Tachas 587 • Señas de identidad de la investigación biográfico-narrativa • Anabel Moriña
Anabel Moriña
Para comenzar a presentar la investigación biográfico-narrativa me gustaría exponer cuatro tipos de planteamientos que la hacen diferente de otros tipos de investigación y que podrían constituirse como señas de identidad de la misma. La primera se refiere a que este tipo de estudios privilegia escuchar las voces de personas silenciadas en los discursos científicos, por tratarse de grupos oprimidos o vulnerables. La segunda tiene que ver con la importancia de incluir la subjetividad en el proceso de comprensión de la realidad de la persona que narra su historia. Es decir, la subjetividad es reconocida y valorada. La tercera cuestión está relacionada con las relaciones en la investigación, que deben estar basadas en procesos democráticos y en los que las personas que participan en la investigación adopten un papel activo (desde el enfoque de objetos de la investigación, a representantes y participantes en ésta). La aproximación narrativa posibilita establecer, en el desarrollo de la investigación, un cambio en la estructura de poder tradicional y en la forma de entender la producción de conocimiento. Por último, se tiene en cuenta la investigación narrativa como enfoque emancipador, ya que más que a describir o interpretar, la investigación debe contribuir a transformar el mundo.
EL DERECHO A SER OÍDOS.
GRUPOS OPRIMIDOS Y VULNERABLES A LOS QUE SE LES DA VOZ
Como argumentan Lincoln y Denzin (1994), las voces oprimidas y silenciadas en el discurso académico pueden participar ahora de éste. Para hacer oír estas voces, los métodos narrativos se presentan como idóneos. De hecho, el tema de dar voz es una seña de identidad de este tipo de métodos. En este terreno se ha llegado a decir que los métodos narrativos privilegian escuchar las voces de personas que tradicionalmente han estado silenciadas, pudiendo ser el caso de grupos vulnerables u oprimidos, como personas con discapacidad, mujeres o infancia, entre otros.
A este respecto Booth (1998) plantea la “tesis de la voz excluida”. Según este autor los métodos narrativos facilitan el acceso a los puntos de vista y las experiencias de los grupos oprimidos que carecen del poder de hacer oír sus voces con los sistemas tradicionales del discurso académico. Shah y Priestley (2011) coinciden en este argumento enfatizando la importancia de escuchar las historias de vida de grupos que históricamente no han estado presentes en el discurso científico, como es el caso del colectivo de personas con discapacidad.
Desde otra postura, Plummer (1983) sostiene que los buenos informadores deben expresarse honestamente, ser capaces de verbalizar y tener una “buena historia que contar”. Sin embargo, Booth (1998) cuestiona este argumento y se pregunta, ¿cómo se puede dar voz a personas que carecen de palabras? Booth asume que este planteamiento puede llevar a pensar a muchos investigadores e investigadoras que los métodos narrativos son inadecuados, por ejemplo, para personas con dificultades de expresión. Y esto le lleva a considerar, como Baron (1991) explica, que precisamente quienes más necesitan que se escuchen sus historias tal vez sean quienes tienen menos capacidades para contarlas. Es decir, si tuviéramos en cuenta la sugerencia de Plummer (1983), llegaríamos a reproducir el discurso dominante y a excluir de la investigación a aquellos grupos que precisamente más necesitan ser escuchados.
No obstante, es cierto, siguiendo a Bertaux (1981), que un buen relato de vida es aquel en el que quien es entrevistado se hace con el control de la entrevista y habla libremente. Pero esto no significa que se deba excluir de la investigación a personas a las que no les resulta fácil mostrar esta competencia. Cuando las personas cuentan, por ejemplo, con poca fluidez verbal, puede suponer un trabajo más arduo para quién investiga: en la forma en la que se conducen las entrevistas (ya que para integrar a quien narra se necesitan otras técnicas que no sea simplemente hablar), en la cantidad de tiempo que conlleva recoger un relato de vida o en la forma en que ésta se redacta. Pero no por ello debe excluirse su participación. Pueden utilizarse otros instrumentos de recogida de datos más participativos como, por ejemplo, la fotografía.
Como veremos en el apartado cuarto de este libro, en relación con el uso de diferentes instrumentos de recogida de datos, existen técnicas de recogida de datos que facilitan el proceso de investigación a personas que tienen dificultades de expresión. Además, se puede probar con otros recursos a la hora de analizar o escribir las historias de vida.
