jueves. 18.04.2024
El Tiempo

Infancias • Arturo Mora Alva

“Hoy el punto crítico es aceptar que las pantallas y gadgets no sienten, y no pueden sustituir la ausencia de quienes huyen de su responsabilidad para hacerse presentes…”

Infancias • Arturo Mora Alva

Lo que no se siente no se recuerda, porque sin emoción no hay memoria.
Siri Hustvedt

Las infancias nunca duran. Pero todo el mundo se merece una
Wendy Dale

En tiempos de ira que sean el amor y la gratitud nuestro acto de rebeldía.
Orkcen Suvroc

Hoy los niños y las niñas sucumben ante el abandono pragmático de muchas parejas que llegaron a ser padres y madres entre la tormenta del ejercicio de la sexualidad que ha inundado la vida y las experiencias de placer, a la vez -en la mayoría de los casos- con una escisión en relación a lo afectivo y la dimensión amorosa de las relaciones interpersonales.

Las infancias están en el abandono emocional de quienes los cuidan con una crianza de manual improvisado y con profundas contradicciones para educar, desde la permisividad absoluta, y ahí el abandono, hasta sobre exigencia, a la par de la sobreprotección que anula las diversas etapas del desarrollo infantil, pasando como nunca en la historia a que los hijos sean en mucho instrumentos para realizar los deseos de padres y madres que ven ahí un símbolo de realización, y hasta de justificación de sus ilusiones y de llenar sus vacíos y carencias.

La infancia es una etapa crucial en el desarrollo de la persona y de los atributos particulares, en la que se forma el carácter y mucho de lo que se irá perfilando en la adolescencia y en lo que será el mundo adulto, con todo lo implica, con reminiscencias, con modelaje y testimonio, con vínculos y relaciones que configuran las expresiones del inconsciente y del proyecto de vida.

Uno escucha a los padres y madres de clases medias y altas decir maravillas de sus retoños. Son genios, son talentosos, tienen capacidades atléticas y deportivas que los harán deportistas de alto rendimiento, son los  campeones olímpicos de los próximos años, o son estrellas del espectáculo. Al mismo tiempo se quejan de son muy nerviosos, tienen ansiedad, hacen berrinches por todo, no tienen capacidad de frustración, no toleran estar sin una pantalla, comen de forma selectiva y caprichosa, les cuesta trabajo dormir, no quieren atender mínimas obligaciones, a la vez de estar muchos de ellos aprendiendo a adaptarse como pueden a los nuevos modelos de familia y de familias disfuncionales.

Hoy se necesita pensar y actuar pronto ante las diversas condiciones de vida de las infancias. La reducción del número de hijos en las familias es también un nuevo escenario. La prevalencia de situaciones asociadas al aislamiento, a la ausencia de figuras maternas y paternas, en donde muchos infantes que son cuidados por otros, por nanas, tías, abuelos, entrenadores, instructores, maestros privados, o por cuidadores en estancias y guarderías, no logran suplir esa representación y ese vínculo. Estamos en dinámicas que se mueven entre la sobre estimulación lúdica y la saturación de actividades -natación, taekwondo, danza, ballet, piano, futbol, entre otras- para hacer que las niñas y niños "aprendan algo útil”, que “no pierdan el tiempo”, replicando y fomentando con esto el modelo de auto explotación que la sociedad del rendimiento ha impuesto.

Niñas y niños merecen jugar; merecen ser queridos por sus progenitores con una crianza respetuosa, digna, amable, amorosa, comprensiva, contextualizada y protectora de sus derechos humanos. Si bien hemos avanzado en sancionar las violencias en su contra, siguen vigentes las prácticas culturales en que la autoridad se impone sin establecer de forma dialógica límites y demandas con criterios formativos y educativos, que den valor a la persona.

Las infancias y su realidad muestran el saldo social en números rojos y las condiciones de desventaja y de vulnerabilidad en que se encuentran millones de niños y niñas. Algunos datos:[1]

  • De los casi 40 millones de niños, niñas y adolescentes que viven en México, más de la mitad se encuentran en situación de pobreza.
  • 4 millones viven en pobreza extrema. 
  • El 91% de niñas, niños y adolescentes indígenas viven en condiciones de pobreza.
  • Uno de cada 10 niños menores de 5 años en México registra desnutrición crónica.
  • Uno de cada 3 niños de 6 a 11 años presenta sobrepeso y obesidad.
  • 8 de cada 10 niños de 6° de primaria no alcanzan los logros esperados en las áreas de lenguaje y comunicación.
  • Casi 3 de cada 10 adolescentes de entre 15 y 17 años se encuentran fuera de la escuela.
  • En México, 6 de cada 10 niños de 1 a 14 años ha experimentado algún método de disciplina violenta.

Como podemos observar, el acceso a las oportunidades para su desarrollo humano integral son escasas, y las opciones reales para su bienestar son muy reducidas. El que puedan lograr la movilidad social y económica es una aspiración inalcanzable en los hechos. El acceso a la salud, la educación, la recreación, al descanso y  al desarrollo humano, son hoy una restricción. Desde los datos que tenemos sobre los niños y niñas en México y en el mundo, enconramos elementos para afirmar que hay una deuda social, moral y ética 

on las niñas y los niños que es urgente atender y remediar.

Entender la responsabilidad para el cuidado de las infancias no admite excusa, ni del estado y sus institucione, ni de quienes adultos tenemos como obligación para garantizar las dignidades y derechos de las infancias.

Santiago Ramírez, psicólogo mexicano, acuñó en 1975 la idea de que "infancia es destino". Si bien hay un troquel del alma en las primeras etapas del desarrollo infantil, habrá que decir también que "infancia no es destino", porque  algo inherente a la condición ser humano es su capacidad de resiliencia, de aprendizaje y de tomar consciencia de sí mismo y de los demás, y con ello poder actuar con responsabilidad para evitar la repetición, dar sentido al dolor, al sufrimiento y entender que eso que nos "falta', es lo que nos permite ubicar la nostalgia de recordar los momentos de felicidad, de cariño, y de sentir la protección, la confianza, la alegría, las palabras dulces y sanas, y de buscar volver a sentir el calorcito de unos brazos amorosos y del sonido de los latidos del corazón de quienes nos criaron y cuidaron. 

Hoy el punto crÍtico es aceptar que las pantallas y gadgets no sienten, y no pueden sustituir la ausencia de quienes huyen de su responsabilidad para hacerse presentes y ponen de pretexto el mundo laboral en el que están atrapados, bajo el argumento de trabajar para obtener los recursos económicos para darles todo, incluido el poder pagar a psiquiatras y a psicólogos para sus hijos e hijas, cuando lo que se requiere es estar y ser con las niñas y los niños, asumiendo los desafíos de acompañar el proceso de verlos crecer amorosamente, pues la infancia de cada uno es mucho más que una etapa de vida, y habrá que evitar romantizar lo que es la infancia.