*Carrancear, mocho y pelos en la lengua
A muchas palabras se le asigna un sentido que en su origen no tenían. Lo mismo sucede con expresiones; al sumar sus significados o analizar la forma en que se relacionan los vocablos, no corresponden al sentido de cada una de sus partes. En algunos casos, el uso es estrictamente local (como *carrancear, ausente del Diccionario de la Real Academia Española, DRAE; y de uso irregular en México). En otros, aunque se originan en una localidad, su influencia se regionaliza y por ello se incorporan al DRAE (como ‘mocho’, de uso frecuente en muchos países por influencia del habla mexicana); o expresiones que se han tornado locuciones del idioma (como cuando se dice «No tengo pelos en la lengua»).
En la mayoría de casos, el origen es oscuro; se ha olvidado qué las acuñó.
Antonio López de Santana fue un político mexicano recordado por infame. Dotado de grandes habilidades teatrales, su labia y entramados le acarraron prestigio de gran estratega militar. Presidente de México en varios periodos, gustaba de demostrar una devoción religiosa que muchos ponen en duda por sus ladronerías e infidelidades. Después de la Independencia, México lo mismo registró embates militares de intereses extranjeros, que de las facciones políticas internas. En una de tantas, don Antonio perdió una pierna. Los funerales a su pierna fueron de Estado. Entre el duelo nacional, ceremonias, bandera a media asta y misas, rosarios, así como doblar de campanas, el pueblo mexicano fue testigo de los más extraños pedimentos ante imágenes sacras por la pierna del Presidente. Algo que no está completo, se le dice mocho. El presidente de este entonces, estaba mocho (incluso llegaron a apodarle el Quince uñas). Horas de rezos valieron para que la gente empezara a asociar mocho con santurrón. Al principio por comparación: «’Tas igual que’l mocho»; con el tiempo, fue el calificativo.
El origen de *carrancear también es histórico. El Diccionario de americanismos de las Academias de la Lengua define a esta voz como «rapiñar, robar en grandes proporciones». Aunque oficialmente es un héroe, este epónimo deriva del apellido de Venustiano Carranza, primer presidente de México después de la Revolución Mexicana. Durante el periodo de la guerra civil, como todo ejército, requería de allegarse de recursos. Lugar en el que acantonaba, requisaba todo lo de valor para sostener su causa. No es difícil entonces imaginar cómo pasó de apellido a designar quien toma lo que no es suyo. De él se decía que tomaba a manos llenas, porque Álvaro Obregón, el Manco de Celaya, solo podía hacerlo con una mano.
‘No tener pelos en la lengua’ es una locución adjetiva aplicada a quien no se detiene para decir algo, no obstante las consecuencias. El origen es totalmente… patológico. La lengua tiene aproximadamente 10 mil papilas gustativas. Si por alguna razón se hinchan, quedan expuestas a infecciones (viral o bacteriana) que provoca su ennegrecimiento. Por ser miles y adquirir ese color, dan la impresión de ser vellosidades. Evidentemente, quien llega a padecer ese mal, evita abrir la boca para no ser criticado. Por tanto, quien no lo padece se da el lujo de abrir la boca sin miramiento.