LA SUBJETIVIDAD RECONOCIDA Y VALORADA
Otra cuestión en torno a los métodos narrativos e historias de vidas está referida a la subjetividad. De hecho, Booth (1998) explica que el método narrativo es aquel que pretende describir la experiencia subjetiva de las personas de una forma fiel al sentido que éstas dan. En este método, la subjetividad es reconocida y valorada (Atkinson, 2007; Goodley, 1996, 1999). Con este tipo de investigación surge una crisis de los modos paradigmáticos establecidos de conocer, donde se replantea el papel del investigador o investigadora y la necesidad de incluir la subjetividad para comprender la realidad de las personas que narran sus historias.
Los investigadores e investigadoras trabajan para obtener conocimiento “interior” de la vida social que estudian (Hammersley, Gomm, & Woods, 1994). Para mostrar las perspectivas de las personas y sus experiencias, quien investiga debe estar cerca de los grupos; debe vivir con ellos, mirar el mundo desde sus puntos de vista, desde sus inconsistencias, ambigüedades y contradicciones en sus formas de decir, hacer y ser, explorar la naturaleza y extensión de sus intereses, y comprender las relaciones entre los roles de las personas estudiadas. El investigador o investigadora intenta apreciar la cultura de esos grupos. Y por ello, ¿debe llegar a ser nativo?, ¿cómo acceder al mundo de los otros?
Hasta hace poco se hablaba en la investigación cualitativa sobre la máxima de “volvernos nativos”. Existía una preocupación por llegar a ser como los Otros. Hoy esta expresión es inapropiada e impensable: ¿cómo llegar a ser incivilizados seres civilizados?, ¿cómo, por ejemplo, quién estudia la cultura gitana puede llegar a actuar, pensar, sentir como si fuera gitano o gitana? Estas palabras ya no se usan y hoy hay un mayor énfasis en escuchar, en representar las voces de los Otros. Se intenta vivir más cerca de las vidas de las personas que participan en las investigaciones, pasando más tiempo en esos espacios, para comprender cómo han sido construidos sus mundos. Se usan estrategias y técnicas que faciliten y permitan adentrarse en el espacio personal y vital de los Otros (entrevistas informales, observaciones directas, narraciones personales, fotografías, etc.). Pero no es posible vivir esas vidas. Además, los investigadores e investigadoras no pueden dejar al margen su vida habitual cuando observan, interpretan y redactan sus trabajos (Stake, 1998), ¿cómo olvidar, y no ver el mundo desde sus parámetros?
Para hablar con autenticidad de las experiencias de los Otros, en los estudios se introduce al Otro en el proceso de investigación. Lincoln & Denzin (1994) sugieren que esto supone diferentes interpretaciones, dependiendo de quién investiga. Para unos, significa esfuerzos participativos o colaborativos, investigación y evaluación. Para otros, implica una forma de investigación libertadora donde los Otros son formados para comprometerse en sus propios esfuerzos interrogativos sociales e históricos y tienen la oportunidad de responder a cuestiones de opresión histórica y contemporánea. Son, por ejemplo, investigaciones sobre discapacidad realizadas por investigadores o investigadoras con discapacidad (Oliver, 1996) o investigaciones sobre las desigualdades hacia la mujer emprendidas por investigadoras feministas (Peters, 1998).
Goodley (1999) comenta que desde el feminismo se presenta una postura más radical y, cómo en ciertas corrientes del feminismo, argumenta que sólo las investigadoras pueden realmente captar el mundo de las mujeres que participan en la investigación, porque ellas, como sus participantes, experimentan y conocen cómo se sienten al ser mujeres en una sociedad patriarcal. Esta es una cuestión controvertida, que deslegitimaría investigaciones, por ejemplo, sobre/con mujeres, en las que participen hombres; o investigaciones sobre/con personas con discapacidad en las que los miembros del equipo de investigación no tienen una discapacidad.
Asimismo, algunos investigadores e investigadoras reclaman que los Otros lleguen a ser coautores en las aventuras narrativas, que se construya la investigación en un proceso dialógico entre quien investiga y los participantes. E incluso hay quienes sostienen que significa construir textos, a los que llaman “experimentales” o “confusos”, donde hablan múltiples voces, a menudo en conflicto. Sin olvidar a aquellos para los que implica presentar a la comunidad una serie de auto-historias, narrativas personales, experiencias vividas, representaciones poéticas y algunas veces textos ficticios que permiten al Otro hablar por sí mismo. Esto supone contar la investigación desde las propias voces de los participantes. Es decir, quien investiga llega a ser meramente la conexión entre el campo, la investigación y la comunidad para asegurar que esas voces sean oídas.
