jueves. 19.06.2025
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Opinión • Comprender • Arturo Mora

“Cuesta mucho aceptar la realidad, y más cuando lo trágico se hace presente …”
Opinión • Comprender • Arturo Mora





Me prometí tomar una gran decisión todos los días. Y no me ha ido mal. A fin de cuentas, cada mañana salto de la cama y me digo mientras pongo en marcha la cafetera: Vivir es perdonarse la vida cada día. Toma el café tranquilo.
Julio Rodríguez


Afortunadamente siempre existe otro día.
Y otros sueños.
Y otras risas.
Y otras personas.
Y otras cosas.

Clarice Lispector


Para Victoria

 

No hay respuestas a las preguntas que nos hacemos sobre lo que nos sucede, sobre todo respecto a lo adverso, lo fatídico y hasta lo fatal.  Las más de las veces nos quedamos con vagas ideas y con zozobra en el corazón. No hay algo que de forma univoca y establezca relaciones “causa-efecto” a lo que acontece en nuestras vidas, y no siempre lo que hacemos, hasta de forma rutinaria, llega a tener los mismos resultados, pero eso sí, múltiples consecuencias, y más, cuando lo fortuito nos atraviesa y la buena y mala fortuna, si podemos decir que existe como tal, nos depara una serie de circunstancias que tiñen la vida de dolor, pero también de alegría.

Cuesta mucho aceptar la realidad, y más cuando lo trágico se hace presente. Es difícil comprender el porqué de las situaciones que alteran nuestra existencia y que por ejemplo para comprender una enfermedad, dar sentido a un dolor inenarrable, aceptar una pérdida sorpresiva, entender un engaño o una traición, nos ponemos en modo interrogativo y buscamos como locos una respuesta, para de alguna forma tener un paliativo, una explicación o hasta una solución que mitigue la pena, maquille el dolor, cubra la culpa o bien hallar un “algo” que nos brinde quietud, algo de serenidad ante la enfermedad, ante el sufrimiento y la muerte.

Experimentamos con pocas interrogantes las vivencias de tranquilidad, alegría, felicidad, dicha y placer, Nos dejamos llevar por la euforia para no pensar la más de las veces en lo que hacemos y sentimos. Creemos que pensar lo que se vive cuando se experimenta lo bueno de la vida es innecesario. Preferimos movernos en forma inconsciente entre el instinto y la emoción, que son nuestras respuestas biológicas como parte de nuestro dispositivo vital, como especie que somos.

Sin embargo, el desamor, la desolación, el desamparo, la soledad, la orfandad o las ausencias, que se expresan con tal fuerza, con dolor y sufrimiento. La felicidad se escurre entre los dedos en un parpadeo. El amor se desvanece frente a nosotros y nos deja impotentes y tristes. Cuando las expectativas toman su forma y su rostro real, nos arrancan alegría y la paz. Nada tan humano, nada tan complejo es el vivir con consciencia y comprensión de lo que nos toca.

Actuar y asumir lo que se siente y se piensa sobre lo que hacemos y lo que somos, requiere conocerse más de lo que imaginamos. Es una tarea dinámica siempre inconclusa, porque la vida no sólo es lo que nuestra mirada permite ver, ya que esta condicionada por lo que nos enseñaron, lo que decidieron sobre nosotros, lo experimentado y lo aprendido, y aun teniendo consciencia, como afirma Anil Seth*, profesor de neurociencia cognitiva y computacional de la Universidad de Sussex:

Cada uno experimenta lo que es la consciencia, cada uno tiene una noción el “yo” y es relativamente sencillo hablar desde el sentido común -y habrá que comprender- que “la forma en que experimentamos la realidad es la interpretación que nuestro cerebro hace de los estímulos del exterior. Nuestro alrededor es real. Las cosas son reales. Nuestra conciencia es real. Pero la consciencia no permite ver la realidad como es, sino tal como somos nosotros.

Comprender significa: Abrazar, ceñir o rodear por todas partes algo. / Contener o incluir en sí algo. / Entender, alcanzar o penetrar algo. / Encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro. Cada acepción de este verbo nos lleva la búsqueda de sentido y significado de lo que somos, -yo y los otros- y de la realidad misma. Una realidad que es pese y a pesar de nosotros y que sin duda alguna, al comprender alguna cosa o concepto, a alguien o un hecho concreto de la vida, nos modificamos a nosotros mismos e interpretamos la realidad desde esa subjetividad que nos hace únicos y que nos obliga a interactuar y comunicarnos con los otros, para poder crear zonas de sentido y de significado compartidos, porque al mismo tiempo buscamos comprender pero también queremos ser comprendidos.

En una economía capitalista en la que el mercado convierte todo en mercancía, en una oportunidad de negocio, muchas de las narrativas que se ofrecen para comprender la vida se fundan en mitos, creencias, teologías, en verdades parciales, en mentiras a medias, en verdades parciales que crean una gran farsa, que junto con ello se ha creado un mercado de objetos y servicios como son amuletos, libros de autoayuda, ritos esotéricos, velas mágicas, terapias de sanación, remedios y conjuros para las malas vibras, brujería, amarres y demás prácticas, que junto con influencers, conferencistas, oradores que se asumen como gurús que venden terapias, charlas en las que dan las respuestas a la vida y cómo aliviar tristezas y que muestran el “camino” de la felicidad, de la salvación y del éxito material.

El intentar comprender, es a su vez conocerse a uno mismo. Implica tomar el riesgo de hacernos conscientes de nosotros mismos y de la realidad en la que vivimos es una tarea por demás urgente.

Esto comprender nos lleva a reconocer que no hay manual para vivir, pero también nos conduce a la necesidad de aceptar y conocer al otro, -a los otros- y la necesidad asumir que hablando de lo que vemos, sentimos, pensamos y experimentamos es que podemos llegar a la comprensión de lo humano y por tanto construirnos social y personalmente en dignidad, igualdad, con derechos humanos, voluntad y con pleno ejercicio de la libertad.