Santo y el regreso de las momias braceras
Las célebres momias de Guanajuato vuelven a ser protagonistas de una peculiar aventura, sin duda comparable con sus incursiones en el séptimo arte, como cuando participaron en el célebre filme “Santo, Blue Demon y Mil Máscaras contra las Momias de Guanajuato” (Federico Curiel, 1971), o en la película de espanto “Nosferatu, el vampiro de la noche” (Werner Herzog, 1979).
En esta semana que termina, 36 de las 111 momias protagonizaron un regreso triunfal a la ciudad de Guanajuato, luego de un periplo de 3 años 8 meses por algunos rincones de los Estados Unidos. Es un conjunto de 14 hombres y 22 mujeres; 31 adultos y 5 niños, todos con su nombre propio: ¡una hermosa familia!
La administración municipal 2006-2009 firmó un contrato con el empresario yucateco Manuel Hernandez Berlín, quien se comprometió a exhibir los “cuerpos áridos” (hay quien alega que el término “momia” debe reservarse a los cuerpos preservados artificialmente) en museos y ferias del país del norte, y que a cambio el municipio recibiría un emolumento proporcional al monto de las tarifas de entrada. Parecía un trato que acarrearía grandes beneficios para la ciudad, al verse reforzados sus débiles ingresos propios. Cabe comentar que hoy día la retribución que para el municipio de Guanajuato representan las tarifas de visita al museo de las momias es la más importante, si exceptuamos el impuesto predial. La última cifra que recuerdo es mayor a 20 millones de pesos anuales, que para un presupuesto global municipal que ronda los 350 millones es muy importante.
Tres administraciones municipales de diferentes signos partidistas (PAN, PRI-PRD y PRI) tuvieron que lidiar con el rejego empresario, quien jamás cubrió un centavo por la gira que dicen cubrió al menos tres estados de aquél país. La administración pasada interpuso una demanda por la violación a los términos del contrato, en particular lo referente a los pagos por derechos de exhibición. En diferentes ocasiones el empresario “negoció” con el ayuntamiento, siempre alegando lo mal que le resultó el negocio, y llegó a pagar en dos ocasiones con cheques sin fondos, y evitando embargos sobre sus propiedades mediante el cambio de titularidad de las mismas en favor de su esposa. Suena poco creíble que le haya ido mal en un país donde priva el morbo hacia la muerte, y donde momias de otros lugares del mundo han sido traficadas desde hace dos siglos. Sencillamente el empresario no supo emprender.
La engañifa mantuvo ocupados a los abogados del ayuntamiento durante estos años, y los ciudadanos de Guanajuato no salíamos del estupor y el enojo. Gracias a las pacientes negociaciones del ayuntamiento actual, el mal se ha reducido a la mera pérdida pecuniaria, y las momias viajeras están de regreso, sanas y salvas. Mientras, el edil Luis Gutiérrez promete no cejar en la demanda legal, y que peleará por que el timo no se concrete (10 millones de pesos adeuda el mercader).
Al final nos quedamos con una enseñanza: no es prudente manipular el patrimonio histórico o natural como un bien factible de ser mercantilizado a estos extremos. Las momias de Guanajuato son una herencia que hemos recibido de forma accidental por parte de la naturaleza de nuestra ciudad: su clima, sus aires, sus minerales son responsables de la maravilla de la desecación natural, que se presenta en pocos lares del mundo, sobre todo en las cantidades que registra el viejo panteón municipal de Santa Paula. Los guanajuatenses nos vemos beneficiados por los pingües ingresos que nos deja la taquilla del museo, y los recursos se reflejan en obras y servicios que de otra manera deberíamos cubrir con nuestros impuestos.
Las momias son un patrimonio que ha debido ser conquistado y defendido por los guanajuateños. Hasta la segunda mitad de los años noventa sus ingresos iban a dar al sistema DIF estatal. Varios habitantes de esta cañada le demandamos al entonces gobernador Vicente Fox el retorno de las momias a la égida municipal, y que se reconociera que los beneficios de las momias debían pertenecer a sus descendientes: nosotros. Fox tuvo sensibilidad y ordenó la entrega de este patrimonio al municipio, quien ha mejorado mucho la dignidad y calidad del museo. Hoy día la visita a las momias no es ya una experiencia espeluznante y morbosa, como en los años setenta (¡vean las películas!), sino un ejercicio educativo que nos hace reflexionar sobre la futilidad de la vida.
Al final, las 36 momias migrantes regresaron como muchos paisanos: bien paseadas pero sin un centavo. Es paradójico que ninguna de esas personas desecadas haya viajado en vida más allá de Silao o de Irapuato, y que en muerte hayan visitado Texas, Michigan y Carolina del Norte. ¡Y sin visa!
Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León. [email protected] – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com – Twitter: @riondal