Aún habiéndose democratizado tanto la investigación, teniendo cabida una multitud de formas para representar las voces de los Otros, hay dificultad para hablar de los Otros con autenticidad, reciprocidad y verdad. Incluso cuando la investigación está escrita desde la perspectiva del Otro –por ejemplo, mujeres que escriben sobre mujeres–, la mujer que lo hace puede “involuntariamente preservar las relaciones del poder dominante que ella explícitamente pretende superar” (Lincoln & Denzin, 1994: 578).
Los métodos narrativos, per se, pretenden describir la experiencia subjetiva de las personas, de forma que sea fiel al sentido que éstas dan a sus propias vidas (Booth, 1998). La investigación narrativa enfatiza la importancia de que los participantes en los estudios hablen de ellos mismos, sin silenciar su subjetividad. Aportan una visión interior porque tratan a las personas como “testigos expertos” de sus propias vidas cuyos relatos pueden constituir, a su vez, un punto de acceso a su mundo a través de la subjetividad e interpretación del propio lector o lectora. En definitiva, ayuda a contrarrestar el problema de la “desaparición del individuo” que se produce en la teorización sociológica, en la que la búsqueda de la abstracción y la generalización a menudo reduce a las personas a poco menos que cifras, esto es, los convierte en sujetos pasivos. Es como Bolívar (2017) describe una apuesta por la individualidad, poniéndose en valor cómo las personas vivencian y dan significado a sus vidas.
LAS RELACIONES EN LA INVESTIGACIÓN.
¿CAMBIAMOS EL JUEGO O CAMBIAMOS LAS REGLAS DEL JUEGO?
¿Cambiamos el juego o cambiamos las reglas del juego? Oliver (1992, 2008) es pionero en defender que se hace necesaria otra forma de investigación, en la que predominen planteamientos metodológicos más democráticos del conocimiento y su construcción, y en los que se involucren las personas que participan en los estudios. Según este autor, si bien el paradigma cualitativo interpretativo cambió las reglas, en realidad no modificó el juego (Oliver, 2008). Por ello, es imprescindible transformar ciertos supuestos de los modos tradicionales de investigar, haciendo un proceso más accesible, natural o democrático.
Como se ha publicado en el contexto internacional (Barton, 1998, Oliver, 1992) o nacional (Parrilla, 2010), es preciso resolver una serie de dicotomías acerca de las relaciones que se establecen en la investigación. Éstas están referidas a las personas participantes, al investigador o investigadora y a la investigación. En primer lugar, en cuanto a las personas participantes, es necesario que éstas pasen de ser objeto de estudio a representantes y participantes activas en los procesos de investigación, evitando una máxima muy conocida en el mundo de la discapacidad, “Nada para nosotros sin nosotros”. Además, en cuanto al papel del personal de investigación, se requiere un cambio de su rol experto a outsider. Quiere esto decir que es necesario investigar con, en lugar de investigar sobre. Y en este sentido, cobran especial significado términos como co-investigación, co-escritura o escritura colaborativa. Respecto a la investigación, ésta pasa de estar ajena, a estar comprometida, como práctica social transformadora de la realidad. Relacionada, por lo tanto, con “una investigación participativa o emancipadora”, que veremos en el próximo apartado.
De hecho, la aproximación narrativa posibilita establecer, en el desarrollo de la investigación, un cambio en la estructura de poder tradicional y en la forma de entender la producción de conocimientos. O, como Dossa (2009) considera, las historias narrativas tienen el potencial de tener efecto en el cambio social. Investigamos con ellos (modo conversacional) y no para ellos (apropiándonos de sus historias). Es decir, como explican Cornejo (2006), Fullana, Pallisera, y Vilà (2014) o Goodson (2004), permite que cambie la relación entre investigador e investigadora y las personas que participan en la investigación.
En este tipo de métodos es frecuente utilizar términos como co-investigación, co-autoría, co-propiedad. Es un tipo de investigación en la que los procesos de investigación se acometen de forma democrática.
