Opinión • Lo que busco, lo que quiero • Arturo Mora

“Uno, sin pensarlo mucho, está siempre en búsqueda de lo deseado, de eso que nos falta…”

 

La gente dulce no es ingenua. Ni estúpida. Ni indefensa.
De hecho, son tan fuertes que pueden darse el lujo de no usar máscaras. Son libres para ser vulnerables, para sentir emociones, para correr el riesgo de ser felices.

Marilyn Monroe


La tecnología no alcanza a la locura,
y en ella es donde lo humano del hombre se refugia.

Clarice Lispector


La forma más elevada de amor
es ser el protector de la soledad de otra persona.

Rainer Maria Rilke


Luego alcancé a comprender que el tiempo nunca se gana
 y que nunca se pierde, que la vida se gasta, simplemente.

Almudena Grandes


Fue solo una sonrisa amable y poco costó darla,
pero como la luz de la mañana, dispersó la noche
e hizo que valiera la pena vivir el día.

F. Scott Fitzgerald


En todo encuentro erótico hay un personaje invisible
y siempre activo: la imaginación. 

Octavio Paz

 

 

Uno, sin pensarlo mucho, está siempre en búsqueda de lo deseado, de eso que nos falta. De eso que se perdió en el tiempo. Tiempo que nos ha ido perteneciendo al vivir. La vida, desde la experiencia y la conciencia, va acomodando día con día la forma en que interpretamos y damos sentido a lo que hemos y vivido y estamos viviendo. 

Es una especie de interfase de fluidos, de materia liquida y gaseosa que se mueve con su propia fuerza interior, y que a través de las conexiones neuronales neurotransmisores y hormonas, va acomodando las nuevas situaciones de la vida a las que nos enfrentamos, que se integran en función de otros procesos propios de la conciencia -el aprendizaje- y del inconsciente, con sus propios mecanismos de defensa.

Nuestro pensamiento nunca para. La capacidad de nuestro sistema nervioso, las funciones del cerebro, del corazón y del estómago, expresan un conjunto de relaciones que son respuesta a lo interno y a lo externo que nos sucede como cuerpo, como individuos, como seres con una singularidad, que también se expresa desde nuestra inserción en la colectividad desde la cultura, desde el lenguaje.

Es claro que el reto y desafío de cada persona es tomar conciencia de “sí”. De pensarse y verse desde el otro. Es la posibilidad que tienen las personas de aspirar a comprender la voluntad de ser, a la vez de comprender el contexto de vida que nos toco vivir, y a la vez discernir en entre lo que puedo entender, sentir y transformar, y qué cosas del mundo exterior a uno no se pueden transformar, y cuáles sólo se pueden cambiar a través de la acción colectiva. 

Distinguir los planos de acción en los que podemos intervenir para encontrar la búsqueda y las batallas personales, incluidas la perdidas, la ausencias y aun los vacíos existenciales que de vez en vece nos habitan, donde la soledad, tristeza, angustia y desesperanza llegan sin avisar, es la posibilidad de hacernos cargo de nosotros, de asumir la responsabilidad, que no es otra cosa que responder con habilidad, que actuar en consecuencia de nuestros actos y -si se puede- desde nuestros deseos, esos que estamos buscando de todas las formas posibles, aunque se nos presentan muchos obstáculos para lograr eso que se dice fácil pero es lo más difícil: ser auténticos desde el ejercicio práctico de la voluntad, desde la conciencia de la libertad en relación con los demás, a los otros.

En Kafka en la orilla, Haruki Murakami escribe: 

Lo que busco... - Te explico - la fuerza que busco no tiene nada que ver con ganar o perder. No quiero un muro para repeler la fuerza exterior. Lo que quiero es la fuerza para recibir los ataques que vienen y soportarlos. Injusticia, desgracia, tristeza, malos entendidos… Quiero la fuerza para soportar todas estas cosas en paz. – Sin embargo, creo que esta es la fuerza más difícil de conquistar.

Lo cierto es que vivir no es fácil. Comprender al ser humano, encontrar sentido a las motivaciones que producen circunstancias como la guerra, el hambre, la sed, la destrucción, la muerte, la explotación de las personas, la expoliación de la naturaleza, el comercio sexual de niños y niñas, la trata de personas, la esclavitud, las violencias contra las mujeres y niñas, los absurdos como las restricciones a la dignidad de las mujeres en Afganistán, son algo inaudito. Lo real de la crueldad y la ignorancia arropada por las religiones es por demás una afrenta a la inteligencia, a los derechos humanos y a una ética global que debería prevalecer como continente moral de lo humanamente permitido.

