Noticias y realidad • Arturo Mora

“No sólo se trata de defender la libertad de expresión como derecho humano, sino de alentar el derecho y la obligación de pensar la realidad como responsabilidad social y ética…”

Noticias y realidad • Arturo Mora

Cuando todo alrededor esté oscuro, no se puede hacer otra cosa que esperar tranquilos a que los ojos se acostumbren a la oscuridad y podamos ver con la luz del corazón.
        Haruki Murakami

A mí no me gusta la nostalgia. Me gusta la memoria, porque la nostalgia lleva incluida una especie de “cualquier tiempo pasado fue mejor” y eso es mentira. Tengo muy buena memoria, sobre todo para las cosas buenas. Las cosas malas procuro olvidarlas.
 Joaquín Sabina

En estos días podemos pensar en la cantidad de información que recibimos por los medios de comunicación, que es apabullante. No da tiempo de entender lo que se nos dice, y hay poco tiempo para discernir y analizar lo que sucede en el mundo exterior a nosotros. La velocidad con la que se saturan los canales de comunicación y en especial las redes sociales nos lleva a estar “informados sin estar informados”.  Una paradoja que se está convirtiendo en algo tan cotidiano que ya leemos sin leer, vemos sin ver, opinamos sin saber, al grado que estamos evadidos y lejanos de la realidad. “No hay como la realidad para evadirse la realidad”, afirmó Tute, humorista argentino, con razón y verdad.

Por otra parte, en los últimos años se generado una dinámica de interacción social en las diversas plataformas que el ciberespacio ha creado, en las que alienta la posibilidad de opinar y reaccionar la más de las veces con expresiones impulsivas, viscerales, agresivas, polarizadas, cargadas de prejuicios y con una carga ideológica que por demás cuenta con pocos argumentos sólidos y más bien está basada en mitos, creencias, rumores y hasta mentiras, con fines específicos y que toman el casi un carácter de verdad, y de tanto que se repiten, se llegan a creen como verdad. 

Joseph Goebbels, el estratega de la comunicación del proyecto de Hitler, dijo: “Mas vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad verosímil”. Y él mismo afirmó: “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. 

Así, vemos día con día que lo que nos llega como noticias se convierte en todo un dilema. Los juicios de valor y los prejuicios se manifiestan en minutos en las redes sociales, creado tendencias en la opinión pública, en la que ya no se verifica la información y mucho menos se contextualiza.  Los hechos, por fidedignos que sean, son interpretados y rápidamente se polarizan las opiniones que se vierten -todo es bueno o malo, no hay tiempo para matices, para razonar, para pensar lo que se escribe. 

Por otra parte, los sucesos, pese que ahora muchos son grabados, fotografiados y videograbados, se convierten en unos cuantos instantes en dudas, en sospecha, en incredulidad, no se acepta lo que se oye, no se cree en lo que se ve, se descalifica todo, se hace alarde de una nueva religión en que la intriga, el complot, la manipulación, son las nuevas deidades, donde la realidad es distorsionada por principio, en la que las personas envueltas en esta nueva dinámica mediática se dan a la tarea reaccionar y opinar para sucumbir y ser presas  de la duda sembrada, del miedo instalado como consigna, que da paso a manifestar un sistema ideológico de creencias sociales, culturales y políticas, instaurando a su vez, una obturación de la conciencia,  llegando a una reducción del campo visual sobre lo real y expresando un criterio sesgado y parcial impuesto, a la vez de estar asumiendo una ceguera elegida, que es muy cómoda, ya que elude el compromiso de pensar en libertad y actuar con responsabilidad.

¿Qué dilema tan grande estamos viviendo como sociedad y como personas? ¿Cómo construir un país común, de todas y de todos, desde un caleidoscopio de opiniones y reacciones que se mueven entre la percepción, la ideología, el interés político y los beneficios personales y de grupo, entre poderes reales y poderes fácticos?

Las formas en que interpretamos y sentimos el mundo y la vida que nos tocó vivir, que junto con los argumentos -la filosofía y la ciencia-  y con  las teorías para intentar dar sentido a los que vemos y conocemos para pretender tener o encontrar algo que nos de  coherencia -individual y social- ante la realidad. Si bien es una construcción social, esta realidad es múltiple y  diversa -culturalmente atravesada por el lenguaje-, y además está cargada por la historia y trayectoria personal de cada uno de nosotros en el entorno en que vivimos.

“Cada vez tenemos más vías de comunicación, pero la misma dificultad para comunicarnos”, afirma Tute. No hay salida sin buscar caminos. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, canta Joan Manuel Serrat, y la verdad es que en la era de la información no sabemos qué hacer inteligente y críticamente con ella. En la sociedad del conocimiento no queremos conocer, y nos cuesta cada vez más conocernos como sociedad, como país, como comunidad y aun más, como personas. 

El mercado y el capitalismo han creado espejos auto referenciados en los que el individuo es solo consumidor, y también un consumidor de noticias para perpetuar una imagen de un ser que está en el mundo, pero no le importa estar en él, y que no está dispuesto a ser parte de él, y si lo llega a ser será sólo dentro la esfera de la enajenación del mercado, y que buscará solamente que su mundo no sea destruido y por tanto, buscará legitimar y validar el sistema económico y social vigente y se negará a transformarlo, no porque no pueda, sino porque no puede desde su condición hedonista, su egoísta manera de vivir y de ser un individuo para el consumo, aun de las ideas y prácticas políticas y culturales.  

Las noticias son un producto que el mercado vende. Saber qué hacer con ellas y con la información que contienen, debería ser una nueva asignatura en la vida. El pensamiento crítico es la única posibilidad por ahora de poder pensar desde la autonomía, la independencia y la libertad. 

No sólo se trata de defender la libertad de expresión como derecho humano, sino de alentar el derecho y la obligación de pensar la realidad como responsabilidad social y ética. Se trata de ubicar a las esferas del poder real y simbólico y a los actores del poder, para entender cómo opera el sistema y tomar conciencia de cómo se sostiene esta realidad creada para beneficio de unos pocos. Se trata de comprender que la desinformación nutre la ingenuidad e ignorancia, y necesitamos aceptar que existe una especie de “negligencia calificada” -intelectuales, comentaristas, locutores, influencers, youtubers, académicos y políticos- que lo que buscan es abusar del poder para domar la voluntad y mermar la libertad de las mayorías, además de vender y de venderse al mejor postor, para evitar que se construya una sociedad justa en dignidad y en derechos, que todas y todos merecemos.