martes. 24.06.2025
El Tiempo

Otro cuento de Navidad

Otro cuento de Navidad

—María, ¡María!

—¡Áijoles! ¡Qué susto me pegaste! ¿Por qué siempre te apareces así?

—Porque soy un Ángel, así nos aparecemos, es la norma. ¿Qué haces despierta a estas horas de la noche?

—¿Cómo que qué haces? No te hagas el inocente. Estoy dándole de comer al fruto de mi vientre. Cada tres horas come. Cada tres horas me acuerdo de ti.

—¿Te arrepientes?

—No, como crees. Pero no es fácil. Y no sólo por la friega de las levantadas... cuando nace un hijo te quedas unida irremediablemente a él. Se convierte en tu preocupación constante, en tu mayor miedo, en una angustia pegada a la piel.

—Pero también en tu alegría.

—Eso que ni qué. Oye, ¿y tú que crees que va a ser de grande?

—Y yo qué sé. A mi no se me revela el plan completo, sólo soy un mandadero de Dios.

—No te hagas menos, algo has de saber, dime. Si Dios te mandó especialmente es porque va a ser alguien a quien van a conocer en toda Galilea, o hasta en Roma... o algo así ¿a poco no?

—Yo creo sí, pero qué sé yo... me imagino que será carpintero o albañil, como José.

—¡No hombre! ¿cuándo has visto a un carpintero famoso?

—Gepetto, el de Pinocho...

—No seas payaso. No sabía que los ángeles contaran chistes.

—¿Y cómo crees que llenamos todos los espacios de eternidad entre nuestras contadas apariciones en la historia?

—En serio, no quiero que sea carpintero.

—¿Que tiene de malo ser carpintero?

—Que estás en la informalidad. No quiero decir que los carpinteros sean informales en sus entregas, que se tarden el doble de lo que dicen, eso todos lo sabemos (y que no me oiga José). No, en la informalidad, de eso que hablan en el radio.

—¿Y eso es muy malo?

—Dicen. Que porque no pagas impuestos...

—Úchala. Pues no me imagino al José haciendo sus recibos electrónicos. Ni computadora tiene, y apenas sabe leer...

—Pues sí, pero mira dónde vino a nacer nuestro hijo ¡en un establo! Por eso, si Jesús trabaja en otro lado, a lo mejor le dan Seguro Social...

—Mejor que se meta de diputado y además de Seguro Social le pagan gastos médicos mayores, y viaja en avión gratis y toda la cosa.

—¡Ah no! No quiero que tenga un trabajo tan odioso. Según las encuestas de opinión, los más desprestigiados en el país son los diputados. Por encima de los cobradores de impuestos que manda Roma.

—Tienes razón. De cualquier forma, no me imagino a Jesús sentado en su curul levantando el dedo según le dicte la dirigencia del partido. Pero bueno, si quieres que sea famoso puede ser cantante de Televisa...

—Ya decía yo que con tu pinta de metrosexual parecías agente de espectáculos

—Era broma, era broma. Bueno, a la mejor le da por la religión. ¿Cómo lo ves de sacerdote en el templo?

—¿Te lo imaginas como Caifás? Yo no. Han convertido la religión en una carga tan pesada que ni ellos mismos se animan a cargarla...

—Si sigues diciendo eso, un día el niño te va a oír y lo va andar repitiendo.

—Pues que lo repita. A la mejor de eso se trata, de hacer una revolución.

—Las revoluciones a veces son sólo maromas. Al final, después de tanta vuelta, se cambian las patas en cabeza y la cabeza en patas, pero todo lo demás queda en el mismo sitio. Te lo digo yo que visto pasar la historia

—No, Ángel. Parece mentira que no entiendas. No digo una revolución así no más. Una revolución en las personas, que salga desde dentro. Y desde luego que eso tiene que cambiar todo lo demás: la religión, las estructuras económicas y sociales...

—Tu comadre Isabel le anda metiendo esas mismas ideas a Juan su hijo y ya la regañó el Zacarías...

—¿Qué le dijo?

—Que está educando a un revoltoso y que el que se mete a redentor sale crucificado.

—No me asustes. No creo. Ya ves qué bien lo recibieron los pastores y hasta los Reyes Magos. Ya los chinos hasta están haciendo nacimientos de plástico bien bonitos.

—Bueno, así chiquito y suavecito, sin abrir la boca para cantarle sus verdades a los de allá arriba, todo mundo contento, hasta brindan y se abrazan por él. Vamos a ver si hacen lo mismo cuando vean a un carpintero chaparrastroso de la periferia diciendo las cosas que te he oído decir a ti...

—¿Crees que lo van a matar?

—No estoy autorizado para revelar esa información. Pero qué quieres que te diga: vas a sentir como si te descargaran un cuerno de chivo en el corazón. Perdón.

—¿Y va a valer la pena?

—Mucho. Va a cambiar la historia. Aunque ya sabes cómo es la humanidad. Va a ser lento. Terminarán erigiendo religiones iguales a las que él criticó, pero dentro de eso van a suceder cosas buenas. Otros sí le van a creer de a de veras. Y otros más vivirán bajo sus ideas aún sin reconocerlo.

—¿Muchos o pocos?

—Suficientes.

—¡Ay!

—¿Sufres por la humanidad?

—No, me mordió el escuincle.