Para la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el pasado 8 de marzo, me invitaron a participar en una lectura. Un pequeño grupo de mujeres leímos en el Centro Cultural del Ayuntamiento de mi ciudad natal, San Luis Potosí. 

El nombre del recital fue Poesía en Resistencia. Si tratamos de relacionar la palabra resistencia, seguramente llegan a nuestra mente poderosos capítulos de la historia universal. Pero si buscamos verlo desde un punto de vista más personal, como si pudiéramos utilizar la palabra para definir algo de nuestra propia historia, de nuestras propias vidas, ¿qué sería?, seguramente para cada persona evoca algo distinto.

La semana pasada fue una semana que quedará marcada por mucho tiempo en nuestro imaginario colectivo, tenemos en nuestras mentes imágenes devastadoras de una realidad que atraviesa mares, montañas, sitios lejanos, tenemos un dolor palpable, con nombres, rostros, vidas. Es algo que no se logra borrar. Por lo que permanecí en silencio muchos días, tratando de purificarme un poco o por lo menos tratando de encontrar mi centro de paz, una paz que me pertenece solamente a mí y que es la que me ayuda a seguir: escribiendo, creando, respirando, pensando. En algún tiempo también me ayudó a soñar, pero ahora mismo siento que he dejado los sueños a un lado. 

Lo que vivimos como país ha destruido poco a poco mi corazón, lo siento árido, gélido, como un desierto interminable de paisajes de nieve. Un frío que abarca cada minuto, cada día y que no me deja ni siquiera abrazar una pequeña esperanza.

A veces las palabras llegan a mi mente como flechas, certeras puntas que hieren, que me lastiman. Mis propios pensamientos me derrotan, ensombrecen el cuerpo claro de la belleza. 

Entonces debo cerrarme, guardarme, quedarme callada para volver a respirar, para tomar aire, para recuperar el aliento, para pronunciar de nuevo un verso que mantenga mi calor. La palabra poética como resistencia debe prevalecer, debe iluminarnos. 

En la lectura que compartí se leyeron poemas interesantes, pero sobre todo dolorosos: dolor de existir, dolor de ser mujeres y pertenecer a este tiempo en que vivimos; pero, siento que la poesía también debe darnos mucha fortaleza y luz. Fuerza para permanecer de pie, y luz para darnos cuenta de que no caminamos solas, que somos muchas por las mismas sendas, aunque con vidas muy distintas, somos un coro de voces tratando de encontrar la melodía perfecta. El tiempo lo dirá.

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Jeanne Karen (San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998) Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006) Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).

Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).

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