lunes. 23.06.2025
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Opinión • Luz y sombra • David Herrerías

“Me gustaría imaginar que en el funeral de Echeverría…”

Opinión • Luz y sombra • David Herrerías


Me prestaron un librito sobre la historia de la educación en México, y encontré que, en el sexenio de un solo presidente, en materia de educación, se dieron avances sorprendentes. Vea usted si no: se promulgó la Ley Nacional de educación para Adultos (la génesis del INEA) y se creó un sistema federal de certificación de conocimientos (Antecesor del CONOCER). Se fundó también el Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE) que tan buena labor ha hecho en las comunidades rurales desde esos años. 

Además, se estableció en ese sexenio el Colegio de Ciencias y Humanidades (los famosos CCH que han formado a miles de jóvenes) y el Colegio de Bachilleres. Por si esto fuera poco, se crearon 122 centros de estudios científicos y tecnológicos, 76 centros de estudios tecnológicos agropecuarios y 6 de tecnología del mar. Se fundó, durante este mandato, nada menos y nada más que el CONACYT.

También se crearon las primeras cinco Escuelas Nacionales de Estudios Superiores (ENES) que iniciaron una descentralización de la UNAM, y crecieron como hongos casi sesenta instituciones de educación superior en el país, entre las que están, nada menos y nada más que la Universidad Autónoma Metropolitana, La Universidad Autónoma de Chapingo, la Autónoma Agraria Antonio Narro, y varias universidades autónomas estatales, como la de Tlaxcala, Ciudad Juárez, Chiapas, Baja California…

También se impulsaron en este periodo presidencial las primeras experiencias de educación a distancia o educación abierta en la UNAM, y en el Politécnico Nacional. Y como colofón, esta administración promovió la Declaración de México sobre la igualdad de la mujer y su contribución para el desarrollo y la paz, proclamada por la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer.

¿Cómo juzgarías la labor de un presidente así? Sorprendente, ¿no? Lo que más me sorprendió fue constatar que en ese sexenio (1970-76) el presidente también se distinguió por su férrea cerrazón al cambio democrático, su alineación con la política anticomunista de los vecinos del norte (aunque se decía de izquierda) que se expresó en asesinatos extrajudiciales, desapariciones forzadas, ataques a la prensa, torturas, y matanzas de estudiantes. El longevo Luis Echeverría, falleció hace apenas unas semanas y debo decir que, como la mayoría de los mexicanos, no derramé una lágrima, y me dio pesar que se fuera a la tumba sin haber pagado con justicia los crímenes que cometió. Pero al leer sobre todos sus aportes al país en materia educativa me vinieron a la cabeza algunas dudas: ¿Qué es lo que nos define, lo que resume toda nuestra vida en un escueto epitafio? ¿es posible (y justo) ese juicio categórico? ¿Podemos resumir al personaje en un adjetivo? ¿“Echeverría el asesino”? ¿Y porqué no: “Echeverría el promotor de la educación”? No tengo la mínima intención de estudiar a este personaje, pero seguramente podríamos encontrar miles de facetas de su vida, como en todos nosotros, que merecerían valoraciones muy diversas. 

Es más fácil el código binario, prendido/apagado, blanco/negro, bueno/malo. Para los comentarios en redes sociales son más económicos los adjetivos fáciles y los juicios sumarios, que nos permiten derribar estatuas. Pero la vida está hecha de matices más sutiles, de bordes permeables, de zonas de penumbra. 

Me gustaría imaginar que en el funeral de Echeverría se hiciera lectura de los cargos por asesinato de los que creo fue culpable; que los llevara como un fardo doloroso en el camino hacia el encuentro con el Misterio. Pero también hubiera sido justo que recibiera un reconocimiento sucinto y formal de todas las instituciones educativas de las que también fue culpable intelectual y que lo sobreviven. Luz y sombra, así somos.