Opinión • Parejas • Arturo Mora
Hace unas semanas, junto con la psicóloga Liz Altamirano, nos dimos a la tarea de construir una estrategia psicoeducativa a ofertar ante lo que estamos viendo y escuchando desde el ejercicio profesional y desde las prácticas sociales de interacción personal y virtual a través de las redes sociales y en las plataformas digitales, así como,de algunas reflexiones y preocupaciones que se logran observar en la actualidad en las relaciones humanas, en especial en las relaciones de pareja.
Son tiempos complejos que activaron de algún modo las prácticas de comunicación y el uso de la virtualidad para “conocer” a personas. El covid-19 vino a encerrarnos en casa, pero abrió una puerta muy grande a través de las pantallas. Boris Cyrulnik describió lo que ha pasado, “Al principio, los primeros días, será un descanso, pero después de unos días, el encierro será aburrimiento, trataremos de romperlo por todos los medios, por pantallas, por teléfono, por creaciones inesperadas.”
Lo que hemos visto es la ampliación de las interacciones humanas mediadas por la tecnología. Las videollamadas resolvieron positivamente en la mayoría de los casos con relación al trabajo y la educación. La virtualidad llegó para quedarse, y a la par se expandieron propuestas digitales para conocer a personas. Muchas ya estaban operando antes de la pandemia, pero otras se desarrollaron vertiginosamente con cada vez más “seguros y candados” para conocer “gente seria” con rasgos específicos como los atributos físicos, las competencias intelectuales, la preparación profesional, el nivel social, los ingresos e intereses, etcétera.
El mismo Facebook lazó su opción “parejas”. Otras propuestas tomaron como mercado las necesidades y fantasías sexuales de consumidores, en el caso de los hombres y de algunas mujeres. OnlyFans, se puso de moda, tanto para creadores de contenido como para consumidores,y con ello se difundieron otras plataformas igual de exitosas que vinieron a demostrar de alguna manera, los profundos vacíos existenciales y dificultades de establecer relaciones sanas, funcionales -personales y de pareja-, y que explotó lanecesidad de consumir contenidos sexuales y eróticospagando por ello, más allá de la gran oferta de pornografía que existe en el ciberespacio, donde hay más de 500 millones de sitios web con acceso a material pornográfico.
Entre el consumo virtual de contenido para adultos y el uso de plataformas para encontrar parejas ideales, las relaciones humanas concretas se vieron afectadas por la dinámica social impuesta -confinamiento- como medida de prevención ante la proliferación de los contagios. Cabe decir que la 5ª ola del covid-19 y sus variantes siguen creciendo como tsunami. La vida familiar y de pareja se trastocó severamente en lo quellevamos de la pandemia. Hay que dejar claro que mucho de los saldos sociales al interior de familias y parejas son expresiones de lo latente en relación con los vínculos personales, con la historia de cada persona. Otros son producto del cambio en las prácticas cotidianas de las personas, y del impacto social que impone la sociedad de mercado.
Así, podríamos suponer que el encierro pudo traer más intimidad, más solidaridad, más encuentros sexuales en la vida conyugal, una posibilidad para la ternura, y una reconfiguración positiva de las familias y de las parejas. Sinduda, estas posibilidades habrán sucedido. Pero la pandemiatambién hizo que se revelaran —por así decirlo– situaciones en que se mostró subjetivamente y en lo real, con actitudes y conductas: ¿quiénes eran los que vivían juntos? ¿Con quién estaban casados? ¿Qué implicaba la convivencia día y noche, semana tras semana, mes con mes? “Soportarse” se convirtió en un dilema que —junto con situaciones de orden económico, trabajo en casa, niños y niñas en clases en casa-llevó al conflicto, y con ello a la disolución del contrato matrimonial. En medio de esas decisiones de separación,crecieron las situaciones de violencia: en 2021 se presentaron en el país 253 mil 736 denuncias de violencia intrafamiliar. Cabe señalar, que sólo se denuncia el 10 % de los delitos -cifra negra-; el problema es grave y poco ser hace.
Desde una antropología filosófica, la dimensión afectiva y sexual —y por lo tanto, la forma en que vamos conociendo a las personas, y con ello las posibilidades de expresar los sentimientos más sublimes que el amor conlleva– pone a esta dimensión del desarrollo humano como un dinamismo sustancial y fundamental. Los procesos que conllevanconocer a alguien, a enamorarse de ese alguien y crear un vínculo social de convivencia, están cruzados por la cultura y por las demandas propias de cada persona. El amor es sentimiento, emoción y a la vez construcción social.
