Relevos inocuos

“Queda, sin embargo, la esperanza y posibilidad, de que los funcionarios públicos en la sorpresa e inicien los cambios esperados, demandados, necesarios y urgentes que las realidades municipales, estatales y de todo el país reclaman.”


En política lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno.
Konrad Adenauer

No desgasta el poder; lo que desgasta es no tenerlo.
Giulio Andreotti

La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular.
Edmond Thiaudière

Después de las elecciones y confirmados los triunfos de los partidos políticos y una vez  designados funcionarios públicos, queda claro que tienen mucho trabajo por hacer. Un problema en las estructuras organizacionales, sean de orden público o privado, es que cada institución tiene una historia y tiene una cultura propia, es decir una manera de ser y hacer su trabajo.

Las instituciones van delineado una serie de procedimientos, de reglas, de rutinas y de mecanismos de operación que les dan cierto nivel de orden, una especie de confort situacional a quienes trabajan ahí, es como si fueran todos y todas arropados por un halo invisible que les pone un sello único, así que aunque metamos a todos los funcionarios públicos en una sola categoría, su comportamiento es distinto, si colaboran en áreas de educación, turismo, economía, o impartición de justicia. Se crean culturas particulares, que entre todo quieren quedar bien con las cabezas de las instituciones.

Cada sexenio por ejemplo, se cambian logotipos, se mandan pintar de forma diferente edificios y se remozan oficinas, en especial la de los directivos y secretarios, no sólo se trata de quitar el cuadro con el retrato del anterior gobernador o presidente municipal, sino se quiere renovar casi todo, porque hubo un “cambio” y se tiene que “ver”, la gente lo tiene que “notar”.

Se mandaran a hacer nuevas credenciales, nuevos estilos de hacer oficios y cartas, hasta nuevos formatos para trámites oficiales, se intentara incorporar algún matiz en las redacciones de documentos, de planes y programas. La idea es vestir, adornar y hacer una nueva parafernalia institucional, que vendrá acompañada de distintivos con diseño nuevo, de nuevos uniformes, de nuevos artículos de promoción y publicidad. Se proyectará por parte de las oficinas de comunicación social de cada dependencia, un rostro con nuevo maquillaje, con nuevos perfiles para las fotografías, nuevos estilos para los comunicados oficiales y con nuevo estilo en los protocolos de actos, eventos y ceremonias oficiales. Sí austeridad y buen manejo de recursos, pero el cambio se tiene que ver, -y ni modo-, eso cuesta y mucho.

Vienen tiempos de nuevas secretarias de gobierno, de nuevas direcciones, vendrán los cambios de sede de las secretarias de estado a nivel federal con todo lo que implica: tirar cientos de hojas membretadas, tarjetas, sobres, folders, hasta plumas, pero también se van a la basura: mobiliario de oficina, computadoras, macetas, cortinas, persianas y todo aquello que recuerde al sexenio anterior, al anterior secretario o al expresidente municipal.

Gasto del dinero público que está presupuestado y autorizado con forme a las normas del marco jurídico vigente. Se trata de un spa completo, con cambio de imagen para tener un nuevo look, que hasta se festeja, pero sobre es para que se presuma.

¿Y el cambio de fondo en donde empieza? ¿Es con el simple y llano nombramiento de una persona para un puesto o cargo? ¿Es declarando que va ser todo diferente? ¿Es con el anuncio de que habrá ahora sí un golpe de timón? ¿El cambio inicia sólo con la toma de protesta de funcionarios y de las y los legisladores? ¿Se inicia con la publicación de los planes de gobierno? ¿Se inicia con entrevistas que se promueven en los medios de comunicación? ¿Con encartes en los periódicos para felicitar la llegada o ratificación de servidores públicos?

Todo apunta que los cambios que se harán con los nuevos gobiernos son superficiales, con algo de maquillaje, nuevos colores en las corbatas y nueva decoración oficial. En los discursos poselectorales y los primeros ejercicios legislativos que vemos, son por decirlo cortésmente, inocuos, insustanciales y triviales. Las primeras decisiones de algunos nuevos responsables del poder ejecutivo estatal en el país, anuncian que habrá cambios, si cambios y transformaciones para no cambiar o de plano cambios que no se harán. En política todo se vale. Como lo expresó Winston Churchill:  “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que bien, y de explicar después por qué no ha ocurrido”.

Estos relevos inocuos seguramente tienen su límite.

La ciudadanía tiene que asumir su papel de pueblo, de sociedad con derechos, sí, con obligaciones también, pero sobre todo, con el derecho a tener y demandar buenos gobiernos, que al menos hoy en su traducción más real, gobiernos que deberían ser sinónimo de seguridad, de empleos dignos, de salarios justos, de educación de calidad, de atención a la salud eficiente y eficaz, de vivienda adecuada, de servicios públicos suficientes y permanentes, de paz con justicia social, de igualdad y libertad para mujeres y hombres.

Cambiar por cambiar no le sirve a nadie. Cambiar para no cambie nada es parte de la retórica de quienes detentan el poder y lo desean conservar como principio de gobierno. Queda, sin embargo, la esperanza y posibilidad, de que los funcionarios públicos en la sorpresa e inicien los cambios esperados, demandados, necesarios y urgentes que las realidades municipales, estatales y de todo el país reclaman.