jueves. 19.06.2025
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Opinión • ¿Es la educación? • David Herrerías

“…hay vasos comunicantes entre pobreza y educación, pero no una dependencia total…”
Opinión • ¿Es la educación? • David Herrerías

En cualquier mesa de café en la que un grupo de tertulianos se dedique a discutir las estrategias para arreglar el mundo, una de las frases más probables para cerrar la jornada es: “el problema es la educación”. Parece que la educación podría acabar con la violencia, con la pobreza y la desigualdad. Afirmarlo no cuesta, porque es difícil encontrar a alguien que lo contradiga. 

Pero ¿es algo que podemos afirmar y sostener así de fácil? La realidad es que la relación entre educación y pobreza es una relación compleja. En primer lugar, porque hay muchas precisiones que se deben hacer: ¿hablamos de educación o de escolaridad? ¿hablamos de cobertura educativa o de calidad? ¿hablamos de pobreza o de desigualdad? ¿hablamos de la mejora individual o colectiva?

Por otro lado, cuando se establecen correlaciones, siempre es difícil saber qué variable depende de la otra: ¿aumenta la escolarización como efecto de la reducción de la pobreza, o se reduce la pobreza como efecto de la escolarización? Estas correlaciones, además, son frecuentemente contradictorias.

Finalmente, habría que aclarar desde qué presupuestos teóricos de la educación estamos partiendo. Desde la Teoría del Capital Humano la educación cumple su función si prepara a las personas para ocupar los puestos de trabajo que requiere la industria. Hay evidencias de que una persona que tiene mayor escolaridad puede competir mejor por los puestos en la industria y que mejora su ingreso, pero eso no necesariamente disminuye la desigualdad, porque lo único que logra es la movilidad al interior de los quintiles más bajos de la población sin reducir colectivamente la pobreza. Por otro lado, desde una perspectiva crítica, la educación en México cumple una función más bien diferenciadora, porque dependiendo del lugar y clase en donde naces, tendrás acceso a mejores opciones educativas (y, sobre todo,relaciones) que fortalecerán tu posición de clase.

Lo que podemos saber es que sí hay vasos comunicantes entre pobreza y educación, pero no una dependencia total, porque los resortes de esa maquinaria están también en otras decisiones, como el modelo económico y las políticas sociales. 

¿Resta eso importancia a la educación? Desde luego que no. Pero no cualquier educación, no la dirigida sólo a crear capital humano. La educación debe ser un proceso de crecimiento en la autonomía de las personas, en su capacidad para ejercer la libertad a partir del discernimiento crítico y responsable. Debe ayudar al desarrollo de las herramientas en la persona que le permitirán construir su propio proyecto de vida e interactuar con el mundo, de tener conciencia de sí, de su entorno, de su interioridad y de la otredad que le interpela. También debe ser un proceso de socialización, de reconocimiento de la necesidad de trabajar por y con los demás en las necesidades colectivas, del desarrollo de capacidades para el diálogo y la cooperación. Debe ser también la introducción a la sensibilidad que permitirá disfrutar la belleza, el arte, la naturaleza…

Idealmente, una persona que viva ese proceso será una mejor persona y eso le dará más posibilidades de salir adelante y de trabajar colectivamente para incidir en las condiciones que la mantienen en la pobreza. Y si pertenece a las clases privilegiadas, probablemente será más sensible, menos egoísta, y estará más dispuesta a reconocer sus ventajas y sumarse a la construcción de una sociedad menos desigual.