Date un descanso
En ocasiones, cuando la bruma de lo adverso o lo que dificulta el andar nubla la vista, viene bien darse un descanso. Regalarse un reposo en medio del camino, gratificarse con pequeños placeres que vuelven a dar vida al ser de una persona, resulta de efectos invaluables. Lo más frecuente es que nos empeñemos y nos empeñemos en intentar salir del apuro, en deshacer la bronca, en hacer frente como se pueda o a toda costa a lo que se presenta como obstáculo. Y con frecuencia igualmente sucede que solemos perder entereza, que los líos se embrollan aún más, y que de plano ya no se encuentra la salida.
Quizás entonces venga bien darse un descanso, cerrar los ojos, soltar completamente y lo más posible todas las amarras, concentrarnos, viajar hasta el centro de uno mismo, donde la corriente de vida es clara y el agua fluye con mansedumbre; sentir la propia respiración como un ritmo que tranquiliza, conecta y origina nuevas ideas; escuchar los latidos del corazón, cada vez con menos prisa, más en su lugar y parsimonia; entrar en contacto con los movimientos del abdomen, en un subir y bajar que tranquiliza, que armoniza, que unifica lo disperso; sentir cómo a fuerza vuelve poco a poco a reunirse, a quedar disponible, a dotarnos de firmeza y flexibilidad, a regalarnos oportunidades no previstas.
Y es que en nuestro mundo y en nuestro tiempo se nos enseña sobre todo a cumplir nuestros deberes pero se nos enseña casi nunca a cumplir con nuestros placeres, y éstos son igual de importantes o más que los anteriores. Todos tenemos grabado con letras de fuego el verbo “deber” en sus múltiples declinaciones, la mayoría de ellas inapelables. Frente a ello, no son muchos los que saben conjugar el verbo “placer”: yo me complazco, a mí me place, nosotros hallamos placer. Cuesta trabajo mirarlo, y aún más llevarlo a la práctica, menos todavía convertirlo en un acto de resultados saludables.
Descansar un poco reduce la tensión, restablece la conexión con la vitalidad, con el lado luminoso del vivir. Así que tan pronto se puedas, entre la rudeza del camino, busca un tiempecito, y descansa un poco. En no pocas ocasiones, cuando una consulta parece muy compleja, cuando el barullo ensombrece la visión de las cosas, el orden vuelve a hacerse presente si la persona se sienta, como si lo hiciera sobre una piedra lisa, donde muchos antes que él se han sentado, a la vera del camino, bajo una sombra fresca, y deja que pasen uno a uno esos pensamientos, esas inquietudes, esa tribulaciones y los pesares que lastran su corazón, su alma, su mente.
Descansar un poco permite igualmente reconocer los límites que ya no se pueden trasponer, la posibilidad de las fuerzas con que estamos dotados, la fuerza mayor de lo más grande. Esa es otra manera de deshacernos de preocupaciones y temores: uno quisiera llegar a la cima de una montaña, porque al mirarla a lo lejos le pareció posible y atractivo, sin embargo si queda claro que se han agotado las provisiones, que se ha hecho el mejor esfuerzo y que ya no se tiene forma de continuar más allá de cierto punto, es igualmente valioso, y de todo punto honesto, asentir a ese límite, detenerse a contemplar lo realizado, mirar lo que quizá no se alcanzará, a lo mejor llorar un poco, mientras se mira que otros siguen la marcha. Pero también es esencial darse cuenta del sitio a donde se ha llegado, reconocerlo en la amplitud de su valía, y sentir en lo profundo, cuando se consuma una inspiración honda, la callada satisfacción del trabajo cumplido, del cometido que se procuró solventar. Para esto ayuda, claro que sí, el darse un descanso.
En consecuencia, si tu camino es largo, y tu provisión escasa, date un descanso. Si tu carga es pesada, y no puedes aligerarla, date un descanso. Si no sabes qué rumbo elegir o cómo hacer tu ruta, date un descanso. Si has de atender demasiados asuntos casi a la vez, date un descanso, y veás lo prioritario. Date un descanso. A lo mejor si descansas puedes darte cuenta de aquello que realmente vale la pena. Haz de tu descanso una posibilidad, la posibilidad de reconocer que solo posees aquello que no podrías perder en un naufragio, mírate como un náufrago y observa qué es lo que conservas, y entonces enfoca tu energía, tu ser, tu creatividad, a preservarlo, a enriquecerlo, a engalanarte con su presencia. Aun si todo parece muy adverso o imposible, por favor, date un descanso, y dales a los que te rodean los beneficios de tu descanso, de tu estar bien, de tu bienestar, pues, para decirlo sintéticamente.