Tachas 578 • El Álamo, de Paco Ignacio Taibo II • Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
En la historia de cualquier ejército nacional es difícil encontrar un episodio más vergonzoso que la campaña emprendida por Antonio López de Santa Anna para recuperar Texas, que concluiría con la mitificación de los defensores independentistas del pequeño fortín de El Álamo y la derrota absurda de San Jacinto. Allí fue capturado el Generalísimo, quien a su vez selló la pérdida definitiva de la provincia a la que años después, y también gracias a su intervención, se unirían los actuales estados de California, Nevada, Utah, Arizona, Nuevo México, Colorado y Wyoming.
La historia que retoma Taibo II para refutar el heroísmo y apedrear el invención de El Álamo como baluarte de la nacionalidad texana, no se suscribe sólo al asedio de trece días y la batalla de media hora de duración, sino principalmente a las vidas de los principales cabecillas de la defensa y sus intereses, plasmados en una constitución redactada al vapor que “negaba la ciudadanía a africanos, descendientes de africanos e indios, prohibía el ingreso a Texas de negros libres y llegaba más lejos al impedir que un ciudadano pudiera liberar a sus esclavos sin permiso del Congreso.” Pues “Muchos de los «héroes» texanos no sólo eran esclavistas, fueron traficantes de esclavos.” Y, para colmo, la mayoría ni siquiera eran texanos, pues habían migrado de estados norteamericanos para aprovechar la especulación de tierras que se había desatado desde años atrás. Jim Bowie, William Barret Travis, David Crockett, James Walker Fanin y Sam Houston son dibujados sin concesiones, al igual que no se ahorran epítetos para actuaciones como la de Santa Anna y el general Vicente Filisola. Incluso podría sorprender a más de uno el capítulo titulado: “Santa Anna marcha hacia su pinche destino”.
Taibo II realiza un recorrido minucioso con una profusa lista de fuentes que abarca ambos lados de la frontera. Incluye apartados sobre especulación, robo y falsificación de documentos históricos que pasaban a manos de millonarios petroleros ávidos de glorias pasadas, o por lo menos de una tradición sobre la cual asentar sus fortunas.
El desastre de Texas, preámbulo de la desastrosa guerra del 46, abre también una pregunta muy válida por parte del autor, consciente de que buena parte de la historia es escrita por los vencedores: “¿No habría que pensar que la historia se escribe también desde el punto de vista de los campesinos mexicanos que se quedaron en Texas después de la guerra, y cuyas comunidades serían despojadas de una manera cruel en los siguientes años; de los negros que permanecieron en la esclavitud, de los comanches, los apaches lipanes, que serían ultimados y casi desaparecidos en los siguientes años?”
Como puede preverse, la lectura de este libro produce una indignación mayúscula; lo recomiendo ampliamente a personas que presenten síntomas de transportar atole en su sistema vascular. Seguro que algo se les moverá.
Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com
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