Chabelita • David Herrerías

“Nunca he escuchado esta palabra rimbombante aplicada a alguien como tú y como otras y otros líderes, que dedican su vida a trabajar por su comunidad…”



Para María Isabel Hernández Torres 

 

Hay una palabra que seguramente has oído por ahí, Chabelita: filantropía. Creo que es una palabra de alcurnia, (fifí, dirían ahora) porque que la usan sólo para cierta clase de personas. Casi siempre tiene que ser gente de muchos recursos que decide dar una parte, pequeña o mediana de su dinero o su tiempo, a causas sociales. Si tú eres reconocido como filántropo (curiosamente se aplica más a los hombres que a las mujeres), puede ser que se te reconozca, que salgas en los periódicos, que te nombren ciudadano del año, o hasta que le pongan a una calle tu nombre.

Nunca he escuchado esta palabra rimbombante aplicada a alguien como tú y como otras y otros líderes, que dedican su vida a trabajar por su comunidad. Tú, Chabelita querida, no tenías muchos recursos. Trabajaste duro para mantener a tus seis hijas y viste siempre por tus nietos. Te llovían los problemas, la enfermedad se cebaba en ti y en tu familia. Pero, a pesar de eso, dabas todo el tiempo que podías a tus vecinos, te vaciabas con una permanente alegría. Estabas en cuanta iniciativa surgía para mejorar Balcones de La Joya. Y, por si esto fuera poco, te incorporaste activamente a la Red La Olla, para tratar de transformar todo el polígono de las Joyas. Te sumabas y te alegrabas del trabajo de los demás, no regateabas los aplausos y el estímulo a tus compañeros de lucha.

Tú no ofrecías lo que te sobraba. Sacabas de la chistera fuerzas y voluntad para dar y para darte, aun en momentos en que las dificultades familiares te abrumaban. Soñabas con unas Joyas en paz, organizabas clases de lucha libre para los chavos, eras líder de colonos, participabas en la parroquia. Sabías que la realidad de la colonia en la que crecían tus nietos terminaría por absorberlos si no hacíamos algo. Por ellos y por todos los niños y niñas, te enfrentabas a los maleantes. 

Uno de esos maleantes, perverso y cobarde, te arrolló con su camioneta, y, según cuentan tus hijas, regresó para rematarte. No es justo que una mujer así se vaya de esa manera. Me gustaría haberte dado un abrazo en la última asamblea de la Red, a la que no pudiste ir, pero a la que mandaste un video para dar cuenta de la última jornada de limpieza que realizaste con la comisión de medio ambiente. 

Me quedo con las ganas de esa última sonrisa, y me horrorizo de pensar en el absurdo de tu muerte. Me enoja que tu sacrificio parezca una victoria de la oscuridad sobre la luz que representabas. Me rebelo ante las justificaciones que explican la violencia diciendo que “sólo son ajustes de cuentas”, que “se matan entre ellos mismos”. Está cayendo nuestra juventud, y están cayendo también gentes buenas, muy buenas, como tú, querida Chabe, filántropa. Te prometo que no dejaremos de seguir tu ejemplo. El mal no prevalecerá.