Liliana Bodoc escribió: 

A veces, la vida se comporta como un viento: desordena y arrasa. Algo susurra, pero no se le entiende. A su paso todo peligra; hasta lo que tiene raíces. Los edificios, por ejemplo. O las costumbres cotidianas. Cuando la vida se comporta de ese modo se nos ensucian los ojos con lo que vemos. Es decir, los verdaderos ojos. A nuestro lado pasan papeles escritos con una letra que creemos reconocer. El cielo se mueve más rápido que las horas. Y lo peor es que nadie sabe si, alguna vez, regresará la calma. 

La vorágine de la vida y la incertidumbre como única constante, marcan la fragilidad con la que se camina. Los cambios y la velocidad con la que suceden, junto con la falta de puertos seguros.  La banalidad, la frivolidad, lo efímero, lo inmediato, la recompensa al deseo sin escrúpulo alguno, son el paradigma que se instala como cotidianidad vigente, que no admite críticas, que no esta dispuesta a ser “pensada”, porque se sabe que nadie quiere perder la posibilidad de vivir sin sentido, de vivir para el momento, desde un hedonismo que celebra el narcicismo como forma de ser, y que el mercado capitalista alienta para ensalzar al individuo y fragmentar el tejido social y disolver la conciencia social y las identidades culturales que nos dan soporte como sociedad. 

Hoy lo real de la vida pasa por lo que enfrentamos a partir de lo que vemos y percibimos de quienes nos rodean. Problemas de todo tipo: de sobrevivencia, de no contar ingresos para vivir con dignidad, de relaciones interpersonales en todos los órdenes: familiares, pareja, socios, compañeras y compañeros de trabajo, amigos y amigas, fracasos, separaciones, rupturas, muerte de seres queridos que se suman a diversos problemas de salud física, de salud emocional y mental que nos conflictúan, que abruman, que pesan, que duelen, que nos desconciertan, que nos alteran, que nos desubican, que nos confunden y nos hacer perder el sentido de búsqueda de uno mismo. No hay tiempo ni maneras de encontrar las pistas, los hilos, los senderos, ni las posibilidades de encontrar respuestas.

Lo real es que para transitar en la realidad de la vida de las mejores formas posibles, se requiere pedir ayuda, compartir la vida con las y los otros. Se necesita aceptar que no podemos con todo, que está bien, que sentirse mal es un síntoma, una señal para hacer caso y solicitar apoyo, que se requiere saber y comprender que uno es quien necesita darse cuenta de que no somos infalibles, inmortales ni mucho menos perfectos. La vida encuentra como el agua sus caminos; se necesita entender que somos agua, y que sólo desde nuestro interior es posible encontrar nuevas respuestas, tomar conciencia de lo que nos pasa y afecta, y que desde el deseo de estar bien se inician los procesos de sanación.  

Sin embargo, como dijo Marc Pieniazek: 

Ten(er) cuidado de no lanzarte a rescatar a alguien sin al menos entender primero sus necesidades.  Asumir lo que es correcto para otro porque fue correcto para ti, e imponer tus propias perspectivas y formas de vida a los demás, puede causar más daño que bien.

Han Kang, la reciente Premio Nobel de literatura escribió en “La clase de griego”: 

Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien. 

Y Dorian Marc: 

Es bonito saber que ahí, al otro lado, en algún lugar de este pequeño mundo estás Tú, que me escribes, que me piensas y que me sientes, que aún a través de la distancia sin estar, estás...Tú, que haces que valga la pena creer y confiar.

Lo que quiero, lo que busco es seguir en la terquedad de ser uno con los demás, y correr los riesgos de vivir desde la búsqueda del deseo y de la justicia social. Comprender que la vida es una, y tiene la garantía de que es real y no admite devoluciones, Así que buscar el deseo es el camino para aceptar y encontrar en la finitud de la vida la única certeza que nos hace vivir y disfrutar, pese a todo, los buenos y hermosos momentos que nos hacer vibrar de dicha, de felicidad, de compasión, de solidaridad y amor.