500 colaboraciones (I)
"Algo que he pretendido desde que inicié estos escritos fue evitar la terminología técnica. Me refiero a aplicar las palabras propias de la Gramática o de la Ortografía. El propósito básico de ese estilo fue propiciar que todos (especialistas, conocedores o absolutamente ignorantes de ese lenguaje técnico) comprendieran las razones..."
Estoy a punto de cumplir quinientas colaboraciones en los medios. Justo es hacer un recuento de todo lo que hubo detrás. Hace más de nueve años se publicó por primera ocasión Chispitas de lenguaje. En 2009, el Congreso del Estado de Guanajuato la reconoció con el Premio Estatal de Periodismo Cultural. Los lectores, básicamente de Guanajuato, los hay de todo el mundo: he recibido correos de Estados Unidos, Colombia, Argentina, Barbados, Portugal, España, Bulgaria y, por supuesto, de varios lugares de México. Aparece en un medio impreso, en Es lo cotidiano y cuatro portales electrónicos más, así como una estación de radio. De forma esporádica (cuando coincide con su línea editorial) la retoma la Fundación para el español urgente, Fundéu (España), el segundo sitio electrónico más importante después de las páginas web de las Academias de la lengua. Se han publicado tres compilaciones en forma de libro con mucho éxito. Los textos aparecen también cada semana en dos muros de Facebook. Todo se ha dado de forma paulatina. He aquí su génesis.
El texto de hoy es, estrictamente, el 497. Sin embargo, hay tantos datos e información por comentar, producto de estos años, que sería imprudente dejar todo para una sola ocasión. Con la colaboración número quinientos quisiera finalizar todos los detalles detrás de esta información. Apelo a su paciencia e interés por una columna que ha crecido en múltiples aspectos.
Estos textos empezaron en la red interna de una oficina de Gobierno. Sin ser una obligación en mi quehacer como servidor público, me di a la tarea de hacer recomendaciones a mis compañeros de institución.
Regularmente, cuando alguien toca estos temas pocas ocasiones profundiza o argumenta por qué una determinada forma es preferible que otra. En muchas veces escuché: «Eso está mal. Que se cambie». Cuando procede de una jefatura, la mayoría solo acata la instrucción sin confirmar o buscar razón (por eso actualmente la mayoría de los documentos del sector Público son retorcidos y complejos). Después, repetirlo se hace costumbre y nadie cuestiona la validez de la indicación. El problema se complica porque al copiar formatos, se va trastocando detalles (por la imposibilidad de ser tan literal) y poco a poco aparecen barbaridades (como las despedidas tradicionales, supuestamente protocolarias). Incómodo por ello, me di a la tarea de investigar, argumentar y, particularmente, razonar las opciones.
Algo que he pretendido desde que inicié estos escritos fue evitar la terminología técnica. Me refiero a aplicar las palabras propias de la Gramática o de la Ortografía. El propósito básico de ese estilo fue propiciar que todos (especialistas, conocedores o absolutamente ignorantes de ese lenguaje técnico) comprendieran las razones.
He de confesar que no siempre lo logré. En ocasiones me he visto obligado a recurrir a vocablos especializados. No obstante, la mayoría de mis textos han servido lo mismo para estudiantes de los últimos niveles básicos (secundaria) hasta profesionistas con doctorado y posdoctorado. La razón es simple: los especialistas del idioma ya conocen y dominan muchos de los temas que abordo; la mayoría, no. No interesa, por tanto, decirles a los que ya saben cómo escribir; importa hacer comprender información práctica cualquier persona, independiente de su nivel académico o especialidad.
Así surgió lo que titulé Dudas lingüísticas. El nombre fue muy pretencioso y era contrario al estilo propuesto. Ese fue un error de mi parte. No obstante, fueron bien recibidas por mis compañeros (a quienes agradezco su comprensión). Así empecé a desarrollar y a acumular el primer material para lo que serían las Chispitas de lenguaje.
Amigo lector, aprecio la amabilidad con la que me distingue por seguir esta columna. Igualmente, aprecio las facilidades y el apoyo de Leopoldo Navarro, al invitarme desde la fundación de este medio a colaborar. Cuento con su paciencia (de editor y lector) para permitirme describir estos detalles en las siguientes semanas.