domingo. 23.03.2025
El Tiempo

Los zurdos, esos diferentes

" ... sigamos pensando que la obligación y el deber de las minorías y los diferentes es adaptarse a la norma que establece la mayoría."

Los zurdos, esos diferentes

Mi hermano Jorge, que es zurdo, me prestó el libro “Todos los osos son zurdos” de Ignacio Padilla, a propósito del reciente y lamentable deceso de este joven escritor. Pensando en el tema de este artículo e imaginando a mi hermano extendiendo su mano regordeta y zurda con un libro que hablaba sobre los zurdos, me dio por recordar a los que desarrollaron preferentemente su lateralidad izquierda y de cómo a mí se me antojaba ser zurdo. Recuerdo cómo admiraba a los que escribían con la izquierda y me entretenía viendo las contorsiones que se veían obligados a realizar para escribir en los cuadernos y pupitres pensados para los derechos. Me gustaba ver cómo algunos compañeros podían pegarle al balón con la pierna izquierda (como el “Pata Bendita” del América, ¿quién se acuerda?) y sentía que el gesto les permitía, no sólo la misma efectividad que la de cualquier derecho, sino que además los dotaba de cierta elegancia y distinción.

Sin embargo, sé que para muchos zurdos su circunstancia no ha sido siempre una bendición. Mi hermano Pablo, 8 años más viejo que Jorgito, usa la mano derecha y chuta con la izquierda (o chutaba, porque no lo imagino ya corriendo tras una pelota). Mi hipótesis es que cuando pequeño lo forzaron a escribir con la derecha, aunque no he podido corroborar esa versión. Pero sí sabemos que a muchos niños, hasta hace muy poco, se les corregía con golpes en la mano o  amarrándosela a la silla para obligarlos a usar la correcta.

Durante muchísimos años, ser zurdo fue visto como una anormalidad, casi como una enfermedad del desarrollo. La misma palabra zurdo(a) ha sido utilizada de forma despectiva. Parece ser que zurdo viene del latín soccus, un calzado que usaban los cómicos y las mujeres en las obras griegas, a diferencia del calzado más formal y de tacón alto que usaban los actores serios. La raíz de zurdo,  según algunos, es la misma que zoquete, utilizada como calificativo para señalar a una persona burda, inhábil o tonta. Además de describir a quien tienen como preferencia en su lateralidad el uso de la mano y pie izquierdos, ser zurdo se utiliza frecuentemente para denotar a una persona inhábil. Se dicen cosas como: “yo no sé bailar, parece que nací con dos piernas zurdas” o al revés: “yo sí que puedo hacerlo, ni que fuera zurdo”. En muchos idiomas se utiliza para expresar que algo se hizo de la manera incorrecta: “the left way” es igual a decir “the wrong way”. El antónimo de zurdo es diestro, sinónimo también de hábil. Diestro es derecho, recto; zurdo es… chueco.  Estar a la derecha de algo o alguien quiere decir que estás bien situado: “los justos se sentarán a la derecha del Padre”, lo cual hace suponer, además, que Dios es diestro. En catalán, cuando se habla de enseñar a un perro, no se dice adiestrar (volver diestro, de destreza) sino “ensinistrar”, de siniestra. Los perros no pueden llegar a tanto como ser derechos. Cuando alguien es muy útil para su superior, nunca se dice: “es mi mano izquierda”, sino la hábil, la derecha.

La realidad es que la mayoría de los zurdos lo que menos tienen es el ser inhábiles, y probablemente se distingan de los derechos por su inteligencia. Muchos grandes artistas y dibujantes utilizan la mano izquierda y grandes futbolistas y otros deportistas se distinguen por su “zurdez”. Jorge mi hermano, a pesar de sus dedos regordetes, dibuja mejor que yo. Cuando pequeños, y en algunas actividades, pueden parecer torpes, porque se ven obligados a utilizar instrumentos y a ocupar espacios que fueron diseñados especialmente para los “derechos”. Las tijeras les impiden ver la zona de corte, los cuadernos de espiral les impiden reposar la mano, los pupitres los obligan a contorsionarse. Y durante muchísimos años los tratamos como enfermos. No porque lo fueran, sino porque eran diferentes, y eran menos.

Mateb, mi nieto, que es zurdo y hace dibujos fantásticos, ya no tuvo presiones para dejar de usar su mano diestra, que es la zurda. Le regalé unas tijeras diseñadas para zurdos y es muy probable que encuentre a lo largo de su vida más objetos que fueron diseñados pensando en su particularidad, que lo hace minoría. Creo que hemos comprendido que en el caso de los zurdos, ser menos y diferentes no es defecto, y que no podemos meter a todos en el mismo cajón, en aras de una pretendida “normalidad”.

Lástima que ese aprendizaje no lo llevemos todavía a otros ámbitos de la vida, y sigamos pensando que la obligación y el deber de las minorías y los diferentes es adaptarse a la norma que establece la mayoría.