sábado. 21.06.2025
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Opinión • Silencio, ruido y palabra • Arturo Mora

“Estar en silencio es una provocación para escucharnos…”

Opinión • Silencio, ruido y palabra • Arturo Mora

El silencio es, quizá, la forma más potente de la palabra. 
Gabriel Rolón

A veces llamamos escuchar música a lo que en realidad es escuchar recuerdos.
Juan Rulfo

El silencio es la conversación de las personas que se quieren. Lo que cuenta no es lo que se dice, sino lo que no es necesario decir. 
Albert Camus

A veces suena su risa cuando está todo en silencio, como si me recordara que la vida nunca muere.
Elvira Sastre

Claro que creo en los sueños. Soñar es esencial, puede ser la única cosa real que exista.
 
Jorge Luis Borges

En las palabras está la vida.
Cristina Pacheco


 

El silencio hace ruido y se convierte en palabra. Por cuánto tiempo podemos estar en silencio. Por cuánto tiempo podemos callar la voz interior que dialoga como pensamiento y como lenguaje. Por cuánto tiempo podemos no decir nada a otros. Por cuánto tiempo podemos resistirnos a no hacer caso a los ruidos de la vida, desde el zumbido de un mosquito, el ladrido de un perro a lo lejos, el crujir de pisos y lozas por donde caminamos en silencio, o el ruido del viento que mecen las ramas de los árboles y el espantoso ruido de sirenas de ambulancias y patrullas, o el estertor de aviones que imprudentes rompen el silencio. 

En el silencio se escucha el cuerpo; los sonidos nos habitan. El latir del corazón, la respiración y su cadencia, los intestinos moviéndose y los ruidos de gases que imprudentes rompen el silencio, el tronido de huesos de las articulaciones y hasta el parpadeo, logran agitar el aire, por mínimo que sea, y el silencio se quiebra. Aun en los sueños hay sonidos, música, risas y llantos. Los sueños no están hechos en el silencio.

Sin embargo, el silencio es algo que aterra a las personas. Estar en silencio es intentar estar con uno mismo, es pensar y sentir, pensar y recordar, pensar y cuestionar, pensar e insistir, pensar y evocar, pensar y soñar, pensar y recordar, pensar y crear, pensar y oír. Estar en silencio es una provocación para escucharnos.

Músicos, escultores, pintores, escritores, poetas y filósofos hicieron gran parte de su creación desde el silencio. Personajes místicos han desarrollado una espiritualidad contemplativa en el silencio. La introspección y la duda, la reflexión y el diálogo interior, buscan silenciar esos ruidos y ruiditos del alma que a veces son verdaderos estruendos del saber, o bien son estridencias propias de la pasión, o son los truenos y los murmullos del deseo y del amor. 

Guardar silencio es otra cosa. El silencio también es secreto personal y da paso a la creación de un mundo privado, propio. Es la intimidad con uno mismo y es la manera que tenemos de crear nuestra identidad y de tener un certificado de autenticidad por así decirlo, y es en el silencio en el que se crea el espacio donde nacen las decisiones, donde uno toma distancia del dolor y del sufrimiento. Pero en silencio también se asume lo bueno de la vida, es en el silencio en el que se puede sentir la dicha y la felicidad, que es lenguaje que sólo se puede escuchar en silencio interior, y es ese silencio lo que es el amor propio, el que esta investido de dignidad y voluntad.

Guardar silencio es otra cosa. Es retener en el corazón, en el alma y en el cuerpo, los abusos, los maltratos y el desamor que se vivió en la infancia y en la adolescencia. Guardar silencio es callar ante la infamia, ante la injusticia. Es permitir la impunidad. Es quedarse mudo ante el dolor y la pena. Es hacer que el rencor y el resentimiento aniden en las entrañas y carcoman por dentro. Guardar silencio es tragarse y ahogarse con las palabras que no se dicen pero luego brotan como pena, llanto, enfermedad, desasosiego, ansiedad o depresión. Guardar silencio es dar paso a la ausencia del otro, pero también es despedida y es memoria.

La sociedad de mercado y el poder en todas sus formas no quieren que estemos en silencio. Estar en silencio es pensar y darnos cuenta, tomar conciencia. Estar en silencio está prohibido. Estamos llenos de programas de radio, de televisión, de programación. Es plataformas digitales, es hablar por celular, es estar con ruido visual en las pantallas. Hemos hecho que plantas y animales hablen. Todo el tiempo hay ruido. En la calle, autos, bocinas en comercios, música ambiental en restaurantes, en tiendas de autoservicio, en plazas comerciales, en el auto. Estar en silencio está prohibido individualmente. Cada vez más personas, caminan, se transportan, trabajan y hasta se divierten con unos audífonos puestos en los oídos, oyendo algo, menos sus pensamientos. 

En el sismo de 2017 Juan Villoro escribió el poema “El puño en alto” como un reclamo social y un canto a la vida. En el último verso se ve este emblema en el sentido simbólico de lo que es levantar el puño, señal que sirvió para pedir y guardar silencio para rescatar a los sobrevivientes del sismo. 

Hoy nos invito a no dejar de escuchar los gritos, los quejidos de dolor y de desconsuelo de quienes tienen hambre y sed, de quienes no tienen un techo, y nos invito a oír los murmullos y sollozos por las injusticias y la impunidad que hacen que  no haya paz y tranquilidad por el maltrato a las infancias y adolescencias, por las violencia contra las mujeres y ancianos, por las agresiones a las personas trans y hacia la comunidad LGBTTTIQ, por los abusos e injusticias contra migrantes y campesinos, por el despojo y exclusión de indígenas y afromexicanos. 

Nos invito a escuchar las demandas y reclamos de obreros y empleados, las peticiones de familiares y amigos de desaparecidos, a escuchar las esperanzas y sueños de los jóvenes. Invito a escuchar la pena y el sufrimiento de los afectados por la pandemia. 

Habrá que aprender a estar en silencio, a guardar silencio. Necesitamos levantar el puño para pedir silencio y empezar a escuchar lo que dicen nuestros corazones, lo que anhelan nuestros deseos, a lo que aspiran nuestros sueños y utopías. 


 

El que levantó un puño para pedir silencio.
Los que le hicieron caso.
Los que levantaron el puño.
Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía.
Los que levantaron el puño para escuchar si alguien
vivía y oyeron un murmullo.
Los que no dejan de escuchar.
 

Juan Villoro