Apocalípticos no; integrados, tampoco
Ficción: todo lo que no es realidad misma: ciencia, poesía, filosofía, pintura, música…
Jorge Wagensberg
El pensamiento analítico de Umberto Eco ofrece una oportunidad para revisar lo que está pasando en la llamada sociedad de la información, y con el acceso a ella en tiempo real a través de internet, y de los dispositivos, que se han masificado y dan cabida y cuenta de una infinidad de perspectivas, opiniones, fantasías, especulaciones, análisis y reflexiones sobre lo que pasa en la sociedad con la pandemia del COVID-19.
Diversas voces se lanzan a dar su opinión desde las más diversas disciplinas y miradas. Lo cierto es que la pandemia está obligando a una necesaria reflexión dados los impactos que se van presentando en el mundo globalizado y en las acciones locales en cada país, y hasta en cada alcaldía.
La información nos rebasa, nos confunde, nos salpica. Hiere susceptibilidades e ideologías, entre pensamientos rigurosos que proponen algunas soluciones y muchas banalidades que crean desinformación, miedo y pánico. No hay duda: la discusión sobre el papel de los medios masivos de comunicación es necesaria, junto con la función y uso de las redes sociales y las interacciones reales y simbólicas que se producen en la virtualidad digital.
El análisis expuesto en el libro: “Apocalípticos e integrados” de 1964 se hace vigente y nos pone en la posibilidad de pensar juntos qué está pasando en estos momentos respecto a la información y su uso a partir de la contingencia sanitaria.
Los medios de comunicación están en el ojo del huracán, y con ello los lectores, usuarios y cibernautas, que viven inmersos el consumo de noticias en la televisión, la radio y redes sociales digitales, rodeados por un nuevo panóptico de cámaras, pantallas y monitores, de sonidos y audífonos que segmentan, fragmentan, confunden, distorsionan y aíslan, creando una nueva serialidad que explota el individualismo, más si reconocemos en los medios masivos de comunicación el olvido de fines sociales básicos y de una ética de mínimos.
A esta realidad mediática se incorpora la producción y emisión de mensajes de los “prosumidores” -termino acuñado por Alvin Toffler en su libro la Tercera Ola en 1980-, que es parte del nuevo escenario de las interacciones comunicacionales, donde las tradicionales audiencias pasivas se han incorporado a la producción y emisión de mensajes sin ningún filtro, con una plasticidad y con mucha creatividad, en la que blogueros, tuiteros y youtubers se ubican como referentes mediáticos, al ser influencers en la creación de una opinión pública que ha demostrado ser maleable con facilidad, y muy crédula en relación con lo que circula en la redes sociales virtuales y que se va aderezado de bots y de diversas estrategias de control de las tendencias de consumo, consulta e información, por parte de los poderes —fácticos y reales- de quienes están en el juego y la lucha por el poder, aun poniendo en riesgo la salud física y mental de la población, como pasa ahora con el covid-19.
Umberto Eco describe la comunicación y la analiza como: “la apocalíptica (quienes consideran que la cultura de masas promovida por los medios masivos de comunicación es nociva y perjudicial para el adecuado desarrollo de la sociedad) y la integrada (quienes consideran que la cultura de masas cumple funciones necesarias para el mantenimiento democrático del sistema social)”,[1] con lo que abrió el debate sobre el papel de los medios masivos de comunicación.
La realidad, la no ficción, ha hecho que la crisis del covid-19 se exprese en este nuevo contexto global. “Una cosa se puede decir: nunca habíamos sabido tanto de nuestra ignorancia ni sobre la presión de actuar en medio de la inseguridad", como afirmó el filósofo Jürgen Habermas,[2] señalando en entrevista: "Ahora, en cambio, la inseguridad existencial es global y simultánea, y está incluso en la cabeza de los individuos conectados a las redes de comunicación", esto junto con que "Cada individuo aislado es informado de los riesgos de la pandemia, porque para luchar contra ella, el autoaislamiento del individuo es la variable más importante, en consideración de los sistemas sanitarios saturados", y agregó que “la inseguridad no sólo se refiere a la lucha contra la pandemia; también a las consecuencias económicas y sociales que son impredecibles”. Lo que nos plantea un nuevo escenario de futuros posibles en la incertidumbre, y en el que se instala el temor y el miedo por lo pronto, pero que también podría ser para la esperanza y la convivencia humana sana y democrática.
Por ahora se trata, de forma urgente, de resolver qué pasa con la realidad inmediata de toda la población, en sus condiciones y circunstancias, y donde todos los “México” se hacen visibles ante las medidas de contención sanitaria concretas, que incluyen el cierre de espacios públicos, negocios, comercios y empresas, junto con las medidas de aislamiento individual y familiar, a la par de las medidas de sanidad e higiene, incluida la sana distancia social, como estrategia primordial contra el contagio de COVID-19. Pero ello supone voluntad y compromiso de todos los actores sociales, económicos y políticos, para definir acciones y alcances en las decisiones políticas.
Aparecen voces que se mueven entre “apocalípticos e integrados”. Otras visiones y propuestas se muestran más mesuradas, y algunas hasta utópicas, planteando la posibilidad de aprovechar la condición actual provocada por la pandemia para iniciar un gran proceso social global, para diseñar y construir un nuevo orden económico, cultural, social y ambiental. Por lo pronto, y en todo caso, es urgente apostar y creer en la responsabilidad que la solidaridad implica, si queremos que todo esto pase de la mejor manera y en el menor tiempo posible, por el bien de todas y todos.