viernes. 27.06.2025
El Tiempo

Consecuencias de la política educativa II

Consecuencias de la política educativa II

La ortografía es una de las mayores molestias de los obligados a escribir. No en balde fue el punto flaco del conjunto de imprecisiones en los libros de texto gratuito (algunas referencias de fotografía y de concordancia en enunciados también): de los 117 errores admitidos en los libros de texto gratuitos, la mayoría caen en esta materia. ¿A qué se deberá ello?

En buena medida está en el método de aprendizaje de la ortografía: memorización de las palabras, no de su lógica de escritura (aprenderse la grafía de las cien mil entradas del diccionario oficial es una tarea imposible). Flota en el ambiente social un desinterés generalizado por los procesos de razonamiento. Se privilegia la memoria, pero no la reflexión analítica (vinculación de elementos). Las tablas de multiplicar son repetidas mecánicamente, pero no se comprende que se trata de sumas abreviadas (por eso los resultados son invariables). Esta es la razón por la que a más de un muchacho le resulta imposible saber en qué momento se aplican; las definiciones se repiten letra por letra, sin identificar qué expresan y, como consecuencia, no se sabe cómo usarlas. Las reglas ortográficas y las clasificaciones gramaticales se memorizan, sin concretar su aplicación en la lengua, su lógica. Es casi similar a lo que sucede con los rezos: todos los católicos son capaces de repetir de memoria el Padre nuestro, pero muy pocos podrían explicar el mensaje que trasmite.

Las clases de español así se dogmatizan («Esto es así y así vendrá en el examen. Si no lo pones así, estará mal»). El lenguaje ha sido reducido a un algoritmo clasificador desvinculado de la vida cotidiana. Las clases de español de esta forma poco aportan a la realidad del estudiante. Incluso, lo que el libro enuncia (claro, breve y preciso), en la vida cotidiana es ausente. Es suficiente con observar la forma en que se escribe en centros educativos, oficinas públicas y privadas. Es tal la cantidad de vericuetos y zalamería que el mensaje queda oculto. Solo los lectores aguzados captan su contenido.

El conocimiento –fundamento cultural de la humanidad– se ha reducido en nuestra política educativa a ejercicios de memorización para un examen y no en instrumento para interpretar, conocer o abordar creativamente la realidad. El idioma ha quedado castrado de su función de instrumento de análisis y reflexión. Quien recita de memoria una definición podría ser capaz de identificar la diferencia entre los siguientes postulados, pero no sabría por qué uno es correcto: «La suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa» frente a «La suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa». Pasar a expresión algebraica los enunciados anteriores implica un primer proceso de razonamiento, de comprender lo que se exclama; el segundo, las operaciones, llevaría a comprobar que los resultados son totalmente diferentes. Ello haría comprender, en un tercer momento, cuál es el enunciado correcto y la razón de expresarlo con precisión, no porque lo diga así el libro o el maestro, sino por su validez en la realidad.

El libro de Ortografía, publicado por las academias de la Lengua en 2010, tiene la enorme ventaja de hacer lógicas las reglas. Da antecedentes de por qué se escribe de una determinada forma un vocablo. Debería ser libro básico para la reflexión en cualquier sito. Y ello implica, no aprenderlo de memoria, sino enfocarse en discutir y analizar las reglas para lograr aplicarlas aún en las palabras sin antecedente para el hablante.