Año bisiesto

"Un año normal cuenta con 365 días. Cada cuatro años debe agregarse al calendario un día más, pues la Tierra ocupa en dar la vuelta completa al Sol 365 días y 6 horas. Esas 6 horas representan un cuarto de día (24 / 4 = 6)..."

Año bisiesto

Terminó febrero, pero estamos en año bisiesto. Para todos es común identificar que en año bisiesto febrero cuenta con 29 días, a diferencia de los años comunes que sólo llega a 28. Uno de los bedeles de la universidad donde doy clases (de ‘bedel’, dice el diccionario oficial: «…persona cuyo oficio es cuidar del orden fuera de las aulas, además de otras funciones auxiliares»), preguntaba a los estudiantes de dónde venía la palabra ‘bisiesto’. Hombre de edad madura, se divertía observar cómo algunos le daban la vuelta, otros sin darse cuenta de la pregunta maliciosa, simplemente contesta «Porque así se llama el año» o de plano no lo tomaban en cuenta por su condición de auxiliar y no de profesor. El hombre sabía la respuesta, pero la mayoría de los muchachos no le prestaban atención. 

Un año normal cuenta con 365 días. Cada cuatro años debe agregarse al calendario un día más, pues la Tierra ocupa en dar la vuelta completa al Sol 365 días y 6 horas. Esas 6 horas representan un cuarto de día (24 / 4 = 6). Por eso, para que con el paso del tiempo no se desfase el calendario y con ello varíen las estaciones (con los siglos, el invierno terminaría por ser el caluroso en el hemisferio Norte), se debe compensar añadiendo un día cada cuatro años. Para compensar la diferencia, entonces, se tiene un año de 366 días. Ésa es, precisamente, la razón del nombre. Bisiesto viene del latín bisextus.  Se compone del prefijo bi —que significa doble— y sextus, que es la forma antigua de nombrar al seis. O sea que, bisiesto significa, año con dos seises: 366 días.

Pero el problema es que esa cuarta parte del día no es exacta (quien aseguró que el Universo es una máquina perfecta, lo dijo sin mucho conocimiento de causa). Esas seis horas de más no son exactas. En sistema decimal, tomando en cuenta el año, son 365.242375.  Al aumentar un día el febrero hacemos que esa cifra se considere 365.25 (ese fracción 0.25 representa un cuarto de día, lo que hace las seis hora señaladas). Pero esa imprecisión hace que, nuevamente, con el paso del tiempo, se produzca otro desfase.

Por ello, los matemáticos del papa Gregorio XIII (1502-1585) debieron idear un sistema más ingenioso para compensar ese redondeo. Hallaron que la fórmula podría acercarse si cada cien años no tenemos un año bisiesto. Aún así, como es una cifra con muchos decimales, se debe ajustar cada 400 años, lo que también provoca otro año con día bisiesto.

La base de todos estos ajustes fue el santoral de la Edad Media que, por razones naturales, estaba asociado a las temporadas agrícolas. En Europa, el 15 de mayo (¡san Isidro Labrador!) es el momento para preparar la tierra para cultivar. Cuando Gregorio XIII asume el papado, el calendario Juliano (aplicado desde el año 46 antes de Cristo) reflejaba un desfasamiento de los momentos agrícolas. Entonces mandó hacer los cálculos a la compañía de Jesús. Con los cómputos del jesuita Christopher Clavius, el 24 de febrero de 1582, dicta la bula Inter Gravissimas. En ella establecía que los estados católicos debían pasar del jueves 4 de octubre de 1582 al viernes 15 de octubre de ese mismo año. ¡Diez días fueron borrados de la historia!

Pero esta medida se aplicó a los estados católicos. Los que ya tenían una religión diferente (como lo que hoy es Alemania y los territorios bajo la influencia del protestantismo) no lo siguieron. Los primeros en aplicarlo fueron España, Italia y Portugal. Hasta el siguiente año se adoptó en América y poco después por algunos países protestantes. El más reticente fue el Reino Unido que hasta 1752 adoptó el calendario Gregoriano. Los países de religión diferente y solo para unificar la universalidad lo adoptaron mucho tiempo después. El último de ellos fue China que lo incorporó hasta 1949.