Feminicidio como vocablo

Esta palabra se ha puesto de moda en Guanajuato, México. Esto debido a que en los últimos tiempos ha habido demasiados asesinatos de mujeres (aunque fuera solo uno, seguiría siendo ‘demasiados’, también si se trata de varón). Sin embargo, la palabra no aparece en el diccionario y si la pretensión es que el mundo entero conozca la calamidad que asuela estas tierras, el mensaje no llega adecuadamente.

Quienes recurren a esta voz, al mismo tiempo pretenden resaltar que muchos de esos casos (si no, todos) están vinculados a un papel discriminatorio, producto de una sociedad machista que otorga a la mujer un papel de segundo nivel: se les prohíbe desempeñarse como ministros de culto; se les considera pecadoras por naturaleza; se les supone con menos habilidades («Tenía que ser mujer la que maneja», se oye decir de conductoras); se les otorga el papel de objeto (lugares donde bailan mujeres con poca ropa, abundan; pero escandalizan sitios donde tienen el mismo papel los hombres); y las leyes quedan en las buenas pretensiones, porque a los políticos ahora les ha dado por hacer distingos («mexicanos y mexicanas»; «chiquillos y chiquillas»).

Para quienes tienen un lenguaje promedio es comprensible el vocablo *feminicida, pero también son personas que por el nivel cultural rechazan la situación que da marco a la discriminación. Para quienes no tienen un buen nivel de conciencia –por desgracia, una buena parte de los hispanohablantes, a los que se asocia un manejo elemental del idioma, justo en quien más debe incidir la toma de conciencia–, el vocablo quizá no tenga el sentido e impacto deseado para reflejar la lacerante realidad.

Hace unos días escribí que se usan muchas voces sin que estén en el diccionario oficial (el de las academias de la Lengua, conocido como DRAE). La validez la otorga que cumplan con el cometido en el sector al que van dirigidos. Si un vocablo es conocido y reconocido por la comunidad de hablantes, su uso lo valida la realidad y no necesariamente los académicos. Sin embargo, en el caso de *feminicidio, estoy en desacuerdo porque su uso es contrario a su intención.

Es fundamental que se destaque y denuncie que el asesinato de mujeres está asociado a una sociedad desequilibrada en la igualdad de géneros. Pero la formulación de un vocablo como *feminicidio obligaría a hablar de *masculinicidio, *varonicidio, *hombricidio, *machicidio o cualquier otro término que se acerque a ‘asesinato de hombres’. Con ese solo hecho ya se recrea distinción de género, tan contrario a la intención original.

Las palabras no solo son instrumentos para definir los aspectos de la realidad: también llevan una carga al integrar un mensaje (ideológica o emocional; deliberada o no). Esto otorga una muy seria responsabilidad para quien comunica algo, pues influirá en quien recibe el mensaje. Entre mayor es el nivel en el uso del lenguaje, más se propicia el análisis o la discusión. Pero a menores habilidades, la manipulación se hace propicia. El descuido en el idioma –por moda, lugar común o desinformación– lleva a recrear barbaridades (gracias Estefanía García Campos por la sugerencia).