Aguantar, el verbo que nos define
"No sé cuántos pueblos hayan aguantado una clase política como la nuestra durante tanto tiempo..."
Leí esta semana el libro El Verbo de las Culturas, del francés-norteamericano Clotaire de Rapaille. En uno de sus epígrafes el autor cita a Jean Cocteau y anuncia de paso su punto de partida: “Siempre he preferido la mitología a la historia pues la historia está hecha de verdades que, después de un tiempo, se convierten en mentiras, mientras que la mitología está hecha de mentiras que, con el tiempo, se vuelven verdades”.
Rapaille es un personaje un tanto excéntrico, difícil de catalogar. Pensador de la cultura dedicado a la mercadotecnia de altos vuelos. Su historia personal y profesional le ha permitido viajar por todo el mundo y recorrer los países con una mirada inquisitiva. Sostiene en el texto que en cada país existe un verbo que “funciona como llave para abrir la puerta del inconsciente colectivo”. Una palabra que puede contener la esencia de esa cultura y ayuda a comprender el comportamiento de los habitantes. Es evidente el riesgo de tal empresa: si Octavio Paz y otros grandes han dedicado cientos de páginas para desentrañar lo que somos, una sola palabra no puede pretender definirnos sin estereotipar y reducir. No lo ignora Rapaille: “Es ridículo afirmar que todos son iguales, pero es razonable decir que la mayoría de los franceses se ha puesto en huelga o que la mayoría de los italianos disfruta de la pasta y los expresos, así como que muchos estadounidenses no saben la diferencia entre Suiza y Suecia [...] Así que disfrutemos de los estereotipos, por lo que son, nos hacen reír y sabemos que guardan algo de verdad. Aunque claro, no aplican para nosotros...” En cada uno de los veintitantos apartados el señor da cuenta del verbo del país y las razones para endilgarle la etiqueta, con propuestas bibliográficas para ahondar en el tema.
El libro navega así, entre el humor y lo pretencioso; entre las generalizaciones atrevidas y los datos duros. Pero entre estampa y estampa algo alcanza a decir de las culturas y los países, que ayuda a pensar y pensarse. Permite contrastar, por ejemplo, el verbo “to be” (eres lo que eres, el gentleman) de los ingleses, contra el verbo “pensar” (ser artista, intelectual: eres lo que piensas) de los franceses. O el verbo “actuar” que definiría a los italianos, contra el verbo “obedecer” que define a los alemanes.
“Matar” es el verbo que sintetiza el ser de los españoles, y aunque parezca muy fuerte, algo habrá en el hecho de que el espectáculo que más representa a los peninsulares sean las corridas de toros. En pocos lugares del mundo, dice el autor, una familia aceptaría llamarse Matamoros. Ese verbo, matar, nos toca por herencia doble a nosotros, porque a la cultura de muerte española le sumamos los sacrificios humanos. Pero, según Rapaille, el verbo que define a nuestro país es “aguantar”. Según el autor, la cultura mexicana es el producto de siglos de abusos institucionales y de frustraciones. Los mexicanos hemos debido aprender a lidiar –o vivir– con el dolor. ”Cuando algo sale mal y te hace la vida difícil y dolorosa, el programa cultural no es cambiarlo, sino aguantarlo. Entre más puedas soportarlo más orgulloso te sientes”. No sé cuántos pueblos hayan aguantado una clase política como la nuestra durante tanto tiempo.
Más allá de la exactitud o inexactitud de este diagnóstico, pensar en el verbo que nos define es un ejercicio interesante. ¿Qué verbos cree usted que nos podrían pintar de cuerpo entero? ¿Matar, como los españoles? Mentir, nos dice Sara Sefcovich en “El País de las mentiras”, y Rapaille lo concede, porque aprender a aguantar y a decir “mentiras blancas” es necesario para sobrevivir. Octavio Paz escribió antes que “nuestras mentiras reflejan, simultáneamente, nuestras carencias y nuestros apetitos, lo que no somos y lo que deseamos ser. Y esas mentiras nos permiten aguantar una realidad que no se ajusta a lo que queremos tener”.
Hay más verbos posibles: transar (“El que no transa no avanza”). O será oponerse. ¿Corromper? Quizá temer, miedo a que me maten, a que me roben, a perder el trabajo... O mejor, verbos menos oscuros: vivir, o al menos sobrevivir... Y aún mejor y más optimistas: esperar (de tener esperanza, no de esperar un bebé, aunque también...) agradecer, reír, cantar, convivir, trabajar. Sobre este último nos dice Rapaille: “Aunque [los mexicanos] poseen la reputación de ser perezosos, la realidad es lo opuesto. Los mexicanos trabajarán más que cualquier otra persona y aceptarán trabajo en las peores condiciones. Esto no significa que sean más eficientes, pero dada su naturaleza, aceptarán estas condiciones sin preguntar”.
En fin, que es un libro lleno de estereotipos y con más de un prejuicio, pero cuya lectura se disfruta y nos da para pensar un poco. Tratar de hacer una síntesis de nuestra cultura en una sola palabra nos lleva necesariamente a poner en la balanza todo lo que somos. Un ejercicio interesante.
Yo me quedo con el verbo... no, no sé... ¿será que habrá verbos por regiones? ¿O por personas? ¿Cuál es el suyo?
(Clotaire Rapaille, El verbo de las culturas, Taurus)