No quemen los libros, por favor • David Herrerías
Pocos actos hay más oscurantistas que la quema de libros. No importa si los echa al fuego Mao, en aras de la Revolución Cultural, o una asociación de padres en favor de la “decencia”. Pero podemos discutir sobre ellos, para eso están escritos. Sin embargo, me parece que la discusión actual sobre los Libros de Texto está un poco descaminada. No porque defienda los abundantes errores que tienen en contenidos, sino porque los libros son sólo herramientas que no se entienden si no se parte del análisis de la propuesta educativa completa. Y la propuesta tiene cosas valiosas… y también riesgos.
Una de las críticas al modelo y a los libros es que están “ideologizados”. Si entendemos por ideología un sistema de ideas, creencias, valores y normas, compartidas por un grupo de personas, que funcionan como una herramienta para interactuar con la realidad y modificarla, nos daremos cuenta de que toda educación es ideológica, por naturaleza. Otra cosa, desde luego, es si estamos de acuerdo o no con la ideología que queremos transmitir a nuestros niños. Decir que hay sólo un tipo de familia, por ejemplo, es una postura ideológica; decir que hay muchos tipos de familia, es otra posición ideológica. Desde luego que los libros tienen algunos contenidos ideológicos más burdos, pero aprendimos que Obregón y Calles eran héroes de la patria generosos e impolutos, ¿no era una enseñanza ideológica e interesada?
El libro no es la educación. El hecho educativo (escolar) se da en el salón de clases, mediado por los y las maestras y por la comunidad de alumnos. Por cierto, la educación centrada en comunidades de aprendizaje, punto de partida de la propuesta educativa, no es una ocurrencia, sino una tendencia en la educación a nivel mundial. Pero volvamos: una misma lección del libro puede ser aprovechada por los maestros para iniciar reflexiones que vayan en sentido contrario a su intención original, o simplemente pueden saltársela.
No me preocupan tanto los libros de texto, pero sí otras cosas. La principal es que se propone un cambio radical en las metodologías educativas y no sé si habrá tiempo para que los maestros dominen el modelo que es de por sí, complejo. Sé que en preescolar ya se trabajaba por proyectos, y no son temas ajenos a los maestros en su formación, pero pareciera que las prisas hicieron parir la propuesta antes de estar preparados. Veremos.
El asunto de fondo es que la educación debe ser un asunto de Estado, no de gobierno. No podemos repensar la educación cada sexenio. Deberíamos ser capaces de construir grandes acuerdos que pudieran alumbrar planes educativos de largo plazo con el consenso nacional más amplio posible. Y eso no se ha dado.
Mientras tanto, dejemos a los maestros usar, críticamente, los libros de texto. No los quemen, ni los embodeguen, que sería parecido.