De absurdos
“…Todo esto nos pasa en un país profundamente desigual…”
Son días duros, raros, diferentes. Se cargan de tensión, de buscar formas de cómo pasar el tiempo sin enloquecer en el intento. Son días de convivencia forzada, de ruptura de rutinas, de no ir al trabajo, de preguntas sin respuestas concretas sobre el futuro inmediato, la economía, el trabajo.
Todo esto nos pasa en un país profundamente desigual, con un modelo idealizado de familia, con realidades crudas y llenas de contradicciones. Por todos lados los absurdos emergen. Las fotos de familias reunidas festejando con algún pretexto muestran parte de los absurdos. En una colonia de Irapuato: gente reunida alrededor de una alberca inflable colocada en la calle, niños y niñas en ella, los adultos tomando cerveza en la vía pública. Familias compartiendo en las redes sociales las fotos de sus encuentros y reuniones, como si nada estuviera pasando.
Actuar sin usar el sentido común va por el camino del absurdo, y no en el sentido filosófico, sino en el de la imprudencia y en el de un analfabetismo social. Hay en el aire, además del COVID-19, un tufo de irracionalidad, que pone los nervios de punta de todos, pero también de las autoridades. Estamos viendo actuar a gobiernos locales y estatales actuando para contener ese actuar absurdo de cientos de miles de personas. Gobiernos que deben cerrar carreteras con montículos de tierra, para detener el paso a los turistas que se quieren dirigir a las playas. Familias completas que se desplazan a centros turísticos del país o que quieren reunirse con sus familiares en otros estados y municipios del país, queriendo burlar a las autoridades sanitarias, lo que muestra con un halo de ingenuidad y mucha ignorancia, una especie de máxima del absurdo, la suposición de que a ellos nos les pasará nada. En ese absurdo muchos creen que son inmunes a la pandemia, o dicen que todo esto del covid-19 es un invento, en toda una afirmación que raya en el absurdo.
Las agresiones al personal de salud en algunos lugares, los ataques que se van documentando a médicos, enfermeras y trabajadores del sector salud, son signos de un absurdo social que se va expandiendo como epidemia. Somos el país que después de Turquía genera y difunde más fake news sobre el coronavirus. Luis Ángel Hurtado, investigador de la UNAM, así lo reporta:
Entre cadenas de WhatsApp, comentarios y publicaciones en Facebook, Twitter y demás plataformas, se están generando cuadros de histeria colectiva […] Las fake news se podrían convertir en un vehículo para que las personas que están detrás de las noticias apócrifas generen caos, incertidumbre y pánico, que pueden generar crisis sanitarias y económicas.
Entre ese mundo irreal de las noticias falsas se instala la cultura nacional de la incredulidad a la que, junto con la desconfianza hacia instituciones del Estado -que viene de varias décadas atrás-, se suma un valemadrismo nacional, que es de alguna manera una expresión cultural de la irresponsabilidad, naturalizada ante un Estado que ha sido rebasado desde hace mucho tiempo, donde la mayoría cree que la ley es negociable y que los ciudadanos no tienen nunca la culpa de nada, una cultura basada de alguna manera en el teatro del absurdo.
Lo cierto es que si queremos salir de esta contingencia lo más pronto posible, debemos sumar y participar todos y dejar de actuar absurdamente. Debemos entender que quienes podamos estar casa lo debemos hacer en favor de los demás. Pero también comprender que hay una realidad para cerca de la mitad de la población, que vive en condiciones de pobreza en este país, donde hay más población económicamente activa trabajando en la informalidad, y donde apenas 20.1 millones de personas tienen un empleo o trabajo registrado en el IMSS o ISSSTE.
Es necesario reconocer que no tenemos un sistema nacional de salud sólido y con cobertura amplia —que, dicho sea de paso, apenas cubre al 1% de la población- en caso de necesitar servicios hospitalarios de forma simultánea. Es absurdo exigir ahora que, como por arte de magia, el gobierno federal cuente con un sistema de tercer nivel en los servicios de salud, cuando la apuesta del PRI desde hace cinco décadas, y luego con el PAN, fue intentar privatizar el derecho a la salud, en un contexto de corrupción, ineficiencia y negocios turbios, que se operó bajo el amparo de los gobiernos en turno y en muchos de los estados del país, donde algunas personas encontraron en la adquisición de medicamentos un camino para beneficiarse y beneficiar a muy pocas empresas de medicamentos, de equipo médico, laboratorios y farmacéuticas.
Son días en los que debemos actuar con sentido común, no dejarnos llevar por las falsas noticias. Son días para la tolerancia y para darnos cuenta del país que tenemos, con toda su realidad. Debemos actuar con responsabilidad, a la vez que poner a prueba nuestro carácter y sensibilidad personal. Lo cierto es que esta contingencia está sacando lo mejor y lo peor de nosotros como nación, y de lo que se trata es de no actuar absurdamente, por lo pronto.