Reformas para Gobiernos más eficientes | Parte 2
Cuando escuchamos hablar de la reforma política de México, los temas que se discuten con mayor vigor en diversos espacios gubernamentales y académicos, son la reelección de legisladores y alcaldes y la ampliación del periodo. Sin embargo, es importante socializar y ampliar la discusión ya que de acuerdo a encuestas recientes, hasta un 60% de la población consultada, no está de acuerdo con la reelección.
Esto desde luego tiene dos causas perfectamente explicables. Una de ellas es la razón histórica, que se vincula con la revolución y la dictadura. La otra causa es la mala reputación de los políticos y gobernantes de forma generalizada. La reelección puede sonar a aguantar no uno, sino dos o más periodos a malos gobernantes y malos representantes.
Hoy tenemos una reelección disfrazada. Es decir, se puede repetir el cargo pero no de forma consecutiva. La no reelección fue un término acuñado y legislado el siglo pasado, cuando la democracia en México era sólo un intento, los niveles de educación eran más bajos que los actuales y desde luego, el acceso que tenían los ciudadanos a la información de la vida pública era restringido a unos cuantos.
Sin embargo, transcurrimos ya en otro siglo, con una democracia en evolución que puede aspirar a tener mayor calidad y funcionalidad. El buen legislador se queda, al malo, el ciudadano lo castigaría negándole el voto.
La mayoría de los estudios plantean que la reelección puede ser un medio para retirar a los partidos políticos, el control del desempeño de los representantes y dárselo al voto ciudadano. Sin embargo, es necesario además reforzar los medios de control del poder. Una cosa no puede venir sin la otra. Reelección si y sólo si se contemplan en la ley a los instrumentos que permitan a la sociedad evaluar, medir y sancionar a sus gobernantes.
La reelección es un modelo que se aplica en muchos países precisamente como forma de estimular la continuidad, planeación y profesionalismo del desempeño público y gubernamental y que se traduce en sí mismo como un mecanismo de rendición de cuentas, acompañado de formas de democracia directa como el plebiscito y el referéndum y de medidas de sanción como la revocación del mandato. El reto en el tema de los controles al ejercicio del poder radica en llevarlos de la letra muerta que son el día de hoy, a instrumentos realizables y alcanzables.
En los ayuntamientos, el análisis se complica por múltiples razones. En México tenemos más de 2400 municipios, Oaxaca tiene más de 500, Baja California sólo 5 y Guanajuato 46 por poner algunos ejemplos. Pero además, hay municipios de millones de habitantes y otros de sólo unos cuantos cientos. Es decir, que nos encontramos frente a una gran diversidad de capacidades y retos de los gobiernos municipales.
Es este nivel el que gobierna directamente al ciudadano, que atiende y recibe la presión de sus habitantes, pero es el que también tiene mayores medios para manipular las contiendas electorales porque es quien provee los servicios públicos con la consecuente posibilidad de condicionar el voto.
Después de muchos años de transitar a nivel nacional hacia la concurrencia de elecciones para economizar en los procesos electorales, la tendencia no debería parar o revertirse. De ahí que lo ideal es pensar más en la reelección que en la ampliación del periodo. Cuatro años pueden ser mejor que tres, sin embargo nos llevarían al desfase de los procesos electorales que por lo menos en Guanajuato y otros estados del país ya habíamos alineado, con el consiguiente desgaste económico y hartazgo social por vivir año tras año algún proceso electoral.
La discusión sigue, hay iniciativas prácticamente en todo el país y en el plano federal y ahora, tendremos que seguir de cerca los procesos legislativos que parecen cada vez más cerca de la reforma de los claroscuros. ¿Dejaremos atrás de manera definitiva el tatuaje nacional de la “no reelección”? … Al tiempo.