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“Podemos comenzar sólo si queremos comenzar a mirar y reconocer al otro, a los otros, y desde ahí imaginar futuros posibles, mundos posibles y realidades posibles…”


 

El optimismo es una estrategia para crear un futuro mejor.
A menos que creas que el futuro puede ser mejor,
es poco probable que asumas la responsabilidad de construirlo.

Noam Chomsky.

 

Soy un optimista.
Y todo aquel interesado en el futuro debería serlo
.
Arthur C. Clarke.

 

 

El arranque del año 2020 en el contexto político vuelve a mostrar la dinámica que caracterizó el 2019. Ideas y proyectos, propuestas y cambios legislativos, con contradicciones permanentes. Los partidos políticos y los diversos actores sociales, económicos y académicos, envueltos en intentos y estrategias por imponer sus ideas, con dinámicas para convencer a la sociedad de sus posturas con argumentos diversos, unos con más precisiones, datos y sentido común, y otros buscando desde la descalificación, el insulto, o usando tautologías y galimatías para crear una noción de oposición ante el actuar del gobierno federal. Bienvenido el debate y el diálogo, sin duda, necesario y urgente, si partimos de la complejidad de nuestro problemas como país, como sociedad.

Los temas relacionados con el desarrollo económico, la igualdad, la inclusión y la justicia social, son transversales a las formas del cómo se pueden y deben atender desde la agenda de Derechos Humanos, que hoy orienta la conformación del país y se convierte en una posibilidad al dar dirección y sentido a la política desde la Constitución. No es sólo el caso de México, sino en general de pensar la condiciones y posibilidades de vida digna para los ya casi 8 mil millones de seres humanos que habitan la Tierra.

Comenzó el año con hechos que deben ayudarnos a pensar el futuro, si es que creemos que aún podemos intervenir en su diseño. Los terribles incendios en  Australia, las agresiones norteamericanas en Medio Oriente y las respuestas bélicas, las protestas en Chile y en Francia, son presagio necesario de que la sociedad humana debe ajustarse, rectificar y actuar en los diversos planos de la vida social, económica y política, pero también desde una perspectiva global sobre el saldo civilizatorio.

La violencia en 2019 rebasó la estadística mundial del año anterior y México aportó buena parte de las muertes violentas. La violencia intrafamiliar hoy se hace más visible, se denuncia más pero muestra la forma en que se la ha naturalizado desde hace mucho en buena parte del mundo, siendo mujeres y niños las víctimas las que más la sufren.

No esta de más comenzar el año con la declaración de buenos propósitos. En la cultura occidental los buenos deseos son parte de las posibilidades subjetivas de crear futuros posibles; el problema es que lo hacemos desde una mirada individual y no pensamos en buenos deseos desde una perspectiva social, colectiva o comunitaria.

La lógica capitalista y el mercado han ensalzado al individuo y lo han ido recreando desde un individualismo que deja dividendos económicos y sociales. Desde crear la necesidad de comprar sólo para uno- además personalizado-, hasta la puesta en práctica de la consigna estratégica del control social “divide y vencerás”, para dar rienda suelta al consumismo y al hedonismo que Lipovetsky denunció hace más de 20 años en “La era del vacío”.

¿Pero cómo comenzar a diseñar el futuro social? ¿Cómo iniciar con declaraciones utópicas que permitan pensar en los Derechos Humanos como dignidades y no como privilegios? ¿Cómo poner en el imaginario social el derecho a la vivienda, a la educación, a la salud, al trabajo, a la alimentación, a la justicia, a la democracia? No hay respuestas fáciles y los cómos necesariamente nos llevan a buscar respuestas reconociendo lo que han hecho otros pueblos, otras culturas, y encontrar soluciones que serán siempre inéditas en los ámbitos históricos y culturales de cada pueblo. Por ahora, todo indica que no hemos aprendido y que no queremos aprender al tratar de pensar el futuro del país y del planeta mismo.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, acaba de presentar su informe anual 2019. Confirma que pese a los esfuerzos en educación y el avance de la tecnología y la ciencia, las desigualdades crecen, las brechas se profundizan y se amplían: “El progreso está dejando de lado a las personas más vulnerables, incluso a aquellas que sufren las privaciones más extremas”; el informe señala que “Bajo la sombra del profundo cambio tecnológico y las crisis climática, las desigualdades del desarrollo humano dañan las sociedades y debilitan la cohesión social y la confianza de las población en los gobiernos, las instituciones y sus congéneres. La mayoría de ellas deteriora las economías al impedir que las personas alcancen todo su potencial en su vida personal y profesional”.

El PNUD recomienda entre otras cosas estas dos acciones:

  • Desvincular el poder político del económico y crear condiciones equitativas en la economía.
  • Seguir trabajando para cerrar brechas en las privaciones básicas y construir políticas para combatir la nueva generación de desigualdades del desarrollo humano, actualmente en aumento.

Podemos comenzar compartiendo deseos y necesidades. Podemos comenzar con la denuncia social y política. Podemos comenzar sólo si queremos comenzar a mirar y reconocer al otro, a los otros, y desde ahí imaginar futuros posibles, mundos posibles y realidades posibles. Habrá que comenzar.