Tachas 628 • Pasaporte a Magonia, de Jacques Vallée • Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
En un par de meses se cumplirán dos años de la penosa Audiencia Pública sobre fenómenos anómalos no identificados en el salón verde de la Cámara de Diputados de México, donde Jaime Maussán exhibió dos cuerpos que describió como “seres no humanos” o “momias trillizas extraterrestres” provenientes de Nazca, Perú. Invitado por el actual presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Carlos Gutiérrez Luna, la presentación de Maussán, además de desacreditar a la institución, fue una fuente prodigiosa de memes, burlas y críticas.
El año pasado, en este espacio, comenté el último libro de JJ Benítez (Guía 572, Tachas 600) alrededor del fenómeno alienígena en México, más concretamente en Guanajuato y sus límites con Michoacán. Como no había vuelto a leer en mucho tiempo sobre el tema y tentado por las menciones de raptos extraterrestres que hace Vonnegut en Matadero 5, busqué una fuente a caballo entre la formalidad y la especulación. Así llegué a Jacques Vallée y su clásico entre los ufólogos, ovniólogos o faniólogos (cada quien quédese con el término que más le acomode). Se trata de Pasaporte a Magonia, publicada en 1969, que a pesar de su antigüedad no pierde su capacidad para asombrar, pues desarrolla la tesis de que los fenómenos modernos de encuentros con naves y seres extraterrestres tienen paralelismos claros y sistemáticos con relatos antiguos de encuentros con hadas, elfos, genios, y otros entes sobrenaturales registrados en las tradiciones populares de diferentes culturas. La recopilación de tradiciones y encuentros prodigiosos desde la antigüedad a través de los siglos se mantiene en un contrapunto muy sabroso con las descripciones de “oleadas” de avistamientos y encuentros hasta del séptimo tipo. (Yo tampoco lo creía, me había quedado sólo en el tercero; pero si tienes sexo o procreas con alienígenas eso se considera séptimo tipo…).
Vallée, para resumir, considera que más que seres de otros planetas pueden ser habitantes primigenios de la tierra o de dimensiones paralelas; formas de inteligencia no humana que coexisten con nosotros desde tiempos inmemoriales y que se manifiestan de manera adaptativa según la cultura, el lenguaje y las creencias del momento histórico.
Sería muy bonito poder compartir la creencia común según la cual los OVNIS son naves procedentes de una superior civilización cósmica, porque se trata de una hipótesis ampliamente divulgada por la ciencia-ficción, y porque no estamos totalmente impreparados, científica, ni quizás incluso militarmente, para enfrentarnos con visitantes extraterrestres. Mas, por desgracia, la teoría según la cual los platillos volantes son objetos materiales procedentes del espacio y tripulados por una especie originaria de otro planeta no constituye una solución total del enigma. Por sólida que sea la actual creencia en el origen extraterrestre de los platillos, no es más sólida que la fe que tenían los celtas en los elfos y las hadas, o la creencia medieval en la existencia de lutins, o el temor que inspiraban en toda la cristiandad, durante los primeros siglos de nuestra era, demonios, sátiros y faunos. Y ciertamente no puede ser más sólida que la fe que inspiró a los autores de la Biblia, una fe arraigada en el trato cotidiano con visitantes angélicos.
No sé si ya lo habrán leído Maussán o Gutiérrez Luna pero es una recomendación fascinante para aprender cómo el fenómeno interactúa con la conciencia humana y con nuestra construcción simbólica de la realidad.
Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com
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