Caleidoscopio

“Los operadores políticos del nuevo gobierno tendrán que ser sensibles a la realidad de las personas que no tienen acceso a la seguridad social, al trabajo, a la educación, a la salud, la vivienda digna, y entender sus demandas…”


La violencia contra la mujer tiene un alcance mundial y se presenta en todas las sociedades y culturas, afectando a la mujer sin importar su raza, etnia, origen social, riqueza, nacionalidad o [...] condición.

 

Los derechos humanos son sus derechos. Tómenlos. Defiéndanlos. Promuévanlos. Entiéndanlos e insistan en ellos. Nútranlos y enriquézcanlos... Son lo mejor de nosotros. Denles vida.

Kofi Annan

 

Uno de artefactos que nos atraen por las imágenes efímeras y simétricas que alcanzamos a ver es el caleidoscopio: “Instrumento óptico que consiste en un tubo con dos o tres espejos inclinados y cristales de colores en su interior, dispuestos de tal manera que si se mueve el tubo y se mira en su interior por uno de sus extremos, se pueden ver distintas figuras geométricas simétricas” y que al menor movimiento se configura una nueva imagen, haciendo que las posibilidades de las imágenes que se logran ver sean infinitas.

Tal pareciera que hemos llegado a la política del caleidoscopio. Tal pareciera que los espejos son los elementos de orden estructural de la sociedad: economía, cultura y política. Los cristales de colores son el conjunto de factores y variables que se expresan en los contextos locales, nacionales e internacionales. El tubo que los contiene es la época en la que estamos y la historia, la llamada sociedad de conocimiento, la era de la información, en donde la ciencia y la tecnología marcan de manera significativa el desarrollo de la civilización y el devenir de la misma.

Con ese instrumento óptico en la mano, cada uno de los actores sociales mira a través de uno de sus extremos una imagen sin duda fascinante como la realidad misma, cambiante, efímera y dinámica. Realidad que se trasfigura sin dar tiempo a entender el arreglo que el prisma crea al reflejar la luz en las cuentas de colores que están en el fondo del caleidoscopio, cada vez que se mueve, por leve que sea el movimiento.

Así, entender la política requiere un ejercicio de contexto, de intentar comprender los elementos que configuran la estructura social, cultural y económica, de ubicarnos en el tiempo social y reconocer que la realidad que nombramos es una construcción social. Al mismo tiempo, implica reconocer la singularidad de los actores sociales, políticos y económicos, situar en la estructura de clases a esos actores, dejando en claro que cada uno de ellos tiene una visión, intereses y una ideología particular, socialmente construida, lo que hace que al final de cuentas que cada quien vea lo que quiere ver, que gire el caleidoscopio como le parezca y se quede con las imágenes que le dan sentido a su propia mirada, por lo que la política es subjetiva en esencia, en el contexto estructural en el que la realidad es.

De ahí la fascinación por la política para algunos, de ahí dificultad de entender las razones y motivos de quienes gobiernan para tomar decisiones, de ahí que la razón se esconde en los artilugios y argumentos sin sustento, de ahí de pensar que la política está llena de ocurrencias y de delirios. La política se quiere envolver en un manto de racionalidad para justificar su actual, se maquilla en el marco de un espejo jurídico en donde se legitima a sí misma, y donde la legalidad se convierte en mejor pretexto para la acción y para la omisión.

El que cada actor social, económico y político vea una realidad distinta, obliga sin duda al diálogo. El que cada persona tenga una percepción, una interpretación, y con ello formule una explicación particular, reclama el que exista comunicación, un ejercicio de comprensión empática y asertiva en donde se establezca un marco común, un código lingüístico y acuerdos mínimos de contexto para poder “capturar y comprender la realidad” en el momento actual, por efímero que sea. Esto nos lleva a preguntarnos si estamos en condiciones como sociedad diversa, plural y multiétnica, para iniciar una larga conversación sobre el presente y el futuro de la nación.

La propuesta del gobierno electo es llamar a la unidad nacional, es a sumar y no dividir. Es crear mesas de diálogo, es hacer consultas populares, es poner al consenso social temas que le parecen vitales o importantes desde su óptica. Sin duda la propuesta es ambiciosa, sobre todo en un país en donde el diálogo ha estado ausente, en donde la participación ciudadana ha sido un mero ejercicio de simulación y en donde los pueblos originarios han sido excluidos y puestos en el olvido a la hora de tomar decisiones que los afectan.

Se tendrá que aprender pronto a hablar con la verdad, se tendrá que aprender a escuchar con empatía, a ponernos en el lugar del otro. El gobierno tendrá que ponerse en los zapatos de las y los ciudadanos, ponerse en el lugar de las madres, esposas e hijas que buscan a sus desaparecidos, en la realidad de las y los presos que están sin sentencia en las cárceles, así como de los familiares de las víctimas de violencia intrafamiliar y de feminicidio, junto con otras realidades humanas y sociales.

Los operadores políticos del nuevo gobierno tendrán que ser sensibles a la realidad de las personas que no tienen acceso a la seguridad social, al trabajo, a la educación, a la salud, la vivienda digna, y entender sus demandas. Se requiere oír, se requiere comprender al otro, se necesita sensibilidad social y, sobre todo, una ética política, con códigos morales claros y transparentes, que se hagan vigentes en la práctica gubernamental y en el desempeño cotidiano de los servidores públicos en todos los niveles. Ahí está la verdadera cuarta transformación que se ha anunciado.

Por lo pronto, el calidoscopio todos lo mueven. Unos lo agitan y ni siquiera ven las imágenes que se forman. Otros están en queriéndolo moverlo casi milimétricamente pensando que todo debe seguir igual. Otros creen que es suyo. Algunos más se arriesgan a mirar y asombrarse de lo que ven, y otros más se empeñan en buscar alguna imagen que vieron en él y ya no es posible encontrar. Lo cierto es que el caleidoscopio nos pertenece, pese a todo, como país.