viernes. 19.04.2024
El Tiempo

Eso de escuchar • Arturo Mora

“…para hablar se necesita alguien que quiera escuchar…“
Eso de escuchar • Arturo Mora


Buena parte del trabajo que realizo es escuchar a las personas. Otra parte es observar con interés y respeto la forma en que expresan sus ideas, sus sentimientos, su manera de ver el mundo, la forma en que van construyendo una narrativa propia, el cómo hablan de sus preocupaciones, de su dolor, su sufrir, y también de lo que les hace felices, lo que gozan, lo que les produce alegría. Lo que dicen las hace únicas, y entender que se hacen así mismas desde el habla: se constituyen a partir del lenguaje. Pero para hablar se necesita alguien que quiera escuchar. 

Como ejercicio de dialogo, usaré en esta ocasión parte del texto de Byung-Chul Han “La expulsión de lo distinto” (2017), Ed. Herder, en relación con lo que implica “escuchar”. 

Byung-Chul Han escribe: “Escuchar no es un acto pasivo. Se caracteriza por una actividad peculiar. Primero tengo que dar la bienvenida al otro, es decir, tengo que afirmar al otro en su alteridad. Luego atiendo a lo que dice”. Escuchar es estar presente, es darle un lugar a la persona que dice algo, que te comparte su ser, es reconocer al otro.

Escuchar es un prestar, un dar, un don. Es lo único que le ayuda al otro a hablar. No sigue pasivamente el discurso del otro. En cierto sentido, la escucha antecede al habla. Escuchar es lo único que hace que el otro hable. Yo ya escucho antes de que el otro hable, o escucho para que el otro hable. 

Ahí radica el posible valor social de las palabras con las que se nombra la vida que experimentamos, asimilamos, acomodamos y comprendemos desde ellenguaje y de los procesos mentales que Jean Piaget propuso para entender lo que implica el proceso en que escuchar es aprender.

En una sociedad que promueve la visión de un mundo donde se exalta un patrón de conducta individualista, egoísta, narcisista, y de un vaciamiento del “yo”, el “otro”, los “otros”, se desvanecen, se eliminan, se niegan, se excluyen ante el imperativo del éxito consumista. A esto se suma la dinámica impuesta por el uso de las redes sociales, donde se busca y encuentra información, donde se localizan productos, se compran y entregan, se internaliza el que no se necesite interlocutor alguno ni sea necesario ir a las tiendas para adquirir algo, el encierro es real desde la virtualidad. El ciberespacio conecta y aísla al mismo tiempo. Si se compra algo, se recibe y no es lo que se quería, se lamentará en soledad, la queja no será escuchada en sentido estricto, luego se pedirá por mensaje que sea respondida la queja, o bien se quedará con el coraje de tener algo que no servirá y que se pagó por adelantado.

Siguiendo a Han:

La escucha tiene una dimensión política. Es una acción, una participación activa en la existencia de otros, y también en sus sufrimientos. Es lo único que enlaza e intermedia entre hombres para que ellos configuren una comunidad. Hoy oímos muchas cosas, pero perdemos cada vez más la capacidad de escuchar a otros y de atender a su lenguaje y a su sufrimiento.

Si el “otro” no esta presente la comunicación es sólo información, es una etiqueta o un instructivo que nadie lee, es solo una conexión pero que no tiene nombre, ni rostro, ni identidad, ni significado. La vida es un duelo permanente, que solo se transita junto con otros.

En una sociedad donde lo diferente molesta, donde no sabemos interactuar con los “otros”, donde la exclusión es la constante, expulsar al otro de nuestro entorno es asilarnos del mundo, -que es pese a nosotros-, y es quedarnos solos y solas, por habrá recuperar y entender pronto que “Escuchar es un acto de generosidad, es un acto de dar, es una entrega. Y es lo único que le ayuda al otro a hablar. La escucha antecede al habla” y solo siendo escuchados es que existimos ante los demás, porque sentimos ante que pensar, porque el actuar también es lenguaje, y el cuerpo habla.

