Derecho a la queja

"Pero no nos pueden negar el derecho a la queja. Porque ustedes pidieron estar ahí para solucionar todos esos problemas; nosotros ni les rogamos, ni los fuimos a buscar..."

 

Dicen por ahí que nuestro gobierno piensa que ya estuvo bueno de andarnos quejando. Al menos eso es lo que puso en boca de uno de esos infumables personajes de la publicidad gubernamental. Dicen que ya chole de andar viendo el negrito en el arroz, ahora que la electricidad nos cuesta más barata gracias a las “Reformas”.

No creo que el spot se esté burlando de nosotros. Lo que pasa es que al gobierno no le ha quedado claro que el problema no son las Reformas, o no todo en ellas. A lo mejor sus sistemas de inteligencia, ocupados más en la búsqueda del Chapo, no alcanzan a escuchar –como no escucharon los martillazos en la cárcel de alta seguridad– las razones de nuestro cansancio.

Somos muchos los que estamos cansados de funcionarios gubernamentales que aparecen con casas desproporcionadas, y de que nos tomen el pelo con investigaciones a cargo de subalternos, y que al final no pase nada. Por más que nos doren la píldora, las explicaciones sobre la casa blanca o las explicaciones nunca dadas sobre la riqueza de Romero Deschamps  –por poner un ejemplo– no satisfacen a nadie, más que a Virgilio Andrade.

Estamos hartos de la corrupción en todo, en todos lados, solapada por el gobierno, propiciada por funcionarios de todos los niveles. Y no me quejo al tanteo: el IMCO acaba de calcular que la corrupción cuesta a los mexicanos 890 mil millones de pesos al año, 165 pesos al día a cada uno. Y no nos basta con que digan que es un asunto cultural. Lo que vemos es que las leyes y medidas que debieran tomarse se demoran, se eternizan y nunca pasa nada, porque a leguas se ve que ustedes no quieren que pase nada. Ya chole de funcionarios públicos que no sean capaces de hacer algo tan obviamente saludable como presentar sus posibles conflictos de interés y sus declaraciones de impuestos.

Ya chole también de la aplicación selectiva de la justicia, de utilizar raseros diferentes según intereses políticos. De poner por encima de la necesaria confianza de la ciudadanía, intereses partidista en el nombramiento de jueces y magistrados. Ya chole de cárceles atestadas de delincuentes menores y de asistir a espectáculos trágico–cómicos en los que las palmas de la noche se las lleven frases como “¡hay un hoyo en la regadera!”

Estamos hasta la coronilla de seguir pagando sueldos desproporcionados a diputados y senadores. Y no nos quejamos de oídas: hacerse diputado, aunque sea por la vía plurinominal, supone entrar al selecto grupo del 5% de los mexicanos que más ganan. Ya chole de seguir manteniendo aparatos burocráticos enormes, ineficientes e ineficaces, que dicen que se modernizan porque se digitalizan, aunque sus sistemas funcionen bien un día sí y dos no, y estén pensados más para transferir parte del trabajo secretarial a los ciudadanos, so pretexto de la tecnificación.

Ya chole de mantener a partidos millonarios con el dinero de un pueblo mayoritariamente pobre. De ver cómo esos partidos dilapidan el dinero y lo usan para violar las leyes electorales que ellos mismos establecen, y que volverán a modificar para volverlas a violar. Nos quejamos con derecho por tener una democracia tan cara y tan exigua en sus resultados; que no fomenta la existencia de buenos políticos ni la rendición de cuentas. Ya chole, porque se podrían tomar medidas para bajar sus prerrogativas, y no lo hacen porque ése es su botín principal.

Ya chole de convertir las dependencias públicas en agencias de colocaciones en las que los criterios de contratación no son los que se seguirían en cualquier empresa –capacidad, experiencia, probidad– sino lealtad al partido, favores recibidos, complicidad y provecho político. Ya basta de la sordera e insensibilidad, la corrupción y prepotencia que llevan, por ejemplo, a imponer en Prevención del Delito a personajes tan cínicos y poco confiables como Arturo Escobar y a resucitar muertos como Roque Villanueva.

Y hablando de muertos, es legítimo nuestro reclamo por los asesinatos y más asesinatos. Y no es una queja al tanteo: más de 57 mil muertos en medio sexenio. Ya chole, no porque todos los muertos sean culpa del gobierno, sino por la falta de honestidad para reconocer que las cosas no van por donde debieran, por el intento de manejar el problema como un asunto de buena comunicación en lugar de intentar cosas nuevas; cuando han muerto más personas en lo que va del sexenio que en el mismo periodo del sexenio anterior. 

Ya chole de que la situación de la pobreza no se trate de manera integral, con medidas más radicales y efectivas, y que sigamos con programas mayormente asistenciales que resuelven sólo una parte del problema pero que dejan en la pobreza a cada vez más mexicanos. CONEVAL dixit.

Es verdad que no todos estos males son culpa del Gobierno Federal, creador del spot de marras. Es también verdad que no basta con decir ya chole; que debemos asumir también nuestras responsabilidades en cada uno de los problemas; en reconocer la parte que nos toca a cada uno en la corrupción, en la injusticia, en la marcha chueca de nuestra democracia. Es verdad también que dentro de todo lo negro hay cosas que funcionan bien, avances en algunos rubros (sí, ¡bajó el precio de la electricidad!).

Pero no nos pueden negar el derecho a la queja. Porque ustedes pidieron estar ahí para solucionar todos esos problemas; nosotros ni les rogamos, ni los fuimos a buscar. Y les estamos pagando muy bien.