Touché | A pedalear, que el mundo se va a acabar
Si te preocupa caerte de la bicicleta,
nunca te subirás.
Lance Armstrong
Sí, sí... ya se sabe que Lance Armstrong nos engañó a todos, nos vendió pulseritas amarillas con el innoble chantaje del cáncer, y no se cansó de ganar dinero pedaleando en estados inconvenientes. Pero lo que no puede imputársele, es que el señor no sabía andar e bicicleta. Tampoco será justo decir que, desde ahí arriba, no haya pensado algo sobre el arte de pedalear. Y es verdad, nos preocupa subirnos a la bicicleta.
Hay quienes han aprendido a andar en bicicleta con su padre detrás vitoreando sus logros en cámara lenta. Habemos otros en cambio, que lo hicimos sólo con la tarde de testigo, a punta de raspones, rodillas sangrantes y una necedad incontenible. Como quiera que se haya logrado el equilibrio final, una vez que se alcanzan cuatro patadas sin caerse, se sabe que lo demás será tener en dónde salir a jugar.
Pero hay algo más. La bicicleta no es sólo el gran juguete por conquistar en la infancia. Para muchos, es el medio de transporte por antonomasia. Hay sitios en los que la bicicleta llega a ser un medio fundamental de movilidad, quizás no por la mayoría de los transeúntes, pero sí por un nutrido grupo productivo que lo usa tanto como vehículo familiar, como modo de transporte laboral. En estos casos es cuando es posible decir, con todas sus letras, es un pueblo bicicletero. Aquí me detengo y lo repito: pueblo bicicletero. Ahora, si me permite, querido lector-conejillo de indias, haré un sencillo experimento. Diré la siguiente frase, y usted me dirá cómo se sintió al leerla... ¿Está usted listo? Bien, la frase es: León es un pueblo bicicletero... ¿Cómo se sintió usted? ¿Ofendido? ¿Menospreciado? ¿Violentado y con ganas de tener un coche en este momento para atropellar al osado que dijo semejante vituperio de esta esmeralda ciudad?
El lugar a donde quiero llegar con todo esto, es la reflexión sobre la educación y la bicicleta. Recién leí que el municipio ha recibido ya 12 propuestas de empresas que serán la versión leonesa del programa Eco Bici, de la Ciudad de México. La Dirección General de Movilidad ya gestionó ante el Banco Mundial un recurso por 8 millones de pesos. Todo eso está muy bien; y está muy bien ser la tercera ciudad latinoamericana con más kilómetros de ciclovías; y está muy bien que la reducción de contaminantes en la Ciudad de México haya llegado a evitar, en TonCO2e, hasta 105.19 al año, lo que equivaldría a la plantación de 293 árboles; y está muy bien que doña Barbie le esté apostando a la pedaleada, pero no basta con la infraestructura o los reconocimientos internacionales. El asunto trastoca a la educación vial y a la integración social. Seguimos sintiendo feo cuando nos dicen pueblo bicicletero.
Pero como amanecí con los pies ligeros y con ganas de aportar a la causa, aquí van tres sencillas ideas que espero, puedan ser de utilidad:
1. Hacer ciclovías está bien; dignificarlas está mejor: iluminación, pavimentación, y más que una mera adaptación de camellones, hacer pistas y carriles ex profeso para ello. Según la página de EcoBici, la vía más usada para las bicicletas en el DF, es el Paseo de la Reforma, en donde existe un carril confinado para ello.
2. Fomentar aún más las asociaciones de ciclistas: clubes, grupos de trabajadores, paseos organizados, redes sociales, etc.
3. Respeto al ciclista: Educación vial para ciclistas y automovilistas. Hacer ciclovías está bien, dignificar a quien las usa, está mejor. Por lo demás, animarse a pedalear la bicicleta, la propia o la del vecino. Ello fomenta la generosidad y el buen gusto.
@TAlvear