Entre políticos nos vemos
"No es fácil aceptar los errores, los desaciertos, el fracaso, la ineficiencia, pero es más triste ver la indolencia, la arrogancia, la soberbia, el desenfado con la que valora su mandato..."
Existe un aumento preocupante de la censura online en los gobiernos.
Eric Schmidt
Si algo significa la libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír.
George Orwell
La emisión de las ideas por la prensa debe ser tan libre como es libre en el hombre la facultad de pensar.
Benito Juárez
En solidaridad con Avenida Digital 3.0
Pensar la política desde sus prácticas nos lleva sin remedio al desconsuelo. Las campañas políticas alientan expectativas y crean sin duda escenario de ilusión, de cambio, de mejora, sin embargo el ejercicio de la política se llena rápidamente de contradicciones, inconsistencias y con ello de decepciones para quienes esperan algo nuevo o por lo menos cierto nivel de congruencia.
El margen de maniobra conceptual e ideológica entre los partidos políticos y quienes se adscriben a ellos desde una militancia es muy poca, están atrapados en una cultura política poco sólida, sin muchos referentes teóricos, se ven envueltos una especie de deriva de pensamiento, que naufraga con rapidez ante las coyunturas.
Son una especie de actores que improvisan desde la ignorancia, otros más siguen guiones escritos por otros, algunos son comparsa o patiños, otros más tienen tablas en el escenario, tienen discursos aprendidos y son capaces de hacer monólogos en la tribuna, que asemejan más soliloquios en un desierto, en el vacío de la negación y la intolerancia que se manifiesta en el pleno del el Senado y en la Cámara de Diputados.
Actores políticos que narran versiones del país y de sus problemas como si estuvieran de visita, no se sienten parte de la sociedad que los eligió o se viven como beneficiarios sin escrúpulos de sistema político que les permite ser parte del poder legislativo por el sistema de cuotas que les da una curul.
En días vemos oscilar posturas, posiciones, argumentos, ideas, propuestas, iniciativas, declaraciones, posicionamientos, arrebatos, reclamaciones, acuerdos, desacuerdos, votaciones, maniobras, consensos, una especie de tormenta política, que se ampara en promesas, es ajustes de cuentas, en nuevas reglas, en reacomodos, en nuevas formas, en denuncias, en retóricas banales, en simulaciones, en exhortos, en civilidad dosificada, en espectáculo mediático, en toda una parafernalia política.
Un escenario legislativo que teniendo el mandato y la protesta de hacer cumplir la ley, se desdibuja en la búsqueda del poder y en las formas de lograr una mayoría que por lo pronto se vislumbra como obediente, acrítica y dócil.
Del lado del Poder Ejecutivo, el ejercicio mediático al que el presidente Peña Nieto sometió a la nación entera, confirmó la profunda soledad en la que ha estado después del escándalo de la Casa Blanca, y que su desprestigio se incrementó ante la innecesaria y costosa exposición a la que lo obligaron y que su postura política, al igual que su mensaje a propósito del Sexto Informe de gobierno, peca de ingenuidad y de una profunda inconsciencia.
No es fácil aceptar los errores, los desaciertos, el fracaso, la ineficiencia, pero es más triste ver la indolencia, la arrogancia, la soberbia, el desenfado con la que valora su mandato. Todo está bien, hizo lo que pudo, no hizo nada para “joder” a México y, sin embargo, el país que deja está sometido a presiones, a dilemas, a coyunturas internacionales, a compromisos con los sectores productivos y económicos, con profundas desigualdades, atrasos, olvidos y omisiones, todo ello, en el marco de una crisis institucional severa, en donde la impunidad y la corrupción son la constante y en donde el aparato de estado, con un torcido manejo de legalidad, le permite a él y a su gabinete buscar justificar todo lo hecho y querer salir inatacables e inmaculados después de seis años de uso y abuso del poder político.
En los gobiernos locales que van de salida pasa lo mismo. Una insensibilidad política que no permite reconocer lo que se dejó de hacer, pero que se ampara en una legalidad tramposa y en la que la incondicionalidad de colaboradores directos se traduce en una estrategia que solo busca destacar logros, que se centra en lo realizado en materia de obra pública, en una estrategia de publicidad gubernamental que quiere vender “pan frio” y que ante la crítica fundada, sólo se opta por el silencio, por la negación, por el encubrimiento legal y hasta académico, y por declaraciones que agreden la inteligencia y sentido común de la sociedad.
Estados de la República en donde la violencia y el delito crecen, en donde las mujeres son víctimas y en donde se les revitimiza como principio de acción del aparato de justicia. En donde las y los jóvenes son olvidados de las oportunidades reales de acceso al estudio o al trabajo. Niñas, niños y adolescentes que tienen derechos y que se les esquilman sin ningún argumento válido.
Gobiernos locales que no pueden explicar con claridad y transparencia el uso de los recursos públicos, de la forma en que hacen contratos, otorgan concesiones, hacen compras, crean programas, y en dónde los resultados de sus responsabilidades son presentados de forma engañosa: las cifras y los datos son usados para mostrar una manera de ver la realidad y de justificar en el vacío el uso del dinero público, pidiendo todo el tiempo a la sociedad un verdadero acto de fe. Gobiernos estatales que relativizan con especial facilidad los problemas sociales, donde los compromisos de campaña se olvidan y las políticas públicas queda sin evaluar.
Entre políticos nos vemos, y ahí está la oportunidad que tiene la sociedad para exigir transparencia, rendición de cuentas, honestidad, eficiencia, eficacia y ética.