La pobreza y la ratonera • David Herrerías

“…la pobreza y desigualdad, ratonera que atormenta a la mitad de los leoneses, es un tema que además de avergonzarnos, nos debiera movilizar como un bloque…”

La pobreza y la ratonera • David Herrerías

Una fábula, de autor desconocido para mí, narra la historia de un ratoncito que un día observa desde su escondite, con ojos desorbitados, el paquete que el granjero desenvuelve cuidadosamente sobre la mesa. Su terror no tiene límites cuando se da cuenta de lo que han traído a la casa: ¡una ratonera! Como el ratón es solidario, corre a dar la noticia a sus compañeros animales: –¡Han traído una ratonera! ¡Hay que hacer algo! —dice a la gallina. —¿Y yo porqué? —contesta el ave, indiferente–, nunca se ha visto que a las gallinas nos preocupen las ratoneras-.  El ratoncito corre entonces con el borrego y le confía su angustia. El borrego es de talante sensible y lo escucha interesado: —Pobre ratoncito, de verdad que me uno a tu dolor. No dudes que te tendré presente en mis oraciones-. Pero tampoco mueve una pezuña para hacer algo. Finalmente va con la vaca, importante y grande animal, seguro que podrá hacer algo. —Algo habrás hecho mal, para que los granjeros usen esos instrumentos. Seguro que te las podrás arreglar sólo, porque a mi, las ratoneras ni me benefician ni me perjudican-.

El pobre roedor no puede dormir. Tanto miedo tiene que cuando escucha el ruido metálico de la trampa al accionarse, no está seguro si oyó el sonido o lo fabricó su imaginación. Sale de su agujero y alcanza a ver pasar a la mujer del granjero que avanza a tientas; va para ver quién cayó en la trampa. El ratoncito no alcanza a seguirla, porque lo paraliza el alarido de la mujer: una serpiente venenosa, atrapada en la ratonera, le ha inyectado, furiosa, su veneno. El granjero brinca de la cama y corre a llevarla al médico. Después de unas horas, los animales ven cómo regresan; el granjero triste, su esposa grave. Pobre, no se ve bien, pero habrá que hacerle la lucha. El marido ordena entonces que maten a la gallina para hacerle un caldo nutritivo. Varios días pasan entre médicos, medicinas y remedios y gastos que crecen. El dueño de la carnicería del pueblo ofrece comprar al borrego para que el hombre pague sus deudas y el piadoso animal termina sus días asado en un hoyo, entre pencas de maguey. Al final todo es inútil, y como en todo pueblo que se respete, el velorio es toda una pachanga que exige el sacrificio de la vaca para alimentar a la gran concurrencia. Fin.

Esta fábula la escuché por primera vez en boca de Javo Escobedo, jesuita, pero he leído otras versiones en internet, con pequeñas variantes. La que les comparto tiene también algunos detalles de mi cosecha, pero, a fin de cuentas, en toda fábula lo importante es la moraleja. La ratonera es un peligro, una amenaza, o una realidad angustiante que sólo ven algunos, los más vulnerables, pero que puede al final traer consecuencias para los que se sentían a salvo.

Llevamos tiempo insistiendo en que el tema de la pobreza y desigualdad, ratonera que atormenta a la mitad de los leoneses, es un tema que además de avergonzarnos, nos debiera movilizar como un bloque. Todavía me encuentro con personas que niegan las cifras oficiales al respecto. No es solo que no crean que la ratonera sea una amenaza para ellos, sino que niegan su existencia. 

Que la mitad de nuestros vecinos tenga ingresos que sólo alcanzan para malvivir, debería ser razón suficiente para detener la máquina y rectificar el camino. Pero si no bastapensar en esa parte de los leoneses, personas de carne y hueso, condenadas a vivir en la precariedad, a la mejor sirve pensar que a la larga, la ratonera que vemos tan lejana (o que no queremos ver) terminará por convertirse en un peligro para todos.

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