Diez deseos y un funeral
¿Desear es lo mismo que vivir? Podría aseverar que prácticamente toda la literatura que ha producido la humanidad está motivada por el deseo. Los escritores insignes y los ni tanto, desean ver pasar frente a sus ojos realidades muy otras de las que sus vidas efectivamente constatan. Entrones se montan en sus plumas y emprenden el fascinante viaje al no lugar. Quiénes escriben ciencia, cualesquiera de sus ramas, desean plasmar verdades y todavía más, desean que estas sean creídas por otros que siempre miran con sospecha. Nada hay bajo el sol, dijo un profeta que acabo de inventar, que no sea hijo del deseo.
No es difícil suponer sin embargo, el fin último del deseo: la satisfacción plena del mismo. Y he aquí el centro del misterio humano, ya nombrado por Jagger (un profeta que no invente): «I can’t get no... satisfaction». Voilà! Cuando el deseo parece haberse saciado, este monstruo de mil cabezas, o ésta musa de mil bocas, como quiera verse, volverá a tocar la trompeta y el llamado se habrá inaugurado de nuevo. Ese es el eterno y honorable peregrinar de nosotros todos, los insaciables.
¿Qué nos queda ante el deseo infranqueable? Desear bien. Perece que eso es uno de los asuntos más honrosos de los que nos podemos ocupar. Y bien, en esta época de deseos, aquí presento algunos cuantos de los que tengo en mente para este año que inicia. Aún no estoy seguro de si sin buenos deseos o no, pero como provienen de un corazón que desea desear bien, sea pues ésta una atenuante a mis posibles faltas.
Deseo 1. Deseo pues, desear bien, a tiempo y sin ambages
Deseo 2. Deseo un mundo espiritualmente enriquecido. Por lo tanto...
Deseo 3. Deseo un mundo sexualmente satisfecho, en donde reine el preservativo cuando haga falta, y la ternura sin reservas. Pero el espíritu no termina ahí, es así que...
Deseo 4. Deseo silencio. De ése que no se impone ni se exige, sino del que lleva a los cielos del interior. Un silencio cotidiano y profundo de donde surja una oración al dios en turno, o la decisión irrefutable de levantarse en revolución. Y como el espíritu ahí no se agota...
Deseo 5. Deseo belleza, mucha, por todas partes. De la que se crea cuando alguien mira una verdad, como la que sólo se encuentra en el arte. Qué ganas de vivir en una ciudad donde la belleza se fomente, se difunda a ricos y pobres, y en donde se instruya a quienes la producen como a quienes la contemplan, a respetarla y conocerla.
Deseo 6. Que los libros vuelvan a las aulas, las casas y los políticos. ¿Cualquier libro? No. Sólo aquellos que se precien de serlo. Pero siquiera subir un tantito nuestro ominoso promedio y llegar a tres libros por año. Qué ganas, sobre todo con los políticos
Deseo 7. Que la única religión oficial, la que todos contemplemos sin dudas de fe, sean los Derechos Humanos.
Deseo 8. Que apaguemos la luz cuando no la usemos, la llave del agua cuando se tire sin sentido. Que adoptemos a un árbol para quererlo como a un amigo, y que se le componga un himno al nombre de nuestro planeta.
Deseo 9. Me encantaría que este año lográramos que nadie, nadie, nadie, ganara más de 10 veces de lo que gana el más pobre de nuestros mexicanos. O pocos tendrían que ganar mucho menos, o muchos tendrían que ganar más.
Deseo 10. Y rodearse de gente buena, de las que gustan de caminar, de las que escuchan antes de hablar, de las que ríen sin vergüenza, de las que te dicen verdades, de las que abrazan sin tregua. Se llaman amigos, y su número puede ser infinito si uno se adelanta a serlo.
Y en cuanto al funeral, no hay mucho qué decir... el muerto, muerto está, se llamaba 2012 y se le recuerda porque en él terminó un mundo maravilloso para dar sitio a uno nuevo, el que deseemos.