Escuchar es un desafío que nos pone a prueba, en paciencia, tolerancia y afecto. “El oyente, escribe Han,opera como una caja de resonancia en la que el otro se libera hablando. El silencio del oyente es hospitalario, amigable. El que oye se retira por completo, se vuelve todo oídos. La escucha puede bastar para sanar. no debe hablar, pues el hablar ya serían juicios y equivaldrían a un posicionamiento. […] El oyente se vacía, se vuelve nadie. La pasividad de la paciencia es la primera máxima de la escucha. El oyente se pone a merced del otro, sin reservas. Y cuando empezamos a no poder escuchar, empieza la muerte del otro.

Hablamos mucho, pero escuchamos poco. Preguntamos sobre muchas cosas a algunas personas, pero no sabemos qué hacer con las respuestas, o no queremos oír lo que dice el otro y las más de las veces solo queremos oír lo que nos conviene o aquello no trastoque nuestro mundo hecho a imagen y semejanza de uno mismo. Escuchar esalgo más, pero para escuchar se requiere dar atención e interés a quien habla: “Al escuchar, no se produce ningún intercambio. La escucha es una acción que implica una participación activa en la existencia de otros y también en sus sufrimientos. La escucha enlaza e intermedia entre personas para que ellos configuren una comunidad. Escuchar nos compromete y no liga emocionalmente con los demás.

Byung- Chul Han escribe: “Hoy cada uno se queda a solas con sus sufrimientos y sus miedos. El sufrimiento se privatiza y se individualiza; no se establece ningún enlace entre mi sufrimiento y tu sufrimiento. La sociedad de consumo, la sociedad del rendimiento, también juegan a crear la ficción del hombre nómada que no necesita a nadie, su autosuficiencia lo convierte en ser por demás solitario, arrogante y soberbio, que no puede expresar lo que siente. 

El miedo de aceptar y compartir desde la palabra el sufrimiento ante el fracaso, ante la frustración, ante el cansancio de hacer y hacer, de trabajar todo el tiempo y no ser millonario, de no obtener todo lo que la publicidad anuncia, de lograr comprar algo y ver como el deseo y la dicha se rompen al mismo tiempo como la envoltura que se le quita al producto que esta en nuestras manos, hace que la socialización del sufrimiento encapsule a un “yo” que se martiriza así mismo y se llena de paliativos que tiene que comprar para no pensar, para no sufrir momentáneamente y en la cual el mercado gana siempre.

Hacer el tiempo para escuchar al otro es dar es reconocer: “El tiempo del otro, es el tiempo que le damos a los otros escuchándolos. Es un error pensar que escuchar es algo que puede hacer cualquiera. Escuchar de verdad es algo que solo muy pocas personas pueden hacer de verdad. La escucha opera milagros. Hace que a las personas se les ocurran cosas que por sí mismos no habrían imaginado jamás”, afirma Han y que yo he podido ser testigo en muchas personas que he podido escuchar.

Habrá que insistir y denunciar que “el tiempo del “yo” aísla e individualiza”. Habrá que ser rebeldes y contra culturales e ir en contra la política neoliberal del uso del tiempo, en donde para el capital todo el tiempo debe ser usado para el rendimiento, para la producción, para la ganancia. Habrá que crear tiempo para el otro, para escucharlo. Promover que el tiempo compartido en la escucha crea una comunidad y que,solo escuchando los sueños, los deseos y las utopías, incluidos nuestros sufrimientos, penas y dolores, junto con el “otro” y los “otros” es que podemos recuperar a la persona, esto es, al ser humano en todas sus dimensiones y dignidades, y asumir con la responsabilidad que implica, que solo se puede existiry ser con los otros y para los demás. Buena lección la de Byung-Chul Han, en eso de escuchar.