Chispitas de Lenguaje | Amor y su connotación

El amor es una cosa esplendorosa… ¡hasta que se entera tu esposa!  La palabra ‘amor’ es una de las más recurrentes, no solo en nuestro idioma. Lo mismo aparece en poemas y prosas –en la literatura– que en dichos, chistes y conversaciones comunes.

El amor es una cosa esplendorosa… ¡hasta que se entera tu esposa!

 La palabra ‘amor’ es una de las más recurrentes, no solo en nuestro idioma. Lo mismo aparece en poemas y prosas –en la literatura– que en dichos, chistes y conversaciones comunes.  El amor es el sentimiento producido por la presencia de la feniletilamina (curiosamente, las siglas serían FEA) en la sangre. Segregamos esta hormona al encontrarnos con una persona atractiva. La cantidad depende de la atracción.

El chocolate químicamente es lo más parecido a esa hormona. Por ello, es obsequio común entre enamorados, para la reconciliación o para el cortejo.

Pero, amén de lo fisiológico, la palabra ‘amor’ tiene distintas acepciones (definiciones admitidas por el conjunto de hablantes, representados por sus academias de la Lengua) que va de lo físico («amor libre»: relaciones sexuales no reguladas), hasta aspectos conceptuales («amor propio»: necesidad de prestigio). En este último sentido, el amor presenta una enorme gama de sentimientos que van desde ‘querer’ hasta ‘sublimar’. En este concepto, ‘querer’ implica el deseo más simple de ‘desear’, ‘tener’ o ‘retener’, mientras que ‘sublimar’ define el sentimiento más intenso para que el objeto amado alcance ‘plenitud’ (sin querer parafrasear la canción de Manuel Alejandro, ‘Amar y querer’, aunque no le falte razón o coincidencia con lo que expongo).

El amor inicia con la atracción física y se completa cuando la persona admirada tiene un ideal del yo (superyó, en términos psicoanalíticos), atractivo para el superyó de la otra persona. El enamoramiento es el resultado de la mezcla de lo físico y la personalidad. Algunos prestan más atención al primer aspecto, otros al segundo; lo preferible es su equilibrio.

Con el tiempo, la atracción física se supera y es sustituida por el segundo aspecto (aunque no siempre). La ruptura se presenta cuando aparece el verdadero Yo (la personalidad real de alguien) o si la relación depende de lo físico. Todos manejamos una imagen frente a los demás e, incluso, en ocasiones ante nosotros mismos (no nos conocemos a fondo). Esta imagen pretendemos sea lo más atractiva frente a quien nos importa, más aún si es la persona que nos provoca cosquilleos en el estómago. Sin embargo, si ese ideal de uno mismo no se acerca a la verdadera personalidad –porque es imposible mantener toda la vida una fachada–, nuestra presa (a quien pretendíamos atrapar, quizá de por vida), termina por decepcionarse.

‘Amar’ obliga, entonces, a un análisis y comprensión de lo que en el fondo somos, para verdaderamente conocer nuestros sentimientos y valores (tarea que, además de dificultosa, en mucho resulta tormentosa emocionalmente). A partir de ahí, lograr el doloroso paso de aceptarnos (con defectos y virtudes) para reformular nuestra imagen y apegar conductas a valores reales (soñar es importante, pero actuar es preferible). Ello, podría implicar que el ser deseado no compartiera esos valores. Y, si logramos el amor sublime, luchar para que ese ser amado alcance su felicidad; hacerlo de otra manera, no es amor, es simplemente egocentrismo (necesidad de placer a través de los demás). La palabra ‘amor’ es más que poesía y definición.