Opinión • A tiempo • Arturo Mora Alva

“Ojalá estemos a tiempo, y ojalá que nos dé tiempo…”

Opinión • A tiempo • Arturo Mora Alva

No importa lo lejos que viajes, nunca podrás alejarte de ti mismo.
Haruki Murakami

Claro que creo en los sueños. Soñar es esencial, puede ser la única cosa real que exista.
Jorge Luis Borges

Y nada abreviaré que deba sucederme ni la pena ni el éxtasis, para que cuando sea vieja tenga como deleite la detallada historia de mis días.
Ángeles Mastretta


 

El tiempo tiene su propia lógica y nosotros lo vamos dotando de sentido y significado en todo lo que vamos viviendo. El tiempo transcurre y la forma de sentir que podemos controlarlo es midiéndolo. Eso nos lleva a querer saber qué paso antes y que habrá en nuestro devenir. El tiempo es también percepción y la forma en que sentimos la vida. Hay días en que el tiempo pasa ligero y veloz, a veces pesa, se congela, es por demás lento ante la prisa que llegamos a tener, y otras veces pasa sin darnos cuenta. Algunas veces sentimos que el tiempo se hace corto, instantáneo y efímero, sentimos que se va entre las manos como agua inquieta. El tiempo también se desdobla en los recuerdos y añoranzas de las personas que amamos y queremos.

Hacer una línea del tiempo —de la vida- de cada uno de nosotros, de nosotras, es saber que nunca será algo lineal para la memoria. Los registros, los diarios y las bitácoras son anotaciones de lo vivido con fecha, pero los hechos se desplazan en la mente con cierto azar y con mucho capricho, porque tenemos la capacidad y condición humana de acomodar y asimilar las experiencias, junto con las emociones y los sentimientos con que las inscribimos en nuestra memoria.

En la sensación de la evocación los recuerdos y en el reconocer el deseo de lo que queremos que suceda, el tiempo toma su lugar —si es que lo tiene-, y nos damos a la tarea buscar en el futuro —único lugar al que podemos ir-, las posibilidades de ser uno mismo, esto es, con todos los segundos, minutos, horas, días, meses y años a cuesta de quien somos y de quien estamos queriendo ser. El tiempo camina, corre, vuela, y de vez en vez se detiene. La noción que internalizamos del tiempo logra dar la posibilidad de pensarnos en el tiempo —nuestra historia personal-, e intentar comprender de dónde venimos y a dónde vamos.

Hay un tiempo biológico, un tiempo cósmico, un tiempo social y un tiempo histórico.  Ahí sucede, pese a nosotros, la existencia de los seres humanos. Y si bien son múltiples los escenarios, está también posibilidad de comprender nuestra presencia como sujetos sociales, biológicos y culturales. Todo ello dentro de una dinámica y dimensión singular que nos hace una unidad —un ser individual– y al mismo tiempo un ser social —un ser cultural–.

La historia de la civilización y el tiempo que nos ha tocado vivir nos permite pensarnos como especie y ver de lo que hemos sido capaces para bien y para mal, desde la barbarie hasta lo excelso del arte y cultura. Somos testigos de la crueldad, del dolor, de la devastación y de la muerte de muchos otros seres humanos y de la naturaleza, y también podemos dar testimonio de muchas historias de solidaridad, de fraternidad, de amor y esperanza.

Vemos en estos días lo que pasa en Afganistán. Hemos visto el desastre natural y sus consecuencias de lo que paso recientemente en Haití. Estamos viviendo la “tercera ola” del covid-19 y con ello el dolor, la desesperación y la muerte una vez más. Estamos siendo testigos de cómo todo el país se convierte en gran un cementerio. Sabemos cada día cómo se enganchan miles de jóvenes, hombres y mujeres en las drogas, y el acelerado crecimiento del consumo de sustancias psicoactivas de diseño, en especial el cristal. Está la realidad por demás trágica de los migrantes. Vemos el drama de los millones de refugiados y desplazados que no tienen nada, ni siquiera la posibilidad de un futuro. Observamos la tragedia y el dolor eternizado en el que viven las familias de los desaparecidos. A esto se suma la situación de pobreza en la que sobreviven miles de millones personas en el mundo, el hambre y la sed siguen aniquilando a miles de personas cada día.

Habrá que pensar si es tiempo de detenernos un poco y pensar para actuar de forma diferente. Habrá que seguir haciendo visible la realidad social y humana, aunque no nos guste lo que veamos. Será tiempo de imaginar el futuro y los mundos que podemos construir. Será tiempo de ver el pasado para aprender —preguntarnos y responder- qué hemos hecho y por qué lo hemos hecho. Es tiempo de recuperar el tiempo para uno y romper la lógica del capitalismo y del mercado, donde pensar, reflexionar, preguntar, imaginar, e incluso descansar y no hacer nada es algo mal visto, no es productivo, no deja dinero, porque para los nuevos dioses de la productividad y del éxito, “el tiempo es oro”.

El problema es que no logramos comprender que el tiempo sigue su marcha, y que pese a todo lo que podamos creer, evadir o negar, el tiempo sí se nos acaba. Ojalá estemos a tiempo, y ojalá que nos dé tiempo.