Opinión • Dudar contra la prisa • Arturo Mora
“La vida se presenta y crea la ilusión de que todo es porque es. Nada se quiere poner en duda…”
La gente hace cualquier cosa, no importa lo absurdo que sea, para evitar enfrentarse a sus propias almas.
Carl Jung
Mi vida ha consistido en desafiar la autoridad, lo que me enseñaron de pequeña. La vida es puro ruido entre dos silencios abismales. Silencio antes de nacer, silencio después de la muerte.
Isabel Allende
Hay un solo error innato: creer que estamos aquí para ser felices.
Arthur Schopenhauer
Si escribir no es un desahogo, qué lo es.
Sylvia Plath
Detrás de cada mujer fuerte hay una historia que no le dio otra opción.
Diana Matei
Debemos aprender a dudar. La vida se presenta y crea la ilusión de que todo es porque es. Nada se quiere poner en duda. Pareciera que los hechos hablaran por sí mismos y nuestro único deber es aceptar lo que se presenta sin preguntar nada. La dinámica de la vida actual pone un sello que pareciera inviolable: La prisa.
El tiempo es una dimensión en la que se desplaza nuestra existencia. Sin embargo, la percepción del tiempo estaría encapsulada en una especie de inmovilidad -actos predecibles-, en la que lo que se espera son conductas rápidas, condicionadas, la más de las veces reforzadas, dando razón al conductismo de Skinner y Watson, donde los premios y castigos son parte del entramando para tener respuestas casi inmediatas, rápidas, urgentes, condicionadas.
La prisa se ha convertido en la nueva demanda. Nadie quiere esperar una respuesta si se comunica con alguien en WhatsApp. Se puede hacer fila siempre y cuando avance de prisa. Todo se quiere manejar por citas en los servicios públicos y privados, llegar tarde es penalizado con un “vuelva otra vez”, “haga una nueva cita”. La puntualidad ya no es una virtud, es sólo un reforzador para andar a prisa todo el tiempo. El juego es perverso. La vida se presiona para que todo sea con horarios fijos, la prisa es la constante. No hay que cuestionar nada, las cosas son así, si llegas tarde al trabajo por el pésimo servicio de transporte público es tu culpa, tienes que dormir menos, pararte más temprano y rogar porque el autobús vaya siempre de prisa.
Los semáforos quieren regular el aforo vehicular en las calles más transitadas, pero la sanción de lentitud que se impone hace que la prisa sea una demanda que se siente en el cuerpo. La prisa se ha convertido en sinónimo de intolerancia, nada justifica que tarden en despacharte o atenderte en una tienda. No hay que pensar nada. Pensar es dudar, y dudar es el único antídoto ante la vida de prisa que se ha instalado en nuestras vidas, que cobra su factura real a costa de la salud física y mental. Que hace que alguien deba conducir por arriba de los límites de velocidad. Porque ahora el nuevo negocio que se anuncia en algunas ciudades del mundo serán los taxis aéreos -mini helicópteros- para llegar a prisa.
Dudar es pensar, y pensar es lo que menos quieren las élites económicas y políticas. Pensar y tener tiempo para imaginar, para buscar nuevas respuestas a las viejas preguntas de la existencia en estos tiempos veloces, en los que la rapidez se vende como cualidad de la calidad, “entrega inmediata en todo”, incluidos los afectos. Ante la pregunta ¿Me quieres? Si hay dilación en la respuesta, se entiende como un “no”, y de ahí que la demanda de la respuesta instantánea se convierta en motivo de conflicto. La comida rápida, los amores fugaces, los empleos sucesivos, los resultados inmediatos, los productos milagro, las dietas mágicas que dicen hacer bajar 10 kilos en una semana a una persona, son parte del entramado de la cultura de la prisa, en la que pensar está prohibido.
Si, por ejemplo, se piensa en la comida instantánea, se podría averiguar cuáles son sus ingredientes, los conservadores químicos que utiliza y preguntarse si eso hace bien. Si reviso lo que contienen los alimentos industrializados, podría preguntarme cuánto pago por algo que puedo obtener de otras formas naturales, y sin sobreprecio, además de cuidar la salud. Si nos preguntamos del porqué hoy se ofrecen tarjetas de crédito casi sin requisitos, y por qué se promocionan sistemas de compras en pagos chiquitos en tiendas departamentales, además de alentar el consumo o de satisfacer una necesidad, el costo es muy alto. Las ganancias, más los intereses, es el poder crear “tiendas de raya” modernas y nuevas formas de esclavitud a toda velocidad.
Ahorrar para comprar algo al contado va en contra de la prisa por tener “eso” que nos “urge” tener. Ahorrar es pensar y para la lógica del capital eso no es lo correcto, por eso, los reforzadores del consumo innecesario son las ofertas, las promociones. En los canales de televisión de venta de productos se ofrecen “el dos por uno” en casi todo, descuentos más que sospechosos, multitud de regalos adicionales en la compra de “eso” que es indispensable obtener, y que estos beneficios en la estrategia de marketing son solo para los primeros 50 incautos que llamen, o bien, la oferta del descuento que ya es irresistible, solo dura los siguientes 10 minutos. La prisa se instala como el único deber moral para comprar.
Dudar es pensar de forma critica. Pensar en es poner en duda lo que se da como un hecho irrefutable. Pensar es dudar y dudar es la posibilidad de salir de lo establecido, es el acceso a pensar desde la libertad.
Dudar es hacer filosofía. Pensar y dudar es hacer que la vida cotidiana tome una dimensión humana. Dudar es la oportunidad de sentir, de percibir el mundo con todos los sentidos, haciendo que las dimensiones que configuran lo humano tengan un lugar desde nuestro ser, haciendo que la realidad que se nos presenta sea cuestionada y por lo tanto revisada, deconstruida. Dudar es poner pausa y hacer tiempo para indagar y conocer. Dudar es hacer que tengamos en nuestras manos un antídoto contra la prisa. Dudar es soñar e imaginar que se pueden hacer las cosas de otras formas, mejor y sin prisa.
La prisa es una trampa de la modernidad. Mas no es mejor. Tener tiempo para escuchar una sinfonía que dura más que una canción comercial de moda, es para el tiempo. Contemplar cuadros, esculturas, es hacer tiempo para percibir, para reconocer lo que se siente y experimenta frente al arte, y no tener prisa para estar en una sala y disfrutar, sentir, percibir y gozar de algo que a un artista le implicó habilidad, creatividad, intuición, originalidad y, sobre todo, tiempo.
Leer es pensar, y es hacer y dedicar tiempo. Ahora, por la prisa se quiere incluir como práctica el “aprender de prisa”, “leer” con audio libros “escuchando resúmenes de libros”, se venden cursos de “técnicas para lectura veloz” y hacer lectura de comprensión en pensar, leer es dudar. Escribir es pensar y pensar es necesario, sin la prisa del mercado, pero sí, con la urgencia de recuperar el tiempo y la vida, de hacer filosofía de la vida y de intentar dejar de ser una masa homogénea bajo el control del mercado, cuya única prisa es que le vendamos la vida y el alma a toda prisa, antes de que capitalismo termine de acabar con la naturaleza y la vida, con la prisa con que explota al planeta y hace desechables a los seres humanos de forma instantánea.