, más allá de la Copa Oro 2023. No se percibe un proyecto claro, amén de no contar con una plantilla a la altura de las circunstancias - en buena medida por las causas citadas- ni personal de pantalón largo que muestre capacidad y compromiso: el problema pasa por las personas pero, sobre todo, por las estructuras endebles que siguen sometidas a intereses cortoplacistas y rentistas. Culpar y cambiar a un entrenador o a ciertos jugadores no resuelve una situación mucho más compleja, producto de un conjunto de formas de ver el juego y de entender la dinámica misma de las competencias deportivas.


 

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