En la transición, el vacío

"...El vacío en la transición es un terreno de nadie y en dónde hay espacio y oportunidad para la corrupción, la opacidad, el desinterés, la transa y el saqueo."


Los cambios de gobiernos en todos los niveles –federal, estatal y municipal- deberían ser ejercicios profesionales de la administración pública. Procesos de entrega recepción, listado de obras y proyectos en ejecución, transparencia en la rendición de cuentas, inventarios precisos y confiables, compromisos con proveedores, cuentas por pagar. Informes de todas las áreas, secretarias, dirección y coordinaciones. Una adecuada argumentación de la estructura de la dependencia, una plantilla de personal, con los perfiles de puesto y con los recursos humanos con los que se cuenta. Es decir, un relevo que independientemente de que hubiera alternancia política diera continuidad a planes y proyectos y que no fuera un eterno empezar de cero, en cada nueva administración. En el caso de la reelección de las presidencias municipales este proceso debería ser un ejercicio integral de evaluación de lo que se tiene, de lo que se hace y de los resultados logrados.

Hasta hace unos años se sabía por ejemplo que las alcaldías vaciaban literalmente las presidencias municipales, se llevaban todo, escritorios, sillas, mesas, decoración, papelería, etc. En unos casos hasta borraban todos los archivos de las computadoras y más si se tratada de dejar la alcaldía a un partido diferente. Una especie de rapiña institucionalizada.

Tal vez los tiempos han ido poniendo otra agenda en la administración pública, sin embargo la opacidad, la falta de transparencia en muchos de los asuntos que se atienden en las diversas oficinas de gobierno, hacen que la práctica sea “limpiar” para entregar, no dejar rastro o evidencia de contratos, de acuerdos, de decisiones, de permisos, entre otras cosas.

Muchos proveedores se ven presionados para buscar que les liquiden adeudos, ante el cambio de funcionarios, hay miles de casos, en donde en las transiciones políticas dejan “colgados” a contratistas, prestadores de servicios y proveedores ante la promesa de que si les van a pagar, pero ya será el nuevo gobierno. En otros casos, se licitan proyectos, se otorgan concesiones, se contratan préstamos o bien se firma contratos, dejando a los siguientes gobiernos “amarrados” a las decisiones del anterior gobierno. El tema del presupuesto gubernamental se deja comprometido y las posibilidades de una adecuada negoción para hacer un proyecto de presupuesto de ingresos y egresos se ve condicionada por esta práctica política.

El reto es ir construyendo una democracia que más allá de lo electoral, incluya prácticas asociadas a la que debería ser una democracia con calidad. Nos falta mucho para tener verdaderos ejercicios de rendición de cuentas, de transparencia y de profesionalismo en las tareas de entrega-recepción en la administración pública en todos los niveles y en todos los puestos. La transparencia y la rendición de cuentas tendrían que ser parte de una cultura cotidiana en todos los niveles de gobierno, si se quiere en verdad hacer que la corrupción en todas sus formas se erradique. Pero lo que vemos son verdaderas resistencias, opacidad, encubrimiento y hasta negligencia.

Pero también en esos todos procesos de transición política, va quedando claro que los plazos entre que se declara un ganador y la toma de posesión del cargo son muy largos, con lo que genera un espacio de tiempo que da pauta a que todas estas prácticas de opacidad se mantengan.

Por otra parte, la función de quien será relevado se ve afectada de forma severa. Lo vemos con el paso del ahora presidente electo y el presidente en funciones. Todo apunta que Andrés Manuel López Obrador gobierna de facto y Enrique Peña Nieto sólo está en la espera de entregar la “Banda” presidencial, su autoridad se limita, se desvanece, aunque en el caso del actual presidente podría pensarse que es lo mejor para el ante el descredito y la desconfianza que se fue ganando a pulso durante su mandato.

En la transición se genera el vacío del poder político, se da pauta a la especulación, al rumor, a las interpretaciones de lo que se anuncia, de lo que se dice, todo ello se presta a las constantes correcciones, precisiones y acotamientos de lo que se expresa.

En un país donde la cultura política todavía es relativamente poca y en donde la ciudadanía da atisbos de su cada vez más interés en la participación en la vida pública y en la política.  El estar atentos a lo que implican los cambios de gobierno, es un primer paso para ir exigiendo gobiernos con funcionarios honestos, profesionales y comprometidos con su tarea como servidores públicos y en donde podamos lograr que la transición sea un proceso abierto y cristalino por el bien de la sociedad y del propio gobierno.

Por lo pronto el vacío en la transición es un terreno de nadie y en dónde hay espacio y oportunidad para la corrupción, la opacidad, el desinterés, la transa y el saqueo.