Tachas 627 • La mujer que amaba a los insectos, de Zyanya Mariana • Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
A caballo entre la Hélade y el Anáhuac transcurre La mujer que amaba a los insectos (Trajín, 2025), extraordinario libro de relatos de Zyanya Mariana donde las narradoras, fabulosas tejedoras de relatos y maestras de la digresión, entretejen la cotidianeidad del México moderno con los mitos y tradiciones ancestrales. La poeta nos ha visitado en varias ediciones de la Feria del Libro de Irapuato, donde presentó sus poemarios De las cosas que vienen de la nada y otras inmediateces (2010) y Linajes y Anarquías(2013). También obtuvo una mención en el Premio Dolores Castro en (2013) con su trabajo narrativo Cuentos y bollitos para una niña.
Su oficio se refleja en la calidad de su prosa, vibrante en cada una de las cinco historias que conforman el ejemplar. Además me impresionó su capacidad para desarrollar metáforas; para transmutar episodios personales en eventos de orden cósmico o mitológico. Ojalá toda esta narrativa del yo, que a veces siento anega, en el peor de los sentidos, el espectro literario nacional, desarrollara la altura que alcanza Zyanya en estos textos que nos abisman hacia ese extremo occidente, donde sublima las tradiciones grecolatinas y las prehispánicas mexicanas.
Y son relatos de mujeres, empezando por la valiente, tehuacana y fetichista Magdalena, amante de los pies. Pasando por Marilyn Monroe, cuya confesión brota desde el Cocito, último y helado infierno de los traidores según la tradición de Dante, para continuar con un sublime tratado sobre la filósofa Hiparquía. En el meridiano del libro, la pieza maestra; La mujer que amaba a los insectos, un banquete verbal salpicado de humor y erudición. Como remate, el mito de Telfusa y Apolo trasplantado al corazón de la CDMX, la plaza de la constitución, más conocida por todos como el Zócalo.
Las mujeres de Zyanya aman, mienten, se enredan, maternan y platican de mil maneras para defender su lugar esencial en el cosmos. Para la muestra un breve fragmento:
De camino, en una estación entraron un grupo de jóvenes, casi pubertos, había uno de ojos rasgados y piel broncínea; hermoso. Casi un guerrero en busca de escamas líquidas. En esos momentos, al cacharme deseosa, me doy cuenta de que ya no soy joven; y es que mira con cierta reverencia la pelusilla de la piel nueva y el brillo audaz de la ingenuidad. Los miro también con ternura materna, no están destinados a matar dragones. No serán arcángeles luminosos, ni guerreros mitológicos, ni siquiera podrán contemplar las visiones, a menos que… A menos que recuesten el oído en el corazón de la tierra, escuchen al dragón y empalmen su latido con el corazón propio. Pero están apresurados. Prefieren el camino corto, matar al dragón y hacerse personajes televisivos.
Un libro excepcional que dará mucho que hablar en el futuro.
Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com
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