Experimental

Tachas 593 • Las hojas del libro sobre el escritorio • Jeanne Karen

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Jeanne Karen

 

Cuando el mundo duerme, cuando las personas que viven con nosotros o las más cercanas duermen, parece que todo se detiene. Hay momentos en los que no logro escuchar  ni el movimiento de los pinos o el caer de las hojas. Otras veces sí, percibo cada ruido como si se quedara a vivir en mi cabeza. Pero, escribo, leo, a veces hasta bebo café en las horas de la madrugada. Luego me enfrento a un libro o a mi propia escritura: una hoja en blanco, un cuaderno nuevo, otra idea que nace poco a poco.

Lo que más atrae a mi mente, lo que más me inspira, sin duda es leer poesía, vivirla, escucharla, sentirla, escribirla. En mi escritorio hay varios libros abiertos, siempre habrá uno de poesía, quizá no es el que me gusta más, pero por alguna razón se quedó ahí y vuelvo a sus páginas de vez en cuando. Me ha pasado que me aprendo algunos versos, los anoto en algún lugar para luego olvidarlos. Así pasa a veces con la vida, con los acontecimientos, en el momento parecen lo más importante, pero después lo olvidamos, lo dejamos a un lado para dar pie a algo nuevo, o por lo menos eso quiero creer.

Hay un libro que tiene un par de meses en ese sitio fabuloso del escritorio, es un libro de poesía en prosa o prosa poética. Se trata del libro Coyuntura del cuerpo y del jardín, de Claude Esteban, uno de los grandes de la poesía francesa contemporánea. Lo leo de vez en cuando, realmente cuando se trata de no arriesgarme, de no conocer algo nuevo, vuelvo a los orígenes, a los libros que más he amado. Busco entre sus versos como el bosque busca la luna en un claro, en un sitio preciso entre el verso y la fascinación, ahí está el impecable trabajo de Esteban. Si entro al texto, me reconforta saber que él escribió: Yo amaba la muerte. Lo decía. Lo escribía sobre cada hoja blanca. La muerte era una palabra, tan sólo eso. Una palabra muy pura. La escribía sin que mi cuerpo comprendiese. Cuando ha visto, ha gritado. Ha despreciado lo que no era él, las palabras, las fábulas. La noche llegaba.

Cuando escribí mi primer libro de poemas, tenía el mismo tema: la muerte. Una muerte física, que no se parecía en nada a mí, que estaba tan lejos de lo que era en ese tiempo, una joven de diecisiete años. En mis ojos, en mi mirada, apenas se vislumbraba la vida, algo incipiente, confuso, tal vez por eso pude escribirla, porque la incertidumbre se le parecía, porque la melancolía y la nostalgia eran palabras casi hermanas. 

Ahora añoro, extraño, pienso en el pasado, respiro, vuelvo al deseo, al impulso, a las ganas de hacer un poco más; para luego recordar que ya no es el momento, que ahora hay que hacerlo todo mejor, con cautela, medir las consecuencias, respirar pausadamente, ser juiciosa, sabia. Creo que por eso permanece el libro abierto, refulgen esas palabras, parece que va a crecer el jardín del que habla el poeta y que casi puede tocarse; así pasa con la poesía, con la vida y con la muerte. Casi podemos saber su significado, casi lo expresamos, casi.






 

 

 

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Jeanne Karen 
(San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).



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