Las preguntas que las personas se hacen respecto a cómo elegir o dejar a una pareja, independientemente de la condición social, económica, orientación sexual o cultural,se convierten en una preocupación emocional fuerte para cada sujeto, situación que nos lleva a observar y reconocer que nos falta mucho para conocernos en lo individual y que debemos pensar en cambiar los patrones idealizados del amor romántico, en trabajar para deconstruir prácticas patriarcales de hombres y mujeres en las relaciones de pareja y de las familias, en construir nuevas masculinidades, a la vez de analizar críticamente las estructuras sociales y económicas asociadas al éxito personal y la idealización de la felicidad como criterio de consumo: ser feliz todo el tiempo, vivir sin dolor, lograr el éxito sin esfuerzo, aislado y sin compromiso social, sin paciencia, y esperando recompensas inmediatas -el placer y el gozo- como principio emocional de existencia, dentro de una sociedad del rendimiento, individualista, hedonista y narcisista, donde lo que prevalece es el consumo como única lógica, la del mercado.
Como sociedad occidental, en menos de 70 años pasamos de una sexualidad para la reproducción a una sin reproducción -la píldora-, hasta llegar a una reproducción sin sexualidad -reproducción artificial-. Todavía estamos intentado explicar y entender la condición humana a partir de estos cambios civilizatorios y de orden social, biológico y cultural.
Marina Pinilla escribe:
Ahora estamos pasando de conocer a alguien para enamorarse a enamorarse para luego conocerse. Pasamos del amor exprés al amor de usar y tirar. El amor ‘express’ alimenta la codependencia: acabamos una relación y volvemos a enamorarnos demasiado rápido, dando otro salto al vacío […] Al comenzar la adolescencia y la adultez perpetuamos esa dinámica en las relaciones afectivosexuales: nos sentimos abandonados cuando estamos solos y depositamos todas nuestras ilusiones en la primera persona que nos hace caso. […] Este amor de usar y tirar puede parecernos banal, pero sus efectos a largo plazo son más graves de lo que pensamos. […] Es decir, les cuesta más percibir comportamientos de manipulación o abusos y, por eso, son más susceptibles a comenzar relaciones con personalidades englobadas dentro de lo que se conoce como la triada oscura: narcisistas, maquiavélicos y psicópatas. Paradójicamente, a más relaciones abusivas encadenan, más relaciones abusivas necesitan […]Dejar atrás esto implica llenar un vacío emocional que se ha ido gestando a lo largo de los años, a veces durante toda una vida. Para lograrlo necesariamente debemos aprender a estar a solas, que no solos; una utopía en una sociedad que fomenta las relaciones vacías, especialmente las que mantenemos con nosotros mismos. Sin tiempo para escucharnos ni para desenmarañar los conflictos no resueltos de nuestra psique, avanzamos de puntillas por la vida con sentimientos tan intensos como volátiles. Pero si no nos sentimos cómodos conociendo nuestras fortalezas y vulnerabilidades, ¿cómo vamos a esforzarnos en conocer las de los demás?
Pero no siempre tenemos el tiempo y la paciencia para conocer y amar al otro, a la otra, a los otros. Nos falta voluntad, y que el deseo hecho compromiso sea un realejercicio de libertad. Se instala el sexo sin afecto, la pulsión sin filtro. Pasamos del compromiso emocional a la irresponsabilidad afectiva, a la dependencia, a la codependencia. Al fracaso en las relaciones de pareja y de otras relaciones, y con ello a la falta de salud mental y al desarrollo de algunas conductas propias de la psicopatología,y a intentar llenar los vacíos con prótesis como las adicciones y la vida virtual -ideal y falsa- en las redes sociales.
Nos falta mucho para entender que las relaciones humanas de pareja son relaciones de dos personas autónomas y libres, con criterios, valores, necesidades, deseos y sueños individuales, que acuerdan estar juntos para llegar a ser las mejores versiones de sí mismos, en lo individual y como pareja, y que esto sólo se logra a través del diálogo, de una comunicación asertiva, clara, concisa, coherente, completa, cortés, concreta, correcta y amable, para crear consensos y establecer acuerdos que deberán ser revisados a través del tiempo que dure la relación, y que se deberán atender paraevitar “Idealizar a la pareja”, lo que consiste en atribuirle cualidades que hacen a la persona más bella o agradable de lo que realmente es, apartando de la conciencia lo considerado malo o negativo como parte del proceso de enamoramiento, biológico y emocional.
Habrá que darse cuenta que el mercado puso a los productos, mercancías y servicios, la noción de obsolescenciaprogramada. Nos ha hecho creer que las cosas tienen una la vida útil, impuso la fecha de caducidad de los productoscomo el plazo para desecharlos. Esa condición la hemos interiorizado y trasladado a las relaciones de pareja, a las relaciones de amistad, al mundo del trabajo, a las identidades personales que, dicho sea de paso, hoy son más efímeras -liquidas y gaseosas- que en el pasado.
Tales reflexiones nos llevaron al desarrollo de esta propuesta que les comparto, por si alguna persona se interesa en conocer más sobre este tema: Curso Psicoeducativo “Inteligencia amorosa: entre links y likes en las parejas”. Son ocho sesiones de 2 horas, una cada semana, de 6 a 8 pm Fechas: 17 de agosto al 5 de octubre de 2022. TIKUN CENTRO HOLÍSTICO. Informes: cel. 477 2239063