Este énfasis en el cambio en las relaciones de poder en el proceso de investigación, lleva a plantear que este tipo de investigación requiere transformaciones. La primera de ellas, de acuerdo con Pinnegar & Daynes (2007), implica cambio en la relación entre la persona que realiza la investigación y la persona que participa (la relación entre investigador e investigado). Ambas partes aprenderán y cambiarán durante el proceso de investigación. Por tanto, las relaciones no son estáticas sino dinámicas, y crecer y aprender es parte de este proceso. Otra variación tiene que ver con un movimiento del uso del número hacia el uso de las palabras. Los datos que son relevantes son las narraciones de las personas. Un tercer cambio está relacionado con focalizar en lo local y específico, en lugar de, en lo general y universal. Y, por último, se precisa una visión más amplia para aceptar epistemologías alternativas o formas de conocer.
Por otro lado, Chambers (1983) habla de los investigadores e investigadoras como intrusos en muchos procesos de investigación. En la investigación narrativa, la toma de decisiones para definir los problemas de investigación deberían ser abordados conjuntamente. El diseño, la recogida de datos, análisis y valoración de los resultados, asimismo, deberían ser caracterizados por una relación de colaboración entre quien investiga y los participantes. Como explican Fullana et al. (2014), desde un punto de vista metodológico eso supone que cualquier investigador o investigadora colabore con las personas participantes adoptando el rol de facilitador, asegurando que el proceso de investigación emerge de los propios intereses de quien participa. Para ello es necesario identificar estrategias que les permitan expresarse por sí mismos, métodos diversos que puedan ser adaptados a diferentes personas y ser menos dirigidos por quien investiga. En conclusión, lo que se requiere es una aproximación más inclusiva a la investigación (Parrilla, 2009; Rojas, 2008).
LA INVESTIGACIÓN DE LA INCOMODIDAD.
¿PLANTEAMIENTOS EMANCIPADORES EN LOS MÉTODOS NARRATIVOS?
Una última seña de identidad de los métodos narrativos que va a ser considerada en este libro es la referida a comprender este tipo de metodología desde planteamientos emancipadores (Barton, 2005; Calderón, 2016; De la Rosa, 2010; González Monteagudo, 2012; Oliver, 2008; Sparkes, 1994; Susinos y Parrilla, 2008). De acuerdo con estos autores y autoras, la investigación debe tener una finalidad de emancipación, es decir, debe contribuir a cambiar el mundo más que a describirlo e interpretarlo.
Wolgemuth & Donohue (2006), en esta misma línea, concluyen la importancia de que la investigación sea emancipadora, y en su trabajo se preocupan por la práctica y ética de llevar a cabo investigaciones narrativas que faciliten transformaciones sociales y personales. Estos autores proponen un modelo de investigación narrativa que denominan “la investigación de la incomodidad”. Este tipo de investigación enfatiza el potencial proactivo y de transformación de los proyectos de investigación, tanto para el investigador o investigadora como para quien participa.
La investigación narrativa es un proceso potencialmente transformador que puede cambiar profundamente las formas de ver y ser de participantes en los estudios, y también la de quienes investigan. Para ello, es importante que tanto participantes como personal de investigación se sientan cómodos para compartir sus creencias, asunciones y vulnerabilidades, reconociendo que el confort crea un espacio para experimentar las situaciones de “disconfort”, ambigüedad y transformación. El investigador narrativo no es espectador de la historia del participante, con una “posición de distancia y separación”, sino un testigo que asume responsabilidades socio-históricas y co-implicación en los procesos de construcción de sus historias.
En esta relación entre quien narra y quien investiga es fundamental la ética de la empatía, a través de la escucha activa y respeto de la capacidad de los participantes para explorar y determinar sus propias posibilidades y límites.
Por otro lado, la investigación emancipadora está muy vinculada al modelo social de discapacidad. Oliver (2008) explica que la investigación en el ámbito de la discapacidad no debe considerarse como un conjunto de procedimientos técnicos y objetivos que realizan los expertos, sino que debe ser parte de la lucha de las personas con discapacidad por cuestionar la opresión que actualmente sufren en sus vidas cotidianas. Asimismo, este paradigma emancipador también es propio de otros grupos que puedan estar oprimidos.
Es necesario que desde este tipo de investigación se les consulte a las personas participantes sobre la investigación, antes de realizarla (qué temas habría que investigar, cómo realizar el estudio, etc.). Pero no solo en esta fase inicial es importante escuchar sus voces, también durante el proceso se debe pedir su implicación en las distintas fases del diseño metodológico. De hecho, el investigador o investigadora pasa de intérprete “experto” del mundo a estar al servicio de las personas, al poner sus habilidades a su disposición. En este contexto son las personas con discapacidad las que deben formular las preguntas que guiarán la investigación y, lo que es fundamental, controlar los recursos.
La investigación emancipadora surge, por tanto, si no para desafiar, al menos para cuestionar algunos de los supuestos de los demás paradigmas. Busca el empoderamiento de las personas que participan en la investigación. Los investigadores e investigadoras deben aprender de qué manera poner sus conocimientos y aptitudes al servicio de quienes participan, con el objetivo de que estos últimos los utilicen de cualquier forma que elijan. Por ejemplo, Bridges (2001) explica que tanto la entrevista, como cuando se comparten las narrativas personales, pueden ser tomadas casi a modo de recurso terapéutico y emancipatorio. Y Walmsley (2008) añade, que las personas deben controlar el proceso de investigación, en lugar de solamente participar en él.
Para finalizar con este apartado me gustaría hacer una delimitación entre dos conceptos que en muchas ocasiones son utilizados de manera sinónima: participación y emancipación. A veces se utiliza investigación participativa como sustituto de emancipatorio. Sin embargo, como establece Walmsley (2008), no es lo mismo la investigación participativa y la emancipatoria. Zarb (1992) plantea que la investigación participativa podría ser un prerrequisito para la investigación emancipadora en el sentido de que los investigadores e investigadoras pueden aprender de las personas con discapacidad y viceversa. Explica, además, que la investigación no será emancipadora hasta que las personas con discapacidad controlen la investigación y decidan quién y cómo debe participar en ella.
La tabla 1.1. muestra las principales diferencias entre investigación participativa e investigación emancipadora.
Tabla 1.1. La investigación participativa y la investigación emancipadora |
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Investigación participativa |
Investigación emancipadora |
Metodología |
Métodos cualitativos fenomenológicos (ver las experiencias de los sujetos desde dentro) |
La investigación como acción política; métodos tanto cualitativos como cuantitativos |
Ideología |
No está especificada. Es probable que sea tanto la normalización como el modelo social de discapacidad y que promueva imágenes positivas de las personas con discapacidad |
Adopción del modelo social de discapacidad; la investigación sólo se realiza si va a beneficiar de forma práctica a las personas con discapacidad |
¿Quién está a cargo? |
El investigador junto con las personas con discapacidad, en especial en la etapa de recogida de información |
Las personas con discapacidad están a cargo de todos los aspectos, desde el planteamiento de las preguntas hasta la difusión de sus resultados |
Papel que ocupa el investigador o investigadora |
Especialista que comparte sus conocimientos con los sujetos de estudio; a veces también actúa como consejero o persona de apoyo |
Especialista a disposición de las personas con discapacidad, a quienes debe rendir cuentas |
Tema de estudio |
Cuestiones relevantes para las vidas de las personas con discapacidad |
Explorar e identificar las vías adecuadas para el cambio |
Responsabilidad |
Responsabilidad ante quienes financian la investigación |
Responsable ante las personas con discapacidad y sus organizaciones |
(Para cita: Anabel Moriña-Díez. Investigar con historias de vida: metodología biográfico-narrativa. Narcea, 2017. ISBN 978-84-277-2234-7)
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Anabel Moriña. Catedrática de Universidad del área Didáctica y Organización Escolar en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. Su investigación, desde un enfoque cualitativo, se centra en la educación inclusiva y exclusión en diferentes etapas educativas, diversidad, metodologías innovadoras de enseñanza y aprendizaje, diseño universal de aprendizaje y en la discapacidad en la enseñanza superior.
Ha dirigido proyectos nacionales y europeos. Cuenta con numerosas publicaciones en revistas indexadas en los primeros cuartiles en la Web of Science y Scopus. Además, es autora y editora de libros en prestigiosas editoriales. Ha impartido conferencias nacionales e internaciones y ha sido examinadora internacional en doctorado y promoción académica de prestigiosas universidades.
Colabora en la evaluación de investigación con la Agencia Estatal de Investigación, ANECA, y con otras agencias europeas. Es miembro del equipo editorial de revistas internacionales de impacto, como European Journal of Special Needs Education o Teaching in Higher Education, así como revisora de numerosas